Un mendigo (Gin), un travesti (Hana) y una adolescente que ha huido de su hogar (Miyuki), encuentran un bebé abandonado. El grupo decide buscar a los padres de la criatura, pero hallarlos en el enjambre humano de Tokio puede ser lo más parecido al viejo dicho de encontrar una aguja en un pajar.
“Tokyo Godfathers”, al igual que las cintas anteriores del fallecido Satoshi Kon, “Perfect Blue” (1998) y “Millennium Actress” (2001), fue realizada pensando más en los diversos festivales internacionales de cine que en el público en general. Sin embargo, la cinta que hoy nos ocupa es recordada como un trabajo atípico dentro de la corta filmografía del director. Por primera vez, Kon se alejaba de los dramas psicológicos que marcaron su obra para meterse de lleno en el mundo de la fantasía y la comedía, dejándole en claro al espectador que los elementos fantásticos de la historia están ligados directamente a la imaginación de los protagonistas. Es sabido que el director se basó en el western de John Ford, “Three Godfathers” (1948), en el cual tres forajidos se topan con una madre moribunda a quien le prometen cuidar a su bebé durante su travesía por el desierto. Básicamente, lo que hizo Kon fue actualizar este melodrama protagonizado por John Wayne, convirtiéndolo en un estudio sociológico de cómo la sociedad urbana moderna abandona por completo a las personas sin hogar.
Como mencionaba anteriormente, los primeros pasos de Kon en la comedía están protagonizados por tres vagabundos residentes en Tokio, cada uno de los cuales convive con la carga de un desafortunado pasado. Gin es un borracho de unos cincuenta años de edad, que asegura haber perdido todo por una mala apuesta; Hana es un travesti huérfano que perdió su trabajo como cantante de un cabaret luego de golpear a un cliente; y Miyuki es una adolescente que huyó de su casa luego de protagonizar un violento incidente con su padre. En plena víspera de Navidad, mientras buscan un regalo para Miyuki en un montón de basura, el peculiar trío se encuentra con una recién nacida abandonada en el frío. Pese a que en un principio piensan en llevar a la bebé a la policía, tras la insistencia de Hana, que opina que la niña es un verdadero regalo de Dios, los protagonistas deciden buscan a los padres del bebé por su cuenta, embarcándose en una serie de aventuras que les traerán más de un problema.
Aunque para Kon hubiese sido más sencillo apegarse a la historia relatada por John Ford, junto al guionista Keiko Nobumoto, el director introduce una serie de vueltas de tuerca al relato. Para empezar, la aparición del bebé desata un verdadero efecto dominó marcado por una serie de coincidencias, las cuales guían a los protagonistas a buen número de curiosas locaciones entre las que se incluyen el matrimonio de la hija de un conocido criminal, la humilde casa de un asesino latinoamericano, y el cabaret donde solía trabajar Hana, entre otros. La búsqueda de los padres de la niña se convertirá en un viaje casi catártico para los protagonistas, ya que los obliga a repasar sus propias historias, vergüenzas y verdades, viéndose eventualmente obligados a enfrentar el pasado que han intentando dejar atrás. Y es que la acción que presenta el film ocupa un lugar secundario ante el estado emocional y la relación existente entre los tres “padrinos”. Gin, Hana, Miyuki y la bebé, a quien han bautizado como Kiyoko (niña pura), forman una verdadera familia disfuncional donde cada uno de los miembros hace todo lo que está a su alcance para cuidar del resto.
Durante el transcurso de la historia, somos testigos de las múltiples discusiones del trío de protagonistas, así como también de algunos monólogos introspectivos que revelan parte de los secretos personales que ninguno de ellos se ha atrevido a revelarle al resto o a sí mismos por mucho tiempo. Como en el fondo “Tokyo Godfathers” es una película navideña, donde los protagonistas pueden ser considerados como un equivalente a los tres reyes magos, existen una serie de elementos que podrían ser enmarcados dentro del llamado realismo mágico. En múltiples ocasiones, Hana asegura que el bebé, y por ende ellos también, están protegidos por fuerzas celestiales. De hecho en el tramo final de la cinta, somos testigos de una seguidilla de “milagros navideños” que encausan a todos los involucrados por el buen camino, al mismo tiempo que los recompensan por sus actos. Básicamente, Kon nos entrega su versión de la fantasía navideña tradicional americana, en la cual los protagonistas ven como su fe es restaurada por Dios, un ángel, Santa Claus, o todas las anteriores.
Tomando en cuenta el trasfondo de la historia, la crudeza de algunas escenas, y el tono de una buena parte de los diálogos, es evidente que “Tokyo Godfathers” no es una película destinada al público infantil. Sin lugar a dudas, estamos ante una fábula adulta que recalca la importancia de la familia y el amor por el prójimo, en un mundo donde no siempre tenemos tiempo para detenernos y pensar en las cosas que realmente son importantes en nuestra vida. En su corta carrera como director, Satoshi Kon demostró ser uno de los grandes talentos de la animación japonesa, no solo por crear historias interesantes y entretenidas, sino que además por su excelso domino del ritmo narrativo. Con una trama que atenta contra cualquier atisbo de verosimilitud, aludiendo a una serie de improbables coincidencias que finalmente terminan siendo determinantes para conseguir el desenlace esperado, “Tokyo Godfathers” se alza como una de las mejores cintas de animación de los últimos años, y como una aventura navideña sin precedentes que vale la pena revisar.
por Fantomas.