27 octubre 2014 por alhobo
wikimedia.org
Esta semana me siento como si hubiera perdido mi inocencia. Siempre coincidí con aquellos (políticos casi siempre, ¡qué extraño!) que decían que por cada corrupto que sale a la luz hay diez que son honrados. Lo que ocurre, explicaban, es que ese uno hace tanto ruido como 100 de los “legales”. Yo que siempre he compartido la visión rousseauniana de la vida que defiende que todo el mundo es bueno, me creía este arguento a pie juntillas: “Claro, los que roban son minoría, pero generan escándalos de dimensiones estratosféricas”.
Como les decía al principio, esta semana he perdido mi inocencia y los hechos me han hecho ver que realmente es justo lo contrario, entre políticos y administradores de lo público el rara avis es aquel que nunca ha metido la mano en la caja. Me da igual el motivo o las razones que lo llevaran a hacerlo, si era para mejorar su ya alto nivel de vida o para ayudar a los más pobres. Me la sopla, este tipo de comportamientos no se pueden consentir de ninguna manera.
Lo siento, porque igual estoy siendo injusta con los pocos que no lo son, pero la mayoría de los políticos son unos corruptos. Lo digo así, abiertamente, sin tapujos. Nos lo demuestran cada día con sus actitudes pseudomafiosas y lo leemos cada día en las páginas de los periódicos. Si no es en Valencia, es en Madrid o en Canarias, si no son tarjetas opacas, son intentos de amañar las elecciones primarias o concesiones públicas a cambio de favores. Afectan a la Casa Real, presidentes de Diputación, concejales, alcaldes y aspirantes a candidatos… Da igual la edad, el sexo o la filiación política. Están por todas partes y en todos los partidos. Mires donde mires hay un corrupto y lo peor es que creo que nos enteramos de la décima parte de lo que ocurre, muy a mi pesar creo que solo vemos la punta del iceberg. Como sigamos así creo que voy a proponer a la RAE que incluya entre los sinónimos de político la palabra corrupción. Así todos tendremos todas las cartas sobre la mesa.