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Todos los caminos llevan a Roma… aunque llegues dando un rodeo (parte 1)

Por La Viajera Incansable @viajoincansable
Todos los caminos llevan a Roma… aunque llegues dando un rodeo (parte 1)

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La idea era pasar unos días en Roma, revisitar lo que había visto durante el viaje de final de bachillerato, pasar horas en los museos y completar la lista que habíamos preparado Marcos y yo. Luego, seguiría el viaje sola y visitaría algunos de los mercados navideños más antiguos de Europa.

Todo el plan tuvo que cambiarse a ultimísima hora por motivos de fuerza mayor y empezamos por los mercados de Navidad porque, obviamente, si no lo hacíamos así ya no llegábamos a tiempo.

La Fira de santa Llúcia, una de las tradiciones más antiguas y arraigadas de Barcelona

A día de hoy, mientras escribo desde mi habitación de hotel de Colmar, puedo decir con gran alegría que he cumplido el deseo de vivir la Navidad desde uno de los epicentros navideños europeos: la región francesa de Alsacia. Sin embargo, no quisimos perdernos los mercados de la preciosa Basilea, famosa por ser la ciudad suiza con mayor tradición navideña. Y, para abrir boca y ponernos en situación, el día antes de coger el avión fuimos a Barcelona a visitar el Mercat de Santa Llúcia, que este año ha celebrado su 231 aniversario desde su primera edición de 1786.

→ Dónde: Delante del Pla de la Seu, en la avinguda de la Catedral

→ Cuándo: Del 24 de noviembre al 23 de diciembre de 2017

→ Horario: De 10.30h a 20.30h los laborables y de 10.30h a 21.30h los festivos y vigilias de festivos

→ Qué: Más de 280 puestos dispuestos por sectores según los artículos en venta (pesebres y figuras, verde y artesanía)

La fecha más antigua que conocemos de la feria es el año 1786. Ni las calamidades, como la terrible epidemia de fiebre amarilla que padeció la ciudad en 1860 impidieron su celebración. Santa Llúcia (santa Lucía) es conocida como la patrona de las modistas, los sastres y de todo aquel que trabaja en el arte de la aguja, así como de los ciegos, por lo que se la conoce popularmente como la abogada de la vista.

La Fira de santa Llúcia era conocida también como la feria de las chicas, porque al asistir muchas chicas en edad de merecer era un buen lugar para concertar bodas. Las jóvenes de los alrededores iban acompañadas de la madre, bien vestidas y enjoyadas para ver si encontraban pretendiente.

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En el siglo XIX, había dos ferias claramente diferenciadas: la de figuras de pesebre y la de paisaje. Mientras en la primera se vendían figuras, casitas y otras construcciones y elementos propios del pesebre, como puentes, fuentes, molinos, pozos y pajares, en la otra se conseguía todo lo necesario para la construcción del paisaje, como corcho, musgo, mirto y demás. Con el tiempo, ambas ferias aumentaron de tamaño hasta llegar a fusionarse.

Ya entonces, era costumbre que los niños, a pesar del frío, fueran a pasear por la feria acompañados por sus padres para vivir el ambiente navideño y sentir la calidez de los feriantes. Al llegar a casa con todo lo comprado, las familias montaban el pesebre.

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La Fira de santa Llúcia es también un buen lugar para conocer las tradiciones navideñas catalanas, como la cada día más conocida figura del caganer (cagón), una de las más entrañables de la imaginería popular de esta época del año.

"El 'caganer' era una figura obligada en los belenes ochocentistas. Se creía que con su deposición abonaba la tierra y la transformaba en fecunda, asegurando el belén para el siguiente año y, con él, la salud y tranquilidad de cuerpo y alma necesarias para montarlo. Colocar esta figurilla en el belén traía suerte y alegría, mientras que no hacerlo comportaba desventura". Joan Amades

La inserción de esta desinhibida y controvertida figura en el belén es un contrapunto que humaniza la representación del misterio de la Navidad. La figura tradicional, que para no ser irrespetuosos se coloca tradicionalmente debajo de un puente, detrás de un pajar o en otro lugar oculto, representa a un payés tocado de barretina, agachado y con las nalgas al descubierto, satisfaciendo sus necesidades fisiológicas al aire libre, con un cigarrillo o una pipa en los labios y, algunas veces, sosteniendo un trozo de papel o un periódico abierto para amenizar la tarea y emplearlo después para limpiarse; en ocasiones, también, está acompañado de algún animal que olisquea curioso. Su versión femenina fue creada por el artesano barcelonés Lluís Vidal coincidiendo con la época de la aparición de las primeras minifaldas hace treinta años. A parte de estas tipologías, que son las más habituales, existen también modelos vestidos con la indumentaria hebrea. Es costumbre que cuando los niños contemplan el belén se les pregunte dónde está el caganer a fin de que se entretengan buscándolo.

El cagatió suele llegar a los hogares catalanes unos quince días antes de Navidad para instalarse en el salón. Se trata de un tronco de madera al que se adorna con dos patas delanteras y una cara sonriente. Fundamental en su atuendo son la barretina y la manta que lo cubre para que no coja frío.

Los niños deben encargarse de su alimentación en los días previos a la Navidad, que suele consistir en frutos secos, agua y fruta fresca. La comida desaparecerá "misteriosamente" cuando los niños no estén, porque se la habrá comido el cagatió. En ocasiones, los más pequeños lo alimentan a base de lo que ha ido sobrando de sus propios platos, teniendo así la excusa perfecta para dejarse algo.

Cuanto más y mejor cuiden los más pequeños del cagatió más generoso será este el día de Navidad. Momentos antes de Nochebuena o el mismo día de Navidad, según la tradición que siga la familia, los niños se acercan al cagatió mientras cantan "Caga tió, caga torró, i si no cagues et donaré un cop de bastó" (caga tió, caga turrón, y si no cagas te daré un golpe de bastón) o cualquiera de sus muchas variantes. La canción suele terminar con un golpe seco del bastón sobre el cagatió, momento en el que los padres se encargan de entretener al niño para colocar pequeños regalos bajo la manta, normalmente dulces, turrones y barquillos (aunque cada vez más, se han ido incorporando otro tipo de presentes que distan de la tradición). La función termina cuando el tió "caga" un objeto simbólico, que puede ir desde un diente de ajo hasta un huevo de gallina, para indicar a los niños que ya no lo hará más hasta el siguiente año.

Otra de las tradiciones de la Navidad es la representación de Els pastorets. La noche de Navidad de 1916, el hoy desaparecido teatro Pompeia de Gracia representaba por primera vez Els pastorets o l'adveniment de l'infant Jesús,del escritor Josep Maria Folch i Torres, el espectáculo teatral por excelencia de las navidades. La Junta del Coliseu Pompeia le había encargado pocos meses antes la renovación de la obra navideña para lo que contaba con la ayuda del escenógrafo Salvador Alarma y el compositor Antoni Català. El éxito de la obra, que hoy sigue siendo la más representada en toda Catalunya, fue determinante para que Folch i Torres, que contaba entonces con 36 años y a quien se considera el creador del género teatral infantil, se decidiera a seguir trabajando en composiciones teatrales.

Pensada y escrita para el público infantil, los pastorets de Folch i Torres, Lluquet y Rovelló, uno espabilado y buen chico y el otro miedoso y glotón, se enfrentarán a los demonios para salvar al niño Jesús con humor y astucia.

Los pastorets tienen su origen en las representaciones medievalesque se celebraban en el interior de las iglesias durante la misa de matines, más tarde conocida como misa del gallo. La reforma de la iglesia impulsada por el Concilio de Trento en el siglo XVI prohibió los bailes y muestras de alegría colectiva en los espacios de culto por lo que estas se trasladaron a la calle y, posteriormente, a los teatros populares.

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Hoy en día, la Fira de santa Llúcia disfruta de buena salud con casi 300 puestos, gran afluencia de público y muestras de artesanía de gran calidad (joyas, cerámicas, ropa y complementos hechos a mano, labores artesanales, cosmética natural, etc.). Muy recomendable.


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