Pompeo aseguró que el Gobierno estadounidense trabaja para conseguir que varios países de África, el sureste de Asia y Suramérica se den cuenta "de la amenaza que (re)presenta el Partido Comunista chino para su libertad y soberanía" y anunció una "coalición global para hacer que retrocedan", en referencia al gigante asiático.
El pistoletazo de salida de esa campaña de acoso a China lo dio Donald Trump en su último discurso ante la Asamblea General de Naciones Unidas, donde acusó a Beijing de ser responsable de la expansión de la Covid-19 en el mundo. Desde entonces, Washington desarrolla una guerra comercial y mediática contra el gigante asiático,
Pero ha sido Biden quien quiere convertir aquel confuso impulso estadounidense en una coalición global concreta contra chinos y rusos, incorporando a Europa en la batalla contra el expansionismo chino, sus influencia internacional y sus tecnologías de vanguardia, como la del 5G.
Desde que emergió como potencia hegemónica mundial, después de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos se comprometió a construir un orden internacional liberal regulado que beneficiaría sus propios intereses económicos, políticos y de seguridad, y los de sus aliados. Este orden tenía cuatro columnas de sostén: La primera era un sistema económico mundial capitalista, pero con un rol importante del Estado en el plano doméstico, que incluía la liberalización comercial, las monedas estables y una mayor interdependencia económica global, controlando la volatilidad financiera en un primer momento; la segunda era una seguridad colectiva global y regional, a través de una alianza militar estadounidense-europea-asiática para resistir y bloquear la expansión del comunismo; 3) la tercera era un régimen comercial global abierto a partir de instituciones creadas y controladas por EE.UU.; la cuarta era una gobernanza internacional sujeta a normas y valores liberales, lo que equivale a un sistema universal de valores reflejado en el liberalismo estadounidense, en el sueño americano.
Esa alianza global se fue debilitando y terminó por quebrarse durante el mandato de Donald Trump, pero Biden ha decidido relanzarla y hasta reforzarla para que puede frenar el expansionismo chino y el de Rusia, nación a la que considera aliada de China, junto con Irán y las tiranías comunistas, como las de Cuba, Venezuela y otras.
España, que es considerada por Washington como un país tibio y poco entusiasta con ese mundo liberal que patrocina Estados Unidos, se dispone a Asegurar su adhesión a la nueva coalición. Esa adhesión de España a la alianza occidental es la principal idea que presentará Sánchez a Biden cuando el americano acceda a recibirle o a hablar con él.
Pero el problema es que los estrategas de Estados Unidos no se fían de la España socialista, que no para de protagonizar gestos de desprecio al poder americano, desde e abandono unilateral de la coalición en Irak hasta el desprecio de Zapatero a la bandera de Estados Unidos y el abandono sorpresivo de un buque de guerra español de una formación de custodia a un portaviones USA en el Oriente Medio.
Según los expertos consultados en Washington, España tendrá que ser muy convincente para que Estados Unidos vuelva a creer en su gobierno y no serán suficientes, ni mucho menos, las palabras de un presidente acostumbrado a mentir con extraordinaria ligereza.
La Alianza Global contra China y Rusia es todavía un proyecto no definitivamente diseñado en sus detalles. Falta saber que medidas concretas adoptará, quien pagará sus costes, que compensaciones ofrecerá Estados Unidos a sus socios y otras muchas cuestiones, tanto militares como comerciales y geopolíticas. Pero lo que es cierto es que el Pentágono, el Departamento de Estado y decenas de think tanks trabajan ya en el diseño y configuración de esa nueva guerra fría que, si cuaja, será una de las columnas vertebrales de la política mundial en el siglo XXI.
Francisco Rubiales