Y entonces me enamore.
Mentiría si dijera que Todos los hermosos caballos es floja, apta, fácil y muchas cosas mas. Ni de coña. Todos los hermosos caballos es puro McCarthy, oscura, hosca, áspera, dura y violenta. Pero esta novela es idónea para descubrir a McCarthy, aunque mucha gente dice que la mejor para iniciarse en el mundo McCarthy es La carretera; yo creo que si superas Todos los hermosos caballos y te gusta, estas metido hasta el cuello en el jodido mundo McCarthy. Y lo amaras para siempre.
La historia de John Grady y su amigo Lacey Rawlins es absolutamente increíble. Grady es un héroe, un jodido héroe. John y Lacey de diecisiete y dieciséis años respectivamente, viven en un pequeño pueblo de Texas. Deciden marcharse a México con sus caballos, corre el año 1949. El resto es Literatura. Lo que McCarthy nos muestra es una relación de amistad que supera todos los cánones posibles, todas las fisuras, una amistad inquebrantable hasta las últimas consecuencias. Dos amigos y sus caballos, entorno a los cuales gira toda la novela. Los caballos, más que animales, más que objetos con los que cabalgar, serán la punta de lanza de una suerte de pasajes i vivencias durísimas, los caballos como eje de todo, como motivo, como causa.
Pero si los caballos, sus caballos, los caballos, son el eje de la novela, junto con la amistad omnipresente, hay que destacar la lealtad y la honestidad, sobre todo de Grady, llevadas hasta último termino. La honestidad hasta el último aliento, la búsqueda de la verdad. La defensa de la verdad. Es una novela de excesos. Y de redenciones.
Pasajes en que McCarthy nos muestra la obstinación del ser humano, nos hace sufrir y desear no seguir leyendo aún sin poder apartar la vista de las páginas. McCarthy con su mundo de diálogos cortos y ásperos, con paisajes llenos de polvo y sudor, con esa envoltura de grandes valles y jinetes, caballos, pequeñas ladeas, mexicanos, y silencios, con su prosa hipnotizante y durísima.
El amor también esta presente. El amor rebelde y prohibido que siente Grady.
Y el desarraigo. Como se instala en nosotros una sensación creciente conforme avanza la novela de profundo desarraigo. Grady es un apátrida, un errante, que cabalga por el mero hecho de cabalgar, ama los caballos más que a su vida. La desazón por el hogar se hace muy palpable justo en las últimas páginas, cuando después de innumerables incidentes, en los que el destino o el azar han interpuesto su mano, Grady cabalga de nuevo hacia Texas. Texas, que en palabras del propio Grady:
Creo que seguiré viajando
Con todo, este es un buen país.
Si, lo sé. Pero no es mi país.
Rawlins se acercó, cogió el caballo y se detuvo.
¿Dónde esta tu país?, preguntó
No lo sé, dijo John Grady. No sé donde está. No sé como es mi país.
Hay un episodio maravilloso y surrealista, hacia el final de la novela, donde Grady llega a casa de un reverendo, el reverendo Jimmy Blevins. El azar, la casualidad, cualquier fuerza, cualquier cosa, su propia búsqueda, hace que vaya a parar a esa casa, a ese reverendo con un significado enrome. Un doble significado, uno es casi incontable sin relatar parte de la trama, el otro, en un alarde de formidable misticismo es la redención de nuestro protagonista. Grady quiere ser perdonado, entendido. El reverendo cura a través de la radio, lleva la palabra de dios a todo el mundo, incluso a Marte. Y siendo suficiente solamente su presencia en la casa, su charla con el reverendo y sobre todo con su mujer, ésta ultima algo alejada de la realidad, John es perdonado, significativamente.
Todos los hermosos caballos es la primera de las tres que componen la Trilogía de la frontera, a la que siguen En la Frontera y Ciudades en la llanura.