De esos 610 millones, 370 los había recaudado en Estados Unidos y 240 en el resto del mundo, siendo Italia (26’5 millones), Inglaterra (20 millones), México (18’8) y Brasil (15’4) los países en que alcanzó las taquillas más altas. En España vieron la película en los cines 2’6 millones de espectadores, que dejaron unos ingresos en ventanilla de 11’3 millones de euros.
Es muy sorprendente el récord alcanzado en Estados Unidos. La cifra de ingresos en los cines, 370 millones de dólares, sobrepasa con mucho a los éxitos comerciales más sonados, como Parque Jurásico, The Matrix, El sexto sentido o El Señor de los anillos, lo que la situó en el puesto nº 8 en el ránking de películas más taquilleras en U.S.A. (Siete años y medio después, sigue en una posición respetable: la nº 16). La siguiente película en lengua no inglesa, Tigre y dragón, está situada en la posición 182 del ránking histórico. La cinta de Gibson multiplica por tres las cifras de taquilla obtenida por este filme (128 millones) y multiplica por seis al siguiente: La vida es bella (57 millones).
Junto a esas cifras millonarias, La Pasión de Cristo consiguió también audiencias reducidas pero muy valiosas y significativas. En Israel, donde la cinta estaba prohibida por las autoridades, la noticia de su gran éxito internacional hizo que se permitiera un único pase en todo el país: fue a mediados de abril de 2004, en la Filmoteca de Tel Aviv.
De modo semejante, en Malasia la cinta fue prohibida por el gobierno —se trata de una nación fuertemente musulmana— pero la presión de las audiencias hizo que se levantase la prohibición pasados algunos meses, y de este modo llegaron a ver la película más de cuatrocientas mil personas.
Finalmente, en países como Siria y Líbano hubo una gran expectación motivada por la fuerte campaña de los grupos judíos radicales. Esta circunstancia permitió que se otorgara luz verde a la película, cuando el Islam prohíbe explícitamente la representación de la imagen de los profetas; y Jesús fue, según el Islam, uno de los más importantes. Como señalaba un periódico de gran tirada, “Jesús consiguió así ser profeta en su tierra”.
Pero más impresionante que todos estos datos, y más revelador de su impacto en las audiencias, son esas historias que ha recogido la prensa sobre auténticas conversiones de personas que confiesan sus crímenes después de haber visto la película. Tal vez el caso más conocido sea el de un neonazi noruego, que, a la salida de ver La Pasión de Cristo, se dirigió a la comisaría de policía y confesó haber participado diez años antes en dos atentados con bomba.
Junto al testimonio del neonazi, otros muchos fueron publicados en la web de la película y en algunas páginas creadas por los fans de la cinta. En www.sobrelapasion.com, entonces la página oficial, se publicaron relatos de gente que, tras ver la cinta, se reconciliaba con su familia, volvía con su mujer, rehacía su vida, ofrecía el perdón a sus hermanos.
Ciertamente, ese es el principal legado que la película ha dejado entre nosotros. Un legado hermoso, del que otro día hablaré, más extensamente. De momento, yo celebro que exista este filme, por el bien que ha hecho y por la hermosura con que ha contado en imágenes la pasión de Jesús.