La charla de Chimamanda se convirtió en libro: Todos deberíamos ser feministas (Lit. Random House); y ha llegado a un público todavía más amplio. El acierto de su discurso está en utilizar un lenguaje claro y llano, y basarse en la propia experiencia. Un mensaje sencillo que, sin embargo, te lleva a la reflexión, a la toma de conciencia de las desigualdades.
¿Qué es ser feminista? Según el diccionario, «feminista es aquella persona que cree en la igualdad social, política y económica de los sexos». Para Chimamanda, feminista es todo aquel hombre o mujer que cree que existe un problema con la situación de género hoy en día y que actúa para solucionarlo y mejorar las cosas.
Chimamanda Ngozi Adichie nació en 1977 en Nigeria y es la quinta de Grace Ifeoma, que trabajaba como secretaria en la Universidad, y James Nwoye Adichie, profesor de estadística. A los diecinueve años se traslada a Estados Unidos con una beca para estudiar Comunicación y Ciencias Políticas en Filadelfia y posteriormente cursó un máster en escritura creativa en la Universidad Johns Hopkins de Baltimore.
Su trabajo ha sido traducido a más de treinta idiomas y ha aparecido en varias publicaciones de pretigio como The New Yorker o The Financial Times. Es autora de las novelas La flor púrpura, que ganó el Premio de los Escritores de la Commonwealth y el Premio Hurston/Wright Legacy; Medio sol amarillo, que ganó el Premio Orange y fue finalista del National Book Critics Circle Award; y Americanah, que ganó el National Circle Critics Circle Award y fue incluida entre los diez mejores libros del 2013de The New York Tomes. Es también autora de la colección de relatos Algo alrededor de tu cuello y recientemente a publicado el manifiesto Querida Ijeawele. Cómo educar en el feminismo.
En Todos deberíamos ser feministas expone de manera sencilla lo que es ser mujer hoy en día. Cuenta situaciones que ha vivido en su vida y en las que se ha sentido discriminada por ser mujer. Es un discurso que podría parecer inocente, no es una reivindicación belicosa ni provocativa y, sin embargo, cala inevitablemente en el lector con sutileza pero firmeza. Es muy perspicaz e inteligente, y juega con el humor para no sonar arisca pero sí, muy real.
Todos deberíamos ser feministas habla también de la educación que se les da a los niños y las niñas, el germen de la diferencia. «El problema del género es que determina cómo tenemos que ser, en vez de reconocer cómo somos realmente».