'Tokio Blues', la película de Tran Anh Hung, basada en la novela de Haruki Murakami

Publicado el 16 mayo 2011 por Carol

Tokio Blues-Norwegian wood fue la primera novela que leí del japonés Haruki Murakami, y me llevé una decepción monumental. Estaba acostumbrada a leer a autores como Mishima, Kawabata, Soeki o Tanizaki, que de hecho, siguen siendo mis favoritos, pese a que he ampliado el círculo de autores japoneses, y claro, Murakami fue como una bofetada en toda la cara. Esperaba encontrar un autor japonés con todo lo que ello conlleva de prejuicios, lo reconozco, y no, Murakami no es un autor japonés al uso. Un par de novelas más, y la insistencia de la libro_génica Karo, defensora a ultranza de 'Harukami', me hicieron reconciliarme con el autor con Sputnik, mi amor. La clave es no dar nada por sentado, no esperar nada, simplemente dejarse llevar y convencer por su mundo. Es quizá por eso, que he intentado acercarme a la versión cinematográfica con la mente más abierta posible, intentando olvidar todo aquello que no me cautivó de la novela. Y aunque en parte lo he conseguido, he de reconocer que me han podido varios lastres. Tanto es así, que al salir del cine, mi chico, que no ha leído la novela ni nada de Murakami (si, estoy intentando convencerle, tiempo al tiempo), sacó conclusiones muchísimo más interesantes de la película que yo. Así que, con su permiso, utilizaré algunas de esas ideas para este post, ya que, una vez que me las hizo ver, se hicieron más que evidentes para mi. 

Para quien no haya leído la novela, Tokio Blues es un triángulo de personajes que viven en el Japón de los años 60, en plena efervescencia de los movimientos estudiantiles y la música hippie. Watanabe es un universitario que ha perdido a su mejor amigo, quien se ha suicidado. En la Universidad se reencuentra con Naoko, la novia de su amigo, por quien no puede evitar sentir algo muy especial. Sin embargo, la salud mental de Naoko es muy frágil, y finalmente tiene que ser internada en un centro. Mientras tanto, Watanabe conoce a Midori, una joven llena de vitalidad. La película está dirigida por Tran Anh Hung (El olor de la papaya verde) y protagonizada por Kenichi Matsuyama, Kiko Mizuhara y, la más popular de los tres en occidente, Rinko Kikuchi, a la que recordaréis por Babel. Los actores encajan como un guante en los personajes, aunque a mi la que más me ha gustado es Kiko Mizuhara, quien da vida a Midori, ya que ha sabido captar totalmente la esencia del personaje. Es totalmente la Midori que imaginaba mientras leía. Por lo visto, es una famosa modelo, y esta es su primera película. La historia supone un pulso entre aquellos que quieren luchar por la vida y aquellos que se dejan vencer por ella. Una batalla nada fácil, pero en la que finalmente, gana la vida sobre la muerte. Además, pone en evidencia el tremendo choque cultural que existe en Japón entre la tradición oriental y la occidentalización, algo que no siempre es fácil de conjugar, y que lleva a muchos a situaciones extremas. La película tiene unos planos llenos de belleza y sensación de tiempo detenido, especialmente aquellos en los que Watanabe y Naoko se encuentran en el sanatorio, contrapuestos a los momentos llenos de luz y dinamismo de la relación de Watanabe con Midori. Además, la banda sonora es absolutamente excepcional, además de la bellísima Norwegian wood de los Beatles que da título a la novela, he de destacar para mi la maravillosa Indian Summer de The Doors, uno de mis grupos favoritos, que me emocionó hasta la médula escuchar en el cine. La banda sonora original está compuesta por Jonny Greenwood, guitarrista de Radiohead, quien ya creara la banda sonora de Pozos de ambición por la que fue nominado a los premios Grammy y BAFTA

Tanto si habéis leído la novela, como si no, Tokio Blues es una película digna de verse, sobre sentimientos humanos, sobre decisiones que nos llevan a un punto u otro, encuentros y desencuentros que nos marcan y definen. Tokio Blues es además una magnífica ocasión de ver cine asiático, algo no siempre fácil en los cines españoles. Si podéis, no os la perdáis.