Mi vida, en las últimas semanas, está marcada por la transformación. Muchas cosas han cambiado a mi alrededor de una forma tan rápida, tan repentina, que apenas soy consciente de qué ha ocurrido y aún no soy capaz de asumirlo del todo.
En los ratos en los que trato de positivizar esas transformaciones, algo que me cuesta enormemente, vislumbro una luz al final del túnel y soy capaz de entender que, como dice la canción de Jorge Drexler: cada uno da lo que recibe, luego recibe lo que da, nada es más simple, no hay otra norma, nada se pierde, todo se transforma.
Estamos a las puertas de un nuevo año, un simple cambio en el calendario sin trascendencia real, pero con un gran significado simbólico. Y como parece que también es un momento en el que es tradición aquello de pedir, pido ser capaz de transformarme, porque no hacerlo significa desaparecer.