Hay manualidades que marcan generaciones y esta es una de ellas (que levante la mano el que no haya hecho un collar cargado de hidratos de carbono) así que ¡aquí está nuestro homenaje al collar de macarrones!.
Como más ha disfrutado ella ha sido, una vez seca la pintura, clasificando los macarrones por colores, jugando a transportarlos de un cuenco a otro y por último ensartándolos en el cordón (juegos muy sencillos que la entretienen un montón).
Lección aprendida, menos es más (seguro que si no hubiésemos pintado los macarrones Ana se lo habría pasado igual de bien y no habríamos acabado de pintura hasta las cejas, literalmente).
See you later alligator.