"People are strange when you are a stranger"People are strange, de The Doors.
Toru Watanabe se ocultó el rostro con las palmas de sus manos al reconocer las cuerdas vocales de Paul McCartney, la melodía de aquel Norwegian Wood que lo lanzó, nada más aterrizar en Hamburgo, al ostracismo del recuerdo. Allí, décadas después, saltando entre lecturas y canciones capaces de colorear los rostros más queridos, Toru contorna y amoldea la estela dejada atrás, percibe el gélido aliento de Naoko, su interminable silueta, los prados conquistados junto a ella. Pero al rebobinar también surgirán su amigo suicida Kizuki, el imborrable Tropa-de-Asalto, Nagasawa, el vivo retrato de Gatsby, la melómana de Reiko o la alocada, vivaz y persistente Midori que removerá la intemperie para no contemplar el lodazal a orillas de la memoria del propio Watanabe.
Haruki Murakami frente al vacío que descuartiza con sus letras en Tokio Blues.
La célebre y magistral obra de Haruki Murakami, no es una simple y melancólica historia de amor. Tokio Blues: Norwegian Wood, es un ávido y acertado análisis, una viva reflexión sobre nuestro mundo y nuestros espejos, ambos hilados entre sí y que, además, no se aparta de la vida y la muerte. Con una narrativa ágil y sustentada en la cultura -ante todo musical y del género del jazz pero donde se desborda hasta tocar los Beatles, Burt Bacharach y hasta a Brahms y Mozart-, una estructura impecable y construida sobre pilares teatrales, Murakami perfila tres personajes que se posicionan de manera diferente frente a nuestras ciudades, el latido y la nada. Despiadado o feroz, resignado y abatido, optimista y alegre pese a las adversidades, así se perfilan las opciones en el pasado del solitario Watanabe. ¿Somos capaces de elegir? Y si es así, ¿qué elección tomó este joven estudiante de teatro? ¿Qué es la vida?¿Qué la muerte?Quien pretenda encontrar en esta novela inflada de humor y, en ocasiones, de cierto surrealismo -casi kafkiano diría yo- un mero pasatiempos, se verá decepcionado. Tokio Blues es un auténtico clásico de la literatura contemporánea. Un novelón. Una afirmación de aquel canto de Jim Morrison.