La primera impresión es asustadora: la cantidad de personas que ahí van. Y el tiempo que esperan –muy a gusto- a Minnie & Mickey desfilar, para verlos pasar y sacarles una foto: no jodan. Aquí no encontrarán una sola foto de esa parejita, aunque confieso que me hubiese gustado sacarle una a Donald que de chico me gustaba, pero ni íbamos a esperar horas sentados en la pista por donde pasarían, y ni había espacio. ¡Cómo han hecho suya los japoneses esa cultura estadounidense!
Los chullos más caros que ya vi están aquí, en el local sobre la película “The emperor's new groove” (“Las locuras del emperador”), aquella película animada donde mezclan detalles de la cultura inca y pre-inca. Preciosos ponchos de alpaca que ni en Cusco vi a unos precios exorbitantes, y mucha artesanía ayacuchana (retablos) y de otras regiones del Perú, todo re-caro, aun así las filas en caja –como en todas las tiendas- eran kilométricas.
Esta japonesita es la Sumire de "Sputnik, mi amor", de Haruki Murakami:
Aquí se encuentran los productos "Made in Perú":
Llegada la noche el clásico Castillo de Disney es bellamente iluminado, y con trípode, disparador automático y sin flash salen imágenes que con cámara en mano sería imposible sacar por dejar el obturador de la cámara a una velocidad menor para que así capte una mayor cantidad de luz del área a fotografiar: pueden pasar personas caminando atrás tuyo y no saldrán, o, en el peor de los casos, si es que están caminando lentamente saldrán “como fantasmas”; de esta manera la cámara sólo captará los objetos o personas estáticas, o, como en una foto al final, una estela de luz dejada –en este caso- por el celular de Charles que pasaba caminando, y él, por estar en movimiento no aparecerá.