Todos contra Rajoy, mientras él encantado de haberse conocido

Publicado el 21 febrero 2013 por Rgalmazan @RGAlmazan

Y es que no hay placer tan grande como el del deber cumplido. Nada como sentir que uno cubre sus obligaciones por encima de todas las cosas. Por  encima de mentiras, de incumplimientos, de promesas, de programa electoral.

Porque el deber es lo más importante. Sólo que hay un pequeño matiz. También Raskolnikov en Crimen y Castigo creyó que asesinar a una vieja era su deber. También ETA cuando asesinaba pensaba que era su obligación. Total, que el deber o la obligación, si no está objetivada por unos valores comunes y generales puede ser cualquier cosa. ¿Quién me dice a mí que el deber que sentía Hitler no era acabar con los judíos?

El deber es subjetivo y como tal no sirve. Uno puede cambiar de deber como se cambia de camisa. ¿Quién asegura que Rajoy no sienta mañana que es su deber readmitir a Bárcenas o inventarse nuevos impuestos? No señor Rajoy, lo que vale no es que usted diga que cumple con su deber. Su obligación es cumplir con su contrato, y su contrato con los ciudadanos es el programa electoral del Partido Popular. Un programa no sólo incumplido, sino dado la vuelta. Porque Rajoy sabía que de decir lo que iba a hacer es posible que no hubiera ganado las elecciones y su fin no era arreglar el país, su objetivo inmediato era conseguir el poder para hacer y deshacer a su antojo, arrojando su programa a la basura.

Ese hecho deslegitima a cualquier gobierno. Si además está rodeado de basura, y el hedor de la corrupción y sus mentiras nos llegan en grandes cantidades, la cosa se complica. Si además se dice, a pesar de los datos objetivos, que todo es culpa del anterior gobierno --como si no hubieran pasado catorce meses de gobierno y no hubiera empeorado la situación, véase el paro, por ejemplo--, y que gracias a su gobierno este año se empieza a ver la luz al final del túnel, la cuestión se agrava.

En otros países la mentira descubierta de un político es suficiente razón para que dimita de inmediato. Aquí el listón no es que esté más alto, es que no existe. La impunidad en la que se cree Rajoy y los suyos es un ataque a la democracia, un ataque a la justicia. Ni pío de Bárcenas, ni tan siquiera pedir perdón por haber mantenido a ese sinvergüenza, hasta hace mes y medio, en la nómina del PP, y por habernos mentido constantemente, llegando a defender la no culpabilidad del señor de la peineta.

Está claro que sabe que la mayoría absoluta le blinda y le da argumentos para seguir cometiendo felonías sin que pase nada, para seguir sin condenar a Bárcenas, y todo por el miedo que tiene al corrupto, a que destape el frasco de la mierda.

No, este presidente seguirá pero no debería. Es una estafa lo que ha hecho, una forma de gobernar que ha dilapidado toda la confianza en el gobierno, por sus mentiras. ¿Quién puede creer ahora a Rajoy y sus medidas pretendidamente correctoras de su actividad política? ¿Tenemos que caer, de nuevo, en la ingenuidad? Somos muchos los que pensamos que este presidente no nos puede llevar sino a la ruina. Muchos somos los que esperamos que este presidente que, con todas las tropelías que ha cometido desde hace catorce meses, no puede continuar gobernando España.

Se siente encantado de haberse conocido, de haber empobrecido a este país, de decir que lo que ha hecho era lo único que podría hacer –siempre aparece el pensamiento único neoliberal— aunque no lo dijera antes de las elecciones.

Nos ha engañado, tenía un programa electoral B (igual que esa caja de los papeles del extesorero) que es el que está aplicando y sin embargo a la elecciones enseñó el programa A, a sabiendas de que no era con el que iba a gobernar. Todo para ganar. ¿Hay mayor agravio a la democracia? ¿Qué países hubieran aguantado a gobernantes que mintieran como Rajoy? No se puede consentir un fraude electoral tan grave, y menos si además está rodeado de un tufo de corrupción irresistible.

Pero, no pasa nada, es que el mundo está contra Rajoy, todos contra él, ¡pobrecillo! De esa paranoia tan propia del PP, sólo le puede salvar esa prepotencia que le hace verse ante un espejo, al igual que a la madrastra de Blancanieves, el más guapo y el más listo de la clase. Y él, encantado de haberse conocido.

Salud y República