Compré este volumen de Todos los cuentos de Gabriel García Márquez (Aracatana, Colombia, 1927-México DF, 2014), la misma semana en que murió su autor. En la Fnac de Callao habían puesto todas sus obras en una pared, tomé este volumen para hojearlo y acabé llevándomelo a casa. Compruebo en internet que el fallecimiento de García Márquez tuvo lugar el 17 de abril de 2014. La compra del volumen fue un homenaje a un escritor que tanto me hizo disfrutar en mi juventud, aunque, en realidad, el mayor homenaje hubiera sido leerlo de forma inmediata. Antes de acercarme a este libro, releí en el verano de 2014, como ya comenté en su día, las novelas El coronel no tiene quien le escriba y Cien años de soledad. En realidad creo que ha sido mejor así, volver primero a aquellas novelas que tanto me impactaron en su momento y después acercarme a sus narraciones breves.
Me llevé este libro a la sierra, a Collado Mediano, donde fui a pasar unos días por Semana Santa. De los cuatro libros que lo componen, Ojos de perro azul (1972), Los funerales de la Mamá Grande (1962), La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada (1972), y Doce cuentos peregrinos (1992), había leído, hace años, el tercero, que compré en una edición de quiosco.
Aunque Ojos de perro azul apareció como conjunto de cuentos después que Los funerales de la Mamá Grande en este volumen están colocados de forma inicial porque están escritos antes, publicados en revistas y periódicos.
Los primeros cuentos de Ojos de perro azul están fechados en 1947; es decir, cuando García Márquez tenía veinte o tal vez diecinueve años. Los primeros textos de este libro no me han gustado mucho, están escritos por alguien que algún no es el escritor que yo conozco con el nombre de Gabriel García Márquez. El estilo es más espeso del que nos tiene acostumbrados; en la primera página del primer cuento –titulado La tercer resignación (1947)- nos encontramos con ternas de adjetivos como estos: “Aquel ruido frío, cortante, vertical” y un poco después “Le giraba dentro del cráneo vacío, sordo y punzante”. Ya al leer estos primeros párrafos podemos encontrar una diferencia de ritmo frente a las páginas de sus grandes obras posteriores. En estos cuentos primerizos, aún de los años cuarenta, nos enfrentamos a narraciones muy detenidas: un solo personaje, tumbado en la cama (por ejemplo) piensa de forma obsesiva en algo, que en estas páginas suele ser la muerte, como una idea reiterada, repetitiva. Pero la muerte no es el fin, sino el paso a otro estadio de la realidad, a una realidad contemplativa, fuera del mundo. La figura del doble también es importante aquí. En este sentido al menos los cinco primeros cuentos de Ojos de perro azul son muy parecidos. Más que poder hablar en ellos de realismo mágico podemos hablar de pulsiones surrealistas.
En los cuentos fechados en 1950 encontramos ya un cambio de registro. De cómo Natanael hace una visita (1950) es un cuento de estirpe kafkiana. Aquí el personaje no está ya tumbado en una cama o en una tumba, ha salido al mundo e interacciona con los demás. Las relaciones que establece con los otros son las de un cuento de Kafka. En La mujer que llegaba a las seis (1950) el estilo espeso de los comienzos ha adelgazado mucho. En un cuento como éste son muy importantes los diálogos, y diría que ahora es Hemingway el autor cuyo estilo se emula. García Márquez está tratando de hacer suya la teoría del iceberg del norteamericano: «En un relato más importante que lo que se cuenta es lo que no se cuenta.» En Ojos de perro azul, García Márquez está aún buscando. Estos cuentos son un banco de pruebas para alcanzar la conquista de su estilo literario. En este sentido, los cuentos que más se asemejan a él, y que para mí son los mejores, son los dos últimos: Un hombre viene bajo la lluvia (1954) y Monólogo de Isabel viendo llover en Macondo (1955). Han pasado ya siete u ocho años desde los primeros cuentos del libro y el estilo es ya más firme, más seguro y poético. En Un hombre viene bajo la lluvia aparece ya una referencia al coronel Aureliano Buendía (pág. 123), y en el último cuento, ya desde el título, asistimos al nacimiento del mítico Macondo en el imaginario del autor.
Los funerales de la Mamá Grande es posiblemente el libro de los cuatros que componen este volumen que más gratamente me ha sorprendido. Son cuentos muy emparentados con la forma de narrar de la novela corta El coronel no tiene quien le escriba, publicado en 1961 (estos cuentos son de 1962). Estos realtos, como esa novela, no contienen la exuberancia estilística de obras posteriores como Cien años de soledad, y no hay en ellos elementos que puedan asociarse al realismo mágico. Son cuentos realistas, donde abundan los diálogos, el estilo seco pero bello, trabajado en definitiva, y la sensación de que el lector tiene que reconstruir parte de lo que está ocurriendo, porque García Márquez, siguiendo los presupuestos narrativos de Hemingway, no se lo acaba de contar del todo al lector. Nos encontramos en este libro con nuevas referencias a los Buendía o a Macondo, aunque no se nombre a este pueblo de forma explícita el lector ya siente que está pisando sus calles. De hecho, no se indica que el lugar en el que transcurren los cuentos sea el mismo, pero el lector los lee como así fuera. Por ejemplo, hay un bar al que se identifica como “el salón de billar” que parece el mismo de una composición a otra. En Los funerales de la Mamá Grande nos encontramos ya con una intención política que no parecía existir en Ojos de perro azul. Y así se puede leer el cuento Un día de estos (1962) sobre el alcalde del pueblo que visita al dentista, con el que tiene más de una diferencia. De este libro destacaría el cuento largo En este pueblo no hay ladrones, un cuento muy al estilo norteamericano, en realidad, aunque esté ambientado en el Caribe reconocible de García Márquez. Al menos en dos cuentos están los personajes fuertemente relacionados: La prodigiosa tarde de Baltazar y La viuda de Montiel, dos relatos bastantes políticos. El libro acaba con el cuento que le da título. Ya leí en los análisis de la edición de la rae de Cien años de soledad a algún crítico afirmar que García Márquez cometió una incoherencia en su obra porque en el cuento Los funerales de la Mamá Grande escribe frases como las siguientes: “Durante el presente siglo, la Mamá Grande había sido el centro de gravedad de Macondo, como sus hermanos, sus padres y los padres de sus padres lo fueron en el pasado, en una hegemonía que dominaba dos siglos. La aldea se fundó alrededor de su apellido.” (pág. 223). En Cien años de soledad, en cambio, no hay ninguna referencia a la Mamá Grande. En cambio este último cuento sí que supone un cambio estilístico respecto a los anteriores, y se acerca más a la densidad de escritura rítmica y bella de su novela emblemática.
El tercer libro recogido aquí es La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada, publicado en 1972 y por tanto una década después que el anterior. Muchas cosas le han ocurrido a García Márquez entre medias, entre ellas el enorme éxito de su novela Cien años de soledad, publicada en 1967. Si Los funerales de la Mamá Grande se parecía en el estilo y las intenciones a El coronel no tiene quien le escriba, este nuevo conjunto de relatos está más emparentado con Cien años de soledad. Si en Los funerales de la Mamá Grande, quitando el último cuento, en el que el autor jugaba un poco a la exageración, lo más fantástico que podía ocurrir era que en uno de sus cuentos caían pájaros muertes del cielo, en el primero cuento de este nuevo libro ya nos encontramos con un hombre con alas que cae en el patio de un humilde matrimonio. En este mismo cuento, dos hombres se adentran en el mar y ocurre lo siguiente: “Pasaron frente a un pueblo sumergido, con hombres y mujeres de a caballo, que giraban en torno al quiosco de música. Era un día espléndido y había flores de colores en las terrazas.” (pág. 264). En los cuentos de este libro se despliegua con libertad la fantasía, los presupuestos del realismo mágico vuelan en ellos desatados; y además de la fantasía también se desarrolla aquí el mito y la fábula, presentes ya en el título de un cuento como El ahogado más hermoso del mundo. El último cuento, y que da título al conjunto es, con sus casi cincuenta páginas, una novela corta. Curiosamente, si el último cuento de Los funerales de la Mamá Grande cambiaba un poco el estilo del conjunto, y además daba título al libro, lo mismo ocurre con La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada. Así se acabó la fantasía, para narrar una dura historia de explotación sexual. Una novela corta muy buena.
El cuarto y último libro del presente volumen es Doce cuentos peregrinos, publicado en 1992. Este libro cuanta con un prólogo del propio autor, en el que nos cuenta que es el único de sus libros de relatos que tiene un sentido unitario: retratar a diferentes tipos de hispanoamericanos en Europa. Me gusta mucho el primer cuento, el titulado Buen viaje, señor presidente (1979). De nuevo, hemos regresado al realismo, y asistimos aquí al encuentro en la fría Ginebra de un expresidente caribeño, depuesto por un golpe de estado, que ha de acudir a una clínica Suiza y una pareja de compatriotas que malviven allí. En La santa (1981) volvemos a encontrarnos con algún elemento fantástico. Otro buen cuento. Me han gustado mucho también otros como Sólo vine a hablar por teléfono (1978), El verano feliz de la señora Forbes (1976) o El rastro de tu sangre en la nieve (1976). Estos grandes cuentos conviven aquí con otros menores, que parecen un puro divertimento, como los titulados El avión de la bella durmiente (1982) o La luz es como el agua (1978), que, a pesar de su calidad inferior, no dejan de tener su encanto. Quizás lo novedoso de Doce cuentos peregrinos es que en muchos de ellos parece existir un narrador o un personaje que se asemejaría en gran medida a un trasunto del propio Gabriel García Márquez.
Me ha gustado mucho este volumen de Todos los cuentos de Gabriel García Márquez. Los dos libros más redondos son los centrales: Los funerales de la Mamá Grande y La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada, pero los otros dos, pese a ser algo más irregulares, por encontrarse tal vez en los extremos de la obra del autor –los comienzos y el declive- también contienen cuentos muy valiosos.
Compruebo que de sus novelas sólo me queda por leer La mala hora. Me acercaré a ella pronto.