Arthur Conan Doyle.
Todo Sherlock Holmes.
Edición y prólogo de Jesús Urceloy.
Bibliotheca AVREA Cátedra. Madrid, 2012.
La historia de la literatura traza a veces relaciones secretas y azarosas entre los textos, sus autores y los personajes que imaginaron alguna vez de forma esporádica o persistente.
Es evidente la afinidad de la pareja Don Quijote-Sancho y Holmes-Watson, personajes persistentes en la imaginación de Cervantes y de Conan Doyle. Pero más allá de esa relación evidente y de otras afinidades que los convierten en seres complementarios, hay entre ellos un vínculo que los une caprichosamente en el territorio de lo apócrifo.
Igual que don Quijote nunca pronuncia ese “ladran, luego cabalgamos” que la ignorancia iletrada le atribuye, Holmes nunca le dice a su ayudante esa manida frase “Elemental, querido Watson”. Tan llena de suficiencia como falsa, la crearon los guionistas que adaptaron al cine algunos de los relatos más famosos del inquilino del 221 B de Baker Street.
Pero es lo que pasa con los clásicos, que están en boca de quien no los leen y llegan a imaginarse a Hamlet diciendo ese Ser o no ser que nunca declama ante la calavera de Yorick.
Para que no todo sean inconvenientes, los clásicos tienen la virtud de seguir vivos, cumpliendo años sin daño y con un vigor que en el caso de Sherlock Holmes alimenta el inconsciente colectivo más allá de la literatura.
Por eso, porque Holmes cumple 125 años desde aquel 1887 en que se publicó Estudio en escarlata, Cátedra recupera la imprescindible edición de todas las aventuras del detective que ha quedado como símbolo de la capacidad deductiva y de la lógica de la observación de los detalles.
Jesús Urceloy explicaba en el prólogo de 2003 la particularidad de esta edición:
“Se trata de la exposición íntegra en un solo libro de todas las aventuras de Sherlock Holmes, y al mismo tiempo ordenadas éstas según la edad del protagonista.”
Entre Estudio en escarlata y El último saludo, sesenta historias -cuatro novelas y cincuenta y seis relatos- que permiten comprobar la inteligencia implacable y el ingenio del detective creado por Conan Doyle.
Detective y caballero llama a Holmes el magnífico microensayo anónimo que incluye siempre en sus solapas esta espléndida colección. Se leen allí observaciones como esta:
Si don Quijote tuvo su narrador —algún tanto oscurecido por obra de intérpretes y traductores—, también Sherlock Holmes tuvo el suyo, y tanto el doctor Watson como Mycroft y el propio Holmes se mostraron casi siempre por encima de las posibilidades de sir Arthur. En ambos casos hubo crítica interna. Desde el momento en que don Quijote se supo en letras de imprenta, se vio «pensativo» e inquieto, imaginando cómo lo habría tratado su historiador, y ya desde el principio lamentó que el autor se valiera «de novelas y cuentos ajenos, habiendo tanto que escribir» de los suyos (II,3). También Holmes vapuleó con cierta displicencia a su cronista, que tan orgulloso se sentía del "Estudio en escarlata":
«—Lo miré por encima —dijo [Holmes]—. Sinceramente, no puedo felicitarle por ello. La investigación es, o debería ser, una ciencia exacta, y se la debe tratar del mismo modo… Algunos hechos hay que suprimirlos o, al menos, hay que mantener cierto sentido de la proporción al tratarlos. El único aspecto del caso que merecía ser mencionado era el curioso razonamiento analítico, de los efectos a las causas, que me permitió desentrañarlo» (SC, 1)
El volumen añade seis apéndices: la relación completa de las aventuras de Sherlock Holmes y de todos los casos conocidos, tanto narrados como citados y no narrados en detalle; comentarios notas finales y curiosidades sobre los textos narrados; una addenda con tres poemas semiapócrifos; un epílogo con dos textos preliminares; y un índice alfabético descriptivo de los personajes que aparecen en las distintas historias.
Santos Domínguez