Tzvetan Todorov. Elogio de lo cotidiano.Traducción de Noemí Sobregués.Galaxia Gutenberg /Círculo de Lectores. Barcelona, 2013.
Si en el Elogio del individuo Tzvetan Todorov tomaba como punto de partida y síntoma de una nueva época el descubrimiento del cuerpo en el retrato italiano del Cuatrocento, el reciente Elogio de lo cotidiano que publica también Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores con traducción de Noemí Sobregués es un análisis de la pintura holandesa del siglo XVII como reflejo de la irrupción de lo cotidiano en la pintura.
Tras el idealismo del Renacimiento, es el Barroco el que fija la mirada y los pinceles en lo trivial para darle categoría estética. Es el arte de vivir que refleja un cambio de mentalidad en las pinturas de Rembrandt, Vermeer, Ter Borch o Franz Hals.
Y ante ellas, la sutileza, la inteligencia y la cultura de Todorov construyen un libro espléndidamente ilustrado con un cuadernillo central en el que se reproducen el casi medio centenar de cuadros en los que centra su análisis de la pintura holandesa, una exploración en la que se cruzan el arte, la literatura y la sociedad.
Tras la historia, la mitología o la religión como temas de la pintura renacentista, la vida cotidiana se convierte en el eje y la seña de identidad de la llamada pintura de género, que se concentra en la representación de lo humano en el ámbito doméstico: en su mayoría mujeres leyendo o interpretando música, bebiendo o cuidando de sus hijos, hablando con hombres o escribiendo o leyendo cartas.
En la alternativa entre verdad o belleza, idealismo o realismo, arte clásico o arte barroco, la pintura holandesa del XVII aspira a reflejar los ambientes, los objetos, los gestos y las relaciones de los personajes.
Es, quizá eso sea lo fundamental, una pintura del presente, una pintura que capta el momento fugaz e irrepetible. A diferencia de la renacentista, esta es pintura sin tema y sin necesidad de título explicativo, pintura que refleja no la historia de los grandes hechos y los grandes nombres, sino la intrahistoria cordial de seres anónimos a través de un arte emancipado ya del sometimiento a la religión.
A partir de esos casi cincuenta cuadros, Todorov rastrea el trasfondo ideológico erasmista, el reflejo de la emancipación de la persona, la huella de una mentalidad no heroica y tolerante o la relevancia del papel social de la mujer en aquella sociedad, lo que explica que su presencia sea central en casi todos estos cuadros.
Desde esa perspectiva, la pintura holandesa construyó un arte para el hombre, un arte que reflejó la nueva mentalidad burguesa del protestantismo y los nuevos valores sociales y éticos asociados a ella.
Santos Domínguez