Durante miles de años, la mujer ha sido discriminada ferozmente por el hecho de serlo. No es correcto hablar de ‘machismo en el siglo XI’, ya que para que exista el machismo, tiene que existir el concepto de igualdad de género, algo que no se controlaba por aquel entonces.
Durante el siglo XX, la necesaria conquista de la mujer en el ámbito legal, social, económico... ha conseguido que en la actualidad exista una supuesta igualdad de género nunca vista (gracias a Dios). Las mujeres tienen los mismos derechos que los hombres en la mayoría de los países civilizados, las tareas del hogar lentamente están siendo más repartidas en los dos cónyuges en parejas heterosexuales y la (lenta) independencia social de la mujer ha conseguido numerosas victorias. El feminismo ha sido la corriente ideológica que ha llevado estos cambios a cabo, y ha sido el que contra viento y marea ha conseguido que hoy en día, en Europa, el voto de una mujer valga lo mismo que el de un hombre o que la meritocracia esté implantada en una educación que se encarga de inculcar valores de igualdad y respeto.
Pero no todo son logros hasta hoy en día. La brecha salarial entre hombres y mujeres se abre paso como consecuencia de la terrible ¿crisis? que sufrimos en la actualidad. Sigue siendo habitual comportamientos, discursos y actitudes machistas en sociedades civilizadas y que están a la cabeza de la economía y el desarrollo como es Japón (de los países desarrollados más machistas). La lucha por la igualdad de géneros sigue siendo una prioridad no sólo en España, sino también en Europa.
El feminazismo ha conseguido estar bien visto en España. La sociedad española y su legislación ve con buenos ojos ciertas (y claras) discriminaciones hacia el hombre por el hecho de serlo. Y no me lo saco de la manga.
En España, la ley de divorcio trae consigo la ley de custodia. Esta ley de divorcio da al progenitor la mayoría de bienes/pensiones/inmuebles y demás al progenitor que ostenta la custodia de los hijos. Dicha custodia será para la mujer en caso de divorcio como situación preferente, es decir, siempre y cuando que no haya un acuerdo entre las dos partes (vamos, casi siempre ya que estos acuerdos suelen ser minoría, y valoro enormemente que mis padres llegasen a uno y pueda disfrutar de ambos dos en igualdad de condiciones). En estos casos, da igual que la calidad de vida que vaya a proporcionar el padre a sus hijos sea mucho mayor que la de la mujer sea económica o socio-psíquica, ya que ésta se llevará susodicha custodia. Esto es de por ley, porque sí y ya está. Esta ley nace de la generalización de “los hombres son unos maltratadores”, que va en contra de esta “igualdad” que tanto nos gusta tener en la boca. Yo he conocido casos que son verdaderamente unos escándalos, y todo por culpa de una ley injusta.
Entrando un poco en este tema del maltrato, no podemos negar ni evitar denunciar con todas nuestras fuerzas que el maltrato a parejas es demenciable e inhumano (siendo la mayoría de las maltratadas mujeres). La violencia doméstica es una lacra para este país, que se lleva por delante muchísimas vidas (la mayoría de mujeres). La Ley de Violencia de Género únicamente ve reflejados actos de violencia de hombres hacia mujeres. Esta ley ni recoge ni ampara maltrato hacia el hombre (que aunque sea una grandísima minoría, existe) ni el maltrato de parejas homosexuales masculinas. Es decir, si eres gay y recibes maltrato por parte de tu pareja, no puedes ampararte en dicha ley ya que lo tuyo no es “violencia doméstica”, ya que tu no tienes ese derecho. Despreciable.
No olvidemos que nuestra querida Junta (que reparte entre sus primos) de Andalucía tiene el famoso “Instituto de la Mujer” dentro de la consejería de Igualdad y Bienestar Social. En este “instituto” se gastan millonadas en estructuras duplicadas y triplicadas para colocar a sus amiguetes. También cabe decir que hombre, los hombres no tenemos derecho a ningún instituto ya que somos unos cerdos machistas y maltratadores (nótese la ironía). Sin comentarios.
Para concluir, no dejarme atrás mis propuestas: una ley de Custodia Compartida como preferencia en caso de divorcio (exceptuando casos de maltrato y exclusión social), una Ley de Igualdad que verdaderamente iguale, y no discrimine aunque sea “positivamente” y que los recursos sean invertidos en que la meritocracia (sistema basado en la valoración de los méritos tanto personales como académicos) sea la que rija nuestra sociedad.