Todos somos turistas

Publicado el 04 junio 2012 por Rbesonias

Todos somos turistas. Esto es lo que muestra el fotógrafo Martin Parr a través de su exposición Souvenir. Martin Parr, fotografía y coleccionismo, en la que retrata a cientos de turistas en diferentes partes del planeta. Todos diferentes, todos iguales, todos turistas.A mí también me gustaría ser ese viajero que describe Paul Bowles en su famosa novela El cielo protector; atravesar el vasto mundo sin tener la certeza de regresar, dejarme llevar, perderme, mezclarme, ser de todos y ningún lugar. Pero me conformo -pobre mortal- con no dejarme arrollar por el merchandising consumista que rodea a todos los lugares que visito. Y sí, he de reconocerlo, a veces disfruto siendo un turista más, empleando su tiempo en souvenirs y tópicos variados. Aunque es cierto que con el paso de los años me acaba cansando la tendencia generalizada -por lo menos en la Europa más próxima- de ofrecer al turista una visión estandarizada de sus capitales. Acaba uno por dudar de si París es real, o solamente un escenario de cartón piedra, un parque de atracciones con actividades prediseñadas para tenernos contentos y adelgazar nuestras cuentas corrientes. El turismo moderno vende estereotipos, ideas preconcebidas ligadas a emociones de misterio, paz, aventuras,... Viajar no es una experiencia más dentro de nuestra vida, sino un corte excepcional, intercalado, una terapia estacional para vitaminizar el resto del año.La agencia de viajes te ofrece el producto -así lo llaman; después de todo, lo que hacemos no es otra cosa que consumir lugares- presentado en un paquete atractivo, con horarios y visitas planificadas. No tienes que preocuparte de nada; eso te dicen. El turista occidental busca olvidarse de que es un peón más dentro de una estructura laboral mecanizada; por eso las vacaciones se venden como un paréntesis en donde olvidar la vida cotidiana y sumergirse en el sueño de un edén recreado por tiempo limitado para tus sentidos.Viajar está sobrevalorado. Me gusta imaginar la vida antes de que todos nos convirtiéramos en burgueses. La única modalidad de viaje era abrir puertas a la imaginación, crear dentro de ti . Aquellos que no tenían el gusto de pertenecer a la clase acomodada o al club selecto del estatus heredado, viajaban casi siempre por necesidad: visitar a un familiar enfermo, hospitalizarse y demás contingencias desventuradas. Los placeres cotidianos los abastecía el entorno más cercano: bañarte en el río, bailar en las fiestas tradicionales, desahogarte en el bar o tirar piedras. 


El turismo es una de las más eficaces invenciones de la Sociedad del Bienestar. Marx, cuando soñaba su sociedad ideal, se imaginaba un país en el que los trabajadores tuvieran suficiente tiempo para solazar su estampa; el ocio es uno de los índices de medición de la riqueza, nacido a la luz de la socialdemocracia. El catecismo del déficit cero y el Estado Mínimo quizá imponga a todos una nueva cultura del ocio, quizá pasemos a ser de nuevo todos proletarios, mano de obra sin tiempo o parados, con tanto tiempo libre, que no sabremos bien en qué ocuparlo ni tendremos dinero con el que gastarlo.
Ramón Besonías Román