Asghar Farhadi mide bien los tiempos jugando con el espectador, dividiendo la película en dos mitades y enseñando las muchas caras de sus personajes, como invitando a que el que acude al cine tome partido por unos u otros para luego preguntarle en la segunda mitad de la película si realmente sigue conforme con su decisión. Entran las dudas, no sabes si han hecho bien o mal. Pone a los personajes entre la espada y la pared para exprimirlos en su decisión. También al espectador. Asghar nos pregunta, ¿estás seguro? No hay respuesta. Al final de la película tardé en hablar mientras seguía con la mirada los créditos y escuchaba "Una de esas noches sin final", tema de Javier Limón cantado por Inma Cuesta. Una noche sin final, una historia sin final. Y así acabó la noche, con un final ambiguo, cerrado pero abierto, con una pareja en una plaza tras una velada película de agua que borraba una conversación sobre otra historia que empezaba, en un dramático e inquietante punto y seguido.
Asghar Farhadi mide bien los tiempos jugando con el espectador, dividiendo la película en dos mitades y enseñando las muchas caras de sus personajes, como invitando a que el que acude al cine tome partido por unos u otros para luego preguntarle en la segunda mitad de la película si realmente sigue conforme con su decisión. Entran las dudas, no sabes si han hecho bien o mal. Pone a los personajes entre la espada y la pared para exprimirlos en su decisión. También al espectador. Asghar nos pregunta, ¿estás seguro? No hay respuesta. Al final de la película tardé en hablar mientras seguía con la mirada los créditos y escuchaba "Una de esas noches sin final", tema de Javier Limón cantado por Inma Cuesta. Una noche sin final, una historia sin final. Y así acabó la noche, con un final ambiguo, cerrado pero abierto, con una pareja en una plaza tras una velada película de agua que borraba una conversación sobre otra historia que empezaba, en un dramático e inquietante punto y seguido.