Hoy solo somos un recuerdo al que no le dio tiempo a usar la memoria que para la vida adulta nos dieron nuestros mayores. Los consejos concretos, los religiosos, los sociales no nos hubieran servido. Los absolutos, los vitales, los generales quizá nos habrían salvado."
Sinopsis oficial de la novela
Madrid, 9 febrero de 1980. Los más modernos de la capital se acicalan para asistir a un concierto en la Escuela de Caminos de la Universidad Politécnica, que con el tiempo se convertirá en un hito al ser considerado como el comienzo de la Movida Madrileña. Nadie quiere perdérselo: allí estará la joven Adela, hija de una actriz retirada y un marqués; Diana, que tiene oscuros tratos con siniestros personajes que la buscan por toda la ciudad; Teo, el novio de ésta, que aspira a consagrarse como el cantante de moda y Ric, novio de Aldo, el chico para todo que arregla tuberías atascadas. Al concierto también acudirá Siberia; esa diosa punk que brilla con luz propia y parece atraer a todos y todas. La mañana del día siguiente ya nada será igual: uno de ellos aparecerá muerto en un portal del barrio de Malasaña y todos, de alguna manera, habrán perdido parte de su inocencia.
Los puntos fuertes de la novela
✔ Esta novela tiene muchas cosas buenas, mejor dicho, tiene todo bueno, pero lo mejor sin duda es poder recuperar y rememorar con bastante veracidad lo que fue la Movida Madrileña en la década de los ochenta y sus nefastas consecuencias para algunos jóvenes y otros no tan jóvenes de un país en el que empezaban a soplar drásticos vientos de cambio en una recién estrenada democracia española, tras años y años de estricta dictadura franquista. Se avecinaban tiempos de completa libertad sexual, cultural, tiempos de fácil acceso al universo de las drogas para una sociedad hasta ese momento reprimida que deseaba saborearlo todo sin mesura, sin ser del todo consciente del mundo de excesos y libertinaje en el que se estaban adentrando. Un libertinaje que condujo a muchos, a muchísimos, a la destrucción, a caer como moscas por los estragos de las sobredosis y de las jeringas compartidas, por los destrozos de un VIH cada vez más presente en la noche madrileña y en la vida de drogadictos, homosexuales, transexuales, etc.
Alternábamos los funerales de nuestros abuelos con los de nuestros amigos. Cuando nuestro país parecía empezar a arder en el fuego de una pasión nueva, recién estrenada, nosotros nos congelábamos. Cuando los que íbamos quedando nos juntábamos, no nos atrevíamos a preguntar quién había sido el último muerto, y a pesar del miedo, del abismo por el que habían caído muchos y que nos arrastraba, que tiraba de nuestra piel como si los huesos se desprendieran de ella, seguíamos jugando un día tras otro, incapaces de renunciar a una partida hecha por la adicción y el azar. A veces hacíamos línea y sabíamos que, en cuestión de tiempo, haríamos el cartón entero. Tacharíamos todos los números. Cada cartón era para nosotros el último, como una amenaza o como una promesa, y éramos incapaces de detener esa espiral que nos liberaba del dolor físico, de unas articulaciones que sudaban, que nos hacían tiritar. Del dolor de la muerte del amigo. Del cuerpo que amanecía frío, a medianoche, en el banco de enfrente o de al lado. Hacía poco, muy poco, todos estábamos vivos y en nuestras caras se reflejaban nuestras infancias.
Además de la madrileña, hubo otras Movidas, la Valenciana por ejemplo a la que os remito por si os apetece leer algo ambientada en ella, recomendándoos una novela que leí hace un tiempo y que me gustó mucho, “La memoria del alambre”
A comienzos de los ochenta, yo recién estrenaba mi adolescencia, y recuerdo sobre todo algunas cosas, aunque otras no tanto. Por ejemplo, no me suenan para nada algunos locales-garitos que existían realmente y que eran los que estaban de moda en la noche de la Movida, como Casa Costus, La Vía Lactea, El Penta, La Bobia. Pero sí conozco la mayoría de los grupos musicales que se nombran y que tuvieron especial relevancia a lo largo de esa década y también de la siguiente: Los Pegamoides, Los Elegantes, Parálisis Permanente, Aviador Dro, Nacha pop (me encantaba y me sigue encantando Antonio Vega), Los Secretos, reinvento de Tos tras la ausencia de Canito (me encantaba y me sigue encantando su líder, Enrique Urquijo, le seguí muy de cerca hasta que falleció a finales de los noventa también por culpa de las drogas).
Y es que, arropadas por eso aires y pretensiones de cambio, multitud de discográficas pequeñas comenzaron a aflorar dispuestas a ofrecer contratos algunos mas que abusivos, a todos esos grupos que también parecían salir hasta de debajo de las piedras, poniéndoles en bandeja la posibilidad de poder grabar sus discos.
✔ La ambientación de la historia es otro punto a su favor, sobre todo para los madrileños o para los que conocemos bien Madrid, ya que el autor te permite de la mano de sus personajes recorrer y reconocer todas o casi todas sus plazas, los barrios donde tienen lugar los hechos que se narran: el de Salamanca, Malasaña, Chueca, las callejuelas que confluyen en La Gran Vía, la plaza del Dos de Mayo, la Plaza del Rey, Plaza del Cascorro, Plaza de las Comendadoras, la Plaza de Vázquez de Mella hoy llamada Plaza de Pedro Zerolo, entre otras.
Resulta fácil cerrar los ojos y visualizar sus calles, imaginarlas con todos esos seres desvalidos, muertos vivientes, espectros andantes con ojeras oscuras y semblantes pálidos, visualizar a todas esas. . .
personas delgadas hasta la extenuación, delgadas sus mismas sombras, que intentaban levantarse del suelo mientras sacaban fuerzas de un sumidero que se las tragaba día a día.
Sencillo imaginar a esos jóvenes con. . .
las pupilas mermadas, como puertas abiertas por donde se escaparan con una mala corriente las ganas de vivir. Sus miradas, como vidrios de sacristía, eran opacas, y encontraban en el subsuelo un último refugio. Ocultaban su muerte como hacen los animales.
✔ En “Todos estábamos vivos” tenemos variados protagonistas, todos magníficos y no se puede decir que haya uno solo principal, ni dos, ni tres, porque todos son principales e importantes. Lo vivido por ellos y su interacción con los personajes que sí son completamente reales, parecen ser fruto de la invención del autor (y algún que otro grupo musical nombrado también, como por ejemplo Afasia total), aunque bien podrían haber sido las historias vividas por cualquiera de los que sobrevivieron, o por otros que no consiguieron sobrevivir a la hecatombe.
Dos de esos personajes principales, son examigas con padres pertenecientes a la alta sociedad, Adela Argol y Diana Belflor, cuyas madres (Adela del Oro y Diana Pavón) también son examigas, ambas actrices de teatro muy famosas y conocidas que en el pasado competían y peleaban constantemente por la obtención de las mejores críticas y la popularidad en los medios.
Son piezas clave en la historia, la pareja de homosexuales Aldo Sampedro y Ric, que viven y sobreviven como pueden, Aldo arreglándole las tuberías a las señoras pudientes necesitadas de tales “arreglos” y Siberia, muy amiga de ambos, y también de la niña Adela, una punk muy carismática que llama la atención allá por donde pasa. Sabremos al final del libro y por boca del autor que “tanto ambas Adelas como ambas Dianas, Ric, Aldo (y, por supuesto, Siberia, quien se llama así gracias al desierto helado que tiene que cruzar Miguel Strogoff) son fruto de mi invención. Como diría Ana María Matute: créanselos, créanselos porque me los he inventado”.Me ha encantado aún sin tener demasiado peso en la trama, “la madrina” y tía de Adela, la hermana de su padre. Con su madrina, una mujer progre, moderna de mentalidad abierta y muy adelantada a su época, Adela tiene una relación muy especial, a ella le cuenta sus problemas porque es la única de la que se fía, que la entiende y la aconseja bien.
Escúchame. Yo sé que piensas que es perfecto y que es para toda la vida. A mí también me pasó. Si no dura, si en algún momento se acaba, no te preocupes. Pero nadie es perfecto. Y, sobre todo, nadie, nadie es perfecto para nadie. Si alguna vez te parece el único, piensa de vez en cuando que no lo es. No olvides esto que te digo, porque a lo mejor un día te hará falta saberlo para darte cuenta de que un amor no es el fin de todo.
También está Teo, el presunto novio de Adela que anda enredado en el mundillo de las drogas, a la busca y captura de un grupo al que adherirse, porque formar parte de un grupo musical es la moda del momento, aunque no se sirva para ello. Y es que nadie se atreva a decírselo, pero Teo no vale para la música.
✔ El autor nos cuenta en una nota al final del libro varias cosas interesantes y curiosas:● En su historia ha entremezclado sucesos inventados, con otros reales de la época, (y que yo recuerdo bastante bien, aunque no todos), como el que se considera el comienzo de la Movida Madrileña y que se narra en el primer capítulo titulado “los funerales de los amigos”: el famoso concierto-homenaje a José Enrique Cano Leal, Canito, 20 años, voz y batería de la banda Tos, tras perecer al ser arrollado por un coche conducido por un joven borracho que se salió de la carretera en la madrugada del primer día de 1980. Un concierto que fue organizado por sus compañeros Javier, Álvaro y Enrique Urquijo y que tuvo lugar ese febrero en la Escuela de Caminos de la Politécnica, donde tocaron varios grupos emergentes en el panorama musical del momento. También son reales el incendio de la discoteca Alcalá 20 y sus más de ochenta fallecidos (como para olvidarlo…), así como la fiesta de Nochevieja que tuvo lugar en un chalé de la avenida Pío XII de Madrid donde un grupo de amigos dan la bienvenida a la nueva década que está por entrar, fiesta que saldrá a la luz porque de ella partieron de madrugada rumbo a Villalba para proseguir allí la fiesta, los dos coches que se vieron implicados en el accidente que acabó con la vida de Canito.
● El porqué del título: en la nota del final, Enrique Llamas nos explica también que uno de los poemas de El Ángel (Ángel Álvarez Caballero, 1961-1995), fue lo que le inspiró y sugirió la idea de titular su novela “Todos estábamos vivos”:
¿Recuerdas cuando estábamos todos vivos y vacilábamos de mesa en mesa con los ojos como bolas de billar, desafiando a quien tuviera lo que había que tener para cruzarse en nuestro camino?
✔ El estilo del autor, la narración de la trama me ha parecido bastante original, va de delante hacia atrás y de atrás hacia adelante todo el rato, en tercera persona, para mostrarnos lo que les va ocurriendo a los personajes desde poco antes de los sucesos del inicio de la novela, hasta el presente.
Dos tardes antes, cuando la señorita Adela pensaba haberle encontrado remedio a sus problemas y tan solo le quedaba despertar una mañana más, Siberia la cogería de la barbilla y la obligaría a mirarla a la cara.
✔ Otra cosa fantástica de la novela es la prosa del autor, maravillosa, preciosa, especial, original
Un extraño orín, hecho de presentimiento de angustia, crecía dentro de él, trepaba por su esófago y amarilleaba su boca.
Resumiendo: “Todos estábamos vivos” es el fiel retrato de una época trasgresora que estrenaba un movimiento social-cultural-musical-sexual, el de la famosa Movida Madrileña, en una España hasta ese instante sumida en la censura y las prohibiciones. Una novela que nos muestra el lado mas amargo y sórdido de la década ochentera, esa parte oscura que llegaba de la mano de las drogas, incitando a probarlas todas, a experimentar con todas y a tener sexo sin protección cuando por aquel entonces el VIH ya campaba a sus anchas.
Un animal inmenso, una bestia ansiosa se movía dentro de cada uno de nosotros y clamaba por salir, creciendo hasta reventarnos la piel desde dentro.
¿Os recomiendo leer esta novela? Sí, por supuesto. Porque engancha de principio a fin y considero que está muy bien escrita (merece la pena tanto en la forma, como en el contenido), bien documentada, porque aunque se lea a ratos con el corazón en un puño ya que es duro lo que se cuenta, está impregnada de mucha, de demasiada realidad, y porque merece la pena descubrir a este joven autor que seguro nos seguirá proporcionando mas goces lectores en un futuro, esperemos no muy lejano.
He leído y comentado "Todos estábamos vivos" junto a mi gran amiga Marianna, del blog Los libros de Mava, una lectura más para meter en la saca de nuestro Club de lectura particular MavaMar. Si os apetece o tenéis curiosidad por saber si ella ha disfrutado la novela tanto como yo, podéis hacerle una visita y leer su reseña AQUÍ, seguro que no os arrepentiréis.
Mi nota esta vez es la máxima, para variar, dicho sea irónicamente: