La resiliencia, según la RAE, puede definirse comola capacidad humana de asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a ellas. Así pues, cuando hablamos de resiliencia nos referimos a la resistencia que tenemos frente a la adversidad.
En una vida emocional sana necesitamos sentir cada emoción para poder reaccionar a ella y aprender de ella pero si gestionamos este proceso de forma demasiado rápida, perdemos la oportunidad de hacerlo. Y esto, precisamente, es lo que está pasando en el esfuerzo de lograr una resiliencia máxima: nuestra recuperación frente a la adversidad es cada vez más rápida y eso lleva consigo algunos daños colaterales… Pero, ¿a caso alguien querría alargar su proceso de recuperación frente a la adversidad?
Lo cierto es que cuando somos muy resistentes (o resilientes) no estamos experimentando al máximo la intensidad de la emoción y eso puede acarrear una falta de empatía o una clara insensibilización que, de bien seguro, nos afectará a todos los niveles.
¿Qué papel juega nuestro cerebro en la resiliencia?
Está científicamente demostrado que nuestro cerebro activa algunas de las mismas redes cuando sentimos dolor propio o cuando sentimos empatía por alguien y es que la empatía no es más que sentir en carnes propias el dolor ajeno, posicionándose en el lugar que ocupa otra persona. Esto es posible gracias a las conexiones que existen entre la corteza prefrontal y la amígdala.
Cuando una persona se recupera rápidamente frente a una adversidad es porque existe una fuerte activación de la corteza prefrontal izquierda como respuesta a dicha adversidad y, además, una fuerte conexión entre la corteza prefrontal izquierda y la amígdala.
Así pues, si crees que necesitas aumentar tu resiliencia es necesario que aumentes la actividad entre la corteza prefrontal y la amígdala. Sin embargo, si te has dado cuenta de que la resiliencia te ha insensibilizado o congela tus respuestas emocionales ante lo que tú u otras personas sentís o padecéis, entonces deberás mitigar y debilitar dichas conexiones.
Cómo ser más resiliente o aumentar la capacidad de recuperación frente a la adversidad
Es posible ser más resiliente mediante la práctica de la meditación en conciencia plena o de ejercicios de Mindfulness pues generan equilibrio emocional y colaboran en la recuperación, aunque de forma no excesivamente rápida (que es precisamente lo que buscamos para poder experienciar la emoción).
La meditación en conciencia plena es ideal pues no produce una hiperconcentración y debilita las cadenas de asociaciones que se producen a nivel de pensamiento y que se mantienen focalizadas en la adversidad. Por ejemplo: si nos hemos quedado sin empleo, en medio de esta crisis económica que está devastando nuestro país, tendemos a caer en una espiral de pensamiento saboteador y autodestructivo que nos dice que ya es imposible encontrar otro trabajo, con la edad que tenemos, sin experiencia, con tanta crisis, que no lo lograremos… ¡STOP! Esta es la forma en que iremos haciendo la bola de nieve más y más grande hasta que nos arrastre hasta el precipicio. En este punto, es donde empezar a practicar la meditación evitará que generemos esa cadena de pensamiento.
Una buena y sencilla práctica, para empezar, puede ser esta meditación focalizada en la respiración:
Siéntate con la espalda erguida y relaja todo tu cuerpo manteniendo esa misma posición erguida.
Céntrate en tu respiración, en las sensaciones que aparecen en tu cuerpo en cada etapa de la misma. Observa cómo se mueve tu abdomen cada vez que coges o sueltas el aire, qué sientes en ese proceso…
Ahora céntrate en la punta de tu nariz y reconoce cada sensación que se produce al respirar.
En estos 10 minutos diarios, cuando te des cuenta que te has dejado llevar por algún pensamiento, simplemente acéptalo y déjalo pasar con el fin de regresar con toda la atención a tu respiración.
También puedes usar el reencuadre para redefinir la adversidad (técnica de reevaluación cognitiva) y así ver la situación desde otra perspectiva en la que logres darte cuenta de que no es tan grave. Por ejemplo: si has cometido un error preparando tu postre favorito esta técnica puede ayudarte a ver que es un fallo puntual que podría haber cometido cualquiera y no una incapacidad permanente tuya para realizar postres.
Cómo reforzar la capacidad de empatizar
Si necesitas asimilar con calma la adversidad para reforzar tu capacidad de empatía puedes optar por centrarte en la emoción desagradable o la situación límite cuando se acontezca. De esta forma conseguirás mantener la emoción durante más tiempo y aumentar la actividad de la amígdala. No obstante, no existen estudios suficientes que demuestren o describan un procedimiento de mejora…
Por ello te invito a probar otro tipo de meditación, la de dar y recibir (Tonglen), con el fin de cultivar la compasión varias veces a la semana, durante 10 minutos:
Visualiza claramente a una persona que sufre por cualquier motivo. Puedes optar por imaginar a alguien que no conoces aunque, cuanto más allegada sea la persona que evoques más fuerte, clara y real será tu visualización.
Cada vez que tomes aire imagina que recibes el sufrimiento de esa persona y que lo sientes a nivel físico: entra por tu nariz, baja por tus vías respiratorias hasta llegar a los pulmones, se asienta en tu cuerpo, etc. Si esto te resulta complicado puedes probar con visualizar cómo el sufrimiento de esa persona se desvanece cada vez que tomas aire.
Imagina, cada vez que dejes ir todo el aire que hay en tus pulmones, que ese sufrimiento que has recibido se convierte en una bonita compasión y se dirige hacia la persona que estaba sufriendo y la envuelve en un regalo de empatía, comprensión y amor, mitigando así su dolor.
¿Te quedas con alguna duda? ¡Me encantaría conocer tu opinión o experiencia! Puedes dejar tu comentario a continuación y hablarme de tu tendencia hacia el exceso o la falta de resiliencia, las técnicas que usas, la experiencia que has vivido si has puesto en práctica algo de lo que explico… ¡Compartir es gratis!