Título: Todos los días son nuestros.Autora: Catalina Aguilar Mastretta.Editorial: Destino, 2017.Páginas: 304.
SINOPSIS.
María y Emiliano parecían una pareja indestructible, de esas que se conocen en el instituto, nunca pierden la pasión y terminan siendo dos adorables ancianos cogidos de la mano. Por eso, cuando llegan a la treintena y una noche, al volver de la fiesta de unos amigos, María empieza una discusión, nadie hubiese imaginado que la pelea terminaría con Emiliano haciendo las maletas y volviendo a casa de sus padres.
En su primera novela, la mexicana Catalina Aguilar Mastretta hace gala de la contagiosa ternura y el humor que ya ha demostrado en su carrera como directora de cine. Todos los días son nuestros es una novela generacional, irónica y divertida en la que dos jóvenes deben aprender a vivir sin la persona con la que creían que iban a pasar el resto de sus días. Una historia narrada con una cercanía conmovedora, que provoca carcajadas, sonrisas tristes y, sobre todo, una inmensa complicidad.
IMPRESIÓN PERSONAL.
"MAMÁ: Quién sabe. Pero igual sí. Todo se arregla con el tiempo. Eso, o deja de importar.
YO: ¿Cuánto tiempo?
MAMÁ: No sé. El que sea. Deja de preguntar necedades, mija. ¿De dónde saliste tan preocupona? ¿Qué te preocupa tanto?
YO: No sé. La vida.
MAMÁ: No, la vida no tiene que preocuparte. ¿Sabes que es la vida? Esto es la vida. Estar aquí sentadas, con este tecito, lavando trastes. Ya con eso la tenemos mejor que el noventa por ciento de la población. ¿Que te preocupa de la vida? Mira que bonita nos ha tocado.
YO: ¿Esto es la vida?
MAMÁ: Esto.
YO: Pues sí (enjugo la última lágrima). En general, qué bonita.
MAMÁ: ¿Ves? Lo que teníamos era hambre."
Cómo nos parecemos todas (y todos, seguro) a la protagonista de esta excelente novela. Somos "preocuponas" como apunta su madre y necias. Pero es que a veces la vida no sigue. Simplemente se acaba y comienzas otra vida. Porque la vida no es sólo respirar, alimentarte, descansar y volver a moverte. La vida es, sobre todo, compartir. Y una comparte de muchas maneras y con una gran variedad de personas...o animales (y en casos extremos, hasta cosas)
Tengo que reconocer que me he sentido María ¿Y quien no? María, que es la que nos cuenta su experiencia, durante un buen tiempo, no vive, sólo habita el mundo. Ha perdido a Emiliano, el amor de su vida. ¿Quien no ha tenido alguna temporada en que habitaba la tierra? Así sin más. Aplicas el instinto de supervivencia del cuerpo y haces lo mínimo que se despacha para mantenerte en pie, para mantener a los que te rodean como si nada hubiera pasado contigo, porque además vas de "tipa" dura y piensas que lo que te pasa es lo normal, que le pasa a todo el mundo y que tu no vas a ser la excepción que confirma la regla.
"¿Conoces a Emiliano? Lo conocía. Lo conozco porque no se me va de la frente y que me pregunten por él me crea un hueco en ese lugar que las viudas se tapan con las manos cuando les hablas del pasado. Pero en la realidad de la calle y de la rutina, no sé de él."
Una tiene que desaprender para volver a aprender a vivir de nuevo, desde el principio, paso a paso sin descanso, y tu vida anterior se va quedando en un álbum de fotos al que te gusta volver de forma fugaz casi a diario, en un momento, en una ráfaga y otras, cuando tu nueva vida te golpea, regresas a ese álbum para regodearte y hartarte de llorar.
De todo esto va Todos los días son nuestros, de morir la vida, de estar muerta y de renacer con una álbum de antiguas fotos debajo del brazo, por si acaso. De dos personas tan unidas que creían vivir en una simbiosis perfecta y que cuando se dan cuenta de que esa perfección ya no es tal, deben aprender a respirar de nuevo por separado. De recomenzar con valentía y de ser la impulsora de tu propio destino. De perder para volverse a levantar para evocar ese "tesecito" con tu madre con una sonrisa en los labios.
María es divertida, inteligente, tan humana como cualquiera de nosotros y es imposible no verte reflejada en ella, haber pasado por muchos momentos por los que ella pasa de dolor, de rabia, de odio y furia y de eterna duda existencial en la que te cuestionas que demonios estás haciendo o pensando. He reído, he llorado, he revivido muchos momentos y me he reconocido en muchos otros. Creo que ésta es la mayor fortaleza de esta novela: es imposible no reconocerte en ella, incluso aunque no hayas pasado por una situación de pareja similar a la de María. La pérdida de alguien es tan amplia que el motivo de la misma es lo que menos importa a la hora de hacerte sentir lo que sientes.
No os la perdáis. Ha sido una de mis mejores lecturas del año, si no la mejor.