Mi madre es una joya, y no, no me ciega la pasión de hija, es íntegra, buena, generosa e inteligente, además de extremadamente independiente.
Una de las cosas que más admiro de la Señora es su capacidad para llevarse bien con todo el mundo, algo que consigue sin sacrificar ni un ápice de la fuerza de su personalidad. Defiende sus opiniones sin más problemas, el otro puede estar más o menos de acuerdo, pero no por ello se desencadena un altercado. Desde luego no he heredado de ella mi tendencia a meterme en líos sin buscarlos, ¿para qué? ya me encuentran por sí solos (a veces no sé muy bien cómo). Lo curioso es que la Señora no da la impresión de ser alguien con grandes dotes diplomáticas, entre otras cosas no suele haber negociación posible, supongo que simplemente se limita a exponer su punto de vista y es tan consistente que consigue que la gente lo vea así, como un punto de vista.
La Señora transmite firmeza, pero también equilibrio, es alguien que inspira seguridad y confianza, proporciona estabilidad y que nunca ha perdido el interés por aprender que sintió desde bien pequeña, cuando con diez años se fue ella solita a hacerse la matrícula del bachillerato. Ya entonces tenía las ideas muy claras.