Todos los gobiernos del mundo son culpables de la pésima gestión de la pandemia

Publicado el 07 enero 2021 por Carlosdelriego

Perfecta imagen de la situación, los gobernantes muy cómodos varios metros sobre el suelo sin hacer nada por los ciudadanos que se hunden 

Así es, todos los gobiernos de todos los países del mundo (con alguna excepción), de cualquier ideología o partido han gestionado con enorme negligencia la pandemia y, por tanto, son culpables de las escalofriantes cifras de muertos y damnificados. Y ello es así porque una de las principales obligaciones de todo gobernante es velar por la salud pública, y es evidente que no han cumplido con su obligación

Puede parecer exagerado o injusto, pero lo cierto es que las cantidades de fallecidos por el virus que se dan como oficiales (que seguramente serán falsas) demuestran que los políticos y partidos gobernantes han actuado con desidia e incompetencia hasta que ya era tarde, incluso algunos siguen así. El gobernante tiene el deber ineludible de proporcionar a la población seguridad, enseñanza…, y por encima de todo velar por la salud y procurar el bienestar de los ciudadanos. Cobran por esa responsabilidad, pero no han cumplido (hay excepciones, claro, como en Nueva Zelanda).

¿Y por qué no han atendido a una prioridad tan evidente como la amenaza de una pandemia de estas características? La respuesta está clara, porque están en su mundo, en el de la política, el cual está a varios años luz de la realidad, muy lejos de la calle, del ciudadano y sus problemas. Los gobiernos los integran políticos vitalicios cuya única preocupación es hacer política, lo cual quiere decir que todo hubiera sido igual (o muy parecido) en caso de que la pandemia hubiera pillado a otros partidos en el poder, todos hubieran actuado más o menos igual porque, en realidad, todos los políticos se ven inevitablemente impulsados a hacer lo mismo: política, su único objetivo. Es decir, lo que les preocupa es mantener o conquistar el poder, maniobrar ante la opinión pública, pensar estrategias para las próximas elecciones, encargar costosísimas campañas de autobombo y de propaganda para tapar vergüenzas propias y destacar las del rival, colocar a gente de confianza en los puestos más apetecibles y de poder para tener cuanto más control mejor…A esto estaban cuando se conocieron los primeros casos y a ello están muchos gobiernos en la actualidad.

Tal han perpetrado todos los políticos que componen todos los gobiernos de todo el mundo. A finales de 2019 los medios de comunicación ya hablaban de la extraña epidemia que se había desatado en una provincia china. Desde ese momento la noticia empezó a ocupar más y más espacio en prensa y redes. A comienzos de 2020 los organismos internacionales avisaron de lo que se venía encima: la OMS, la Unión Europea, la ONU… lanzaban alarmas muy preocupantes que, incomprensiblemente, los gobiernos ignoraron, relegándolas para dedicar tiempo, esfuerzo y dinero a lo suyo, a la política. Las consecuencias son los millones de muertos y las economías destrozadas.

Y todos los gobiernos actuaron igual, y algunos peor, pues tampoco hay que olvidar que hubo presidentes y ministros que negaron la gravedad del virus, lo cual seguro que indujo a muchos ciudadanos a ‘pasar de todo’, con los resultados por todos conocidos. Y en no pocos casos han tratado de desviar la atención con propuestas innecesarias y tremendamente inoportunas; como ese alcalde de una capital del noroeste que mandó, en pleno confinamiento, pintar calzadas y aceras de una calle…, sería como si el capitán del Titanic ordenara, tras chocar con el iceberg, pintar las habitaciones. Delirante, típico de quien vive lejos de la realidad.

Si los políticos que componen los gobiernos hubieran cumplido su obligación habrían actuado desde el primer momento, desde las primeras evidencias, con lo cual las cifras de muertos hubieran sido mucho menores. E igualmente,si los gobernantes fueran los gerentes de empresas privadas, sin duda serían acusados de negligencia criminal. Pero son políticos profesionales y vitalicios.

CARLOS DEL RIEGO