Todos hablamos de cambio, pero esperamos que cambien los demás…

Por Juan Carlos Valda @grandespymes

Se habla mucho de talento, de aportar y servir a los demás, de liderazgo y de nuestras habilidades blandas. Se habla de inteligencia emocional, de trabajo en equipo y de empatía.

Cuando digo "se habla" también me refiero a mí, porque me dedico a acompañar a las personas y organizaciones para desarrollar estas habilidades. Sin embargo, tengo la desagradable sensación de que esta sociedad todavía no se lo cree. Lo comenta con avidez, pero espera que lo haga otro, lo desea pero sigue aferrada al esquema antiguo, a la absurda creencia de ir "a lo seguro y no hacer ruido" (como si la incertidumbre no nos hubiera demostrado ya que vino a quedarse) y diluirse en el grupo esperando que no les toque a ellos dar la cara.

No, no nos lo creemos (uso el plural por cortesía, pero no me siento incluida, aunque a veces cuando el cansancio me vence, cedo y me dejo arrastrar, lo admito). Hablamos de aprender a escuchar, pero no lo hacemos. Se nos llena la boca de empatizar pero no nos ponemos nunca en la piel de otro y nos perdemos el gran aprendizaje de compartir. Damos lecciones de cómo gestionar emociones pero luego nos llevamos a casa la rabia acumulada por un problema en el trabajo y culpamos al compañero de nuestra falta de iniciativa y de confianza en nosotros mismos.

De liderazgo hablamos mucho, mucho. No hemos comprendido que no tenemos que esperar al líder, tenemos que ser el líder de nuestra vida. Aunque estemos en lo que podríamos definir como "el último peldaño de la empresa" (todo trabajo aporta e importa) somos valiosos y podemos llevar el timón de nuestra carrera profesional. Nosotros decidimos si hacemos nuestro trabajo de forma excelente o pasable. Sin listones demasiado altos, sin desgaste, sin tener que dejarse la piel porque no somos esclavos, pero con ganas, aprovechando la oportunidad para aportar y poner nuestro valor en lo que hacemos.

Buscamos un guía y luego le criticamos, le ponemos la zancadilla y esperamos que caiga porque en el fondo pensamos que si fracasa eso nos permitirá quedarnos quietos y no pasar tanto miedo. Queremos liderar y no paramos de compararnos con otros en una espiral sin sentido, puesto que nadie es igual que nadie y cada ser humano tiene cosas para aportar. ¿Cómo vamos a liderar nuestras vidas si no nos conocemos ni aceptamos? ¿Cómo vamos a liderar nuestras vidas si no aceptamos a los demás y nos pasamos los días intentando que cambien y sean como nosotros hemos decidido que deben ser? ¿Cómo vamos a liderar nuestras vidas si estamos esperando a que las circunstancias cambien para cambiar nosotros?

Hablamos de innovar, de cambio, de nuevos tiempos (hablábamos de nuevos tiempos ya hace años) pero seguimos valorando el presentismo en la empresa, el tener más horas las posaderas en la silla y aparentar que hacemos, el presentar un informe del informe, el hacer una reunión inútil sin tomar decisiones ni conllevar consecuencias. Hablamos de flexibilidad y la aplicamos con la máxima rigidez...

Sí, también hablamos de felicidad y bienestar en las empresas. Es posible, hay grandes ejemplos... Sin embargo eso no pasa sólo por pagar una formación a los empleados para que se conozcan y aprendan a comunicar, pasa por transformar la organización de arriba abajo y pensar en las personas, enfocarse a producir "con alma" y a veces, convertir los medios en fines. Pasa por abrir la mente y plantearse que tal vez hemos vivido implantando esquemas rancios y rígidos, cuestionarse todo a ver qué queda de lo que pensábamos que era inamovible y qué nos motiva... Pasa por construir un ambiente motivante y permitir que tu equipo se motive solo, dejarle margen, dejar que se exprese, que haga mover su talento y sus ganas... Hablamos de teletrabajo pero seguimos sin confiar, sin respetar los tiempos, sin valorar lo que se hace en casa y el esfuerzo que están llevando a cabo muchas personas para salir adelante.

Hablamos de una nueva forma de hacer las cosas pero el discurso está vacío, es fachada, maquillaje, postureo, apariencia... Porque seguimos mostrando el yugo a los que dependen de nosotros, seguimos usando el miedo porque hace tiempo que hemos hecho que nos pierdan el respeto por cómo les tratamos... Hablamos mal de la empresa en la que trabajamos y esperamos luego que funcione, queremos sentirnos cómodos en ella cuando cada día la enmarañamos con nuestro mal humor y pocas ganas de seguir, sin cuidar las formas, ni los espacios, ni a los que nos acompañan.

Hablamos de cambio sin querer cambiar esperando a que la iniciativa la lleve otro y nos haga el camino, así si si luego sale mal podremos criticar y culpar y no nos sentiremos responsables de nada, porque la responsabilidad y el compromiso asustan.

Se habla de personas y de equipo pero no se les pregunta, no se les escucha, no se les conoce, no se invierte el tiempo sabiendo qué le motiva y qué le interesa. Se dice que eso es "perder el tiempo" cuando luego se malgasta en reuniones absurdas y se repiten las cosas una y otra vez porque no se le encargan a la persona adecuada porque no se conocen las habilidades de cada uno ni su potencial.

Hablamos de marca personal y nos perdemos en el "y tú más" cuando no somos capaces de listar en voz alta nuestras fortalezas ni debilidades, nuestras metas, nuestras habilidades, nuestras inquietudes...

Se habla mucho y es necesario ( hay grandes profesionales inspirando en ello) pero ha llegado el momento de actuar, de ponerlo en marcha aunque cueste, aunque suponga una revolución, aunque se levante ampollas, aunque suponga repensarlo todo de nuevo... Y hay que hacerlo con amabilidad, con palabras, con asertividad, con humildad, con todas las ganas de aportar y salir fortalecidos. Este es el momento porque si no lo hacemos, el barco se hunde.

Se habla mucho de todo, pero hay pocos que se lo crean y hagan cambios reales y no estéticos. Pocos que estén dispuestos a ver cómo el suelo se tambalea más para encontrar al final algo firme y construido a partir de nuevas formas de trabajar... Pocos dispuestos a ser el primero pero ponerse el último de vez en cuando para acompañar.

Se habla de cambio, pero en el fondo, nadie quiere cambiar porque asusta, porque el camino es complicado, porque es incierto... Porque esperamos a que cambien los demás y nos allanen el camino y nos cuenten los trucos y las trampas que hay en él, pero la experiencia del cambio es individual y colectiva al mismo tiempo y nadie la puede vivir por nosotros.

Pensamos que si no nos movemos estamos a salvo, pero no nos hemos dado cuenta de que en realidad todo se mueve y la única forma de seguir adelante es ponerse en marcha.

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