Autor:Voltaire
Si pudiésemos reducir la población de la Tierra a una aldea de exactamente 100 habitantes, con todas las proporciones humanas existentes ajustadas a escala, el resultado sería similar a este: 57 asiáticos, 21 europeos, 14 americanos y 8 africanos. Habría 52 mujeres por 48 hombres. Un total de 70 no serían blancos. También 70 no serían cristianos. Habría 89 heterosexuales y 11 homosexuales. Alrededor de 6 personas de dicho centenar poseerían el 59% de toda la la riqueza del mundo, mientras 80 vivirían en condiciones infrahumanas. 70 serían incapaces de leer y 50 sufrirían de malnutrición. Una persona estaría cercana a la muerte, y otra estaría a punto de nacer. Solo una de las cien tendría educación universitaria. Cuando uno considera nuestro mundo desde una perspectiva tan increíblemente comprimida, la necesidad de la tolerancia y de la comprensión resulta obvia.
La tolerancia social es la disposición a admitir que los demás piensen o actúen de forma distinta a nosotros y debe comportar una actitud abierta, apta tanto para aceptar las diferencias, como para saber convivir en la discrepancia, y una actitud dialogante y transigente, que sabe escuchar y es capaz de llegar a un entendimiento, cediendo en unas cosas para obtener otras y sin encasillarse en las propias posiciones.
Entre los factores clave que determinan nuestro grado de tolerancia, se encuentra la madurez. La inseguridad de las personalidades "débiles" es un principio que favorece la intolerancia. Estas personas provocan la imposibilidad del acuerdo con actitudes defensivas, cerradas e intransigentes. La violencia y los gritos son sus nerviosos argumentos, que con fuerza aparente hacia afuera intentan disimular una extraordinaria inestabilidad interior.
Y dicho esto, no nos equivoquemos. Hoy en día la tolerancia parece significar que todas las opiniones son igualmente válidas, y que es arrogante pensar que uno tiene el punto de vista correcto acerca de algo. Pues no es así, al menos para mí. Muchas veces no estaremos de acuerdo con algo o con alguien al poseer creencias dispares y manejar razonamientos desiguales en su defensa, pero eso no implica que dejemos de escuchar las tesis contrarias y que no respetemos los juicios extraños a nuestra causa.
La tolerancia sería, por tanto, la capacidad de estar totalmente en desacuerdo con otra persona acerca de una cuestión, pero manteniendo la civilidad y el respeto de su derecho a tener una visión diferente. Y es capaz de ganar adeptos. Adeptos tal vez no para nuestra causa, pero sí para otra más importante y superior: la de la capacidad de diálogo... y quién sabe si del acuerdo.
Reflexión final: "Usted tiene su manera. Yo tengo mi camino. En cuanto a la manera correcta, la forma correcta, y la única manera, no existe." (Friedrich Nietzsche)