¿Tomamos un café?

Publicado el 16 enero 2014 por Caterina

Podríamos decir que, en nuestro país, hay tradición cafetera. Nos gusta el café y me atrevo a pensar que, bajo lo observado, tendemos a tomar más de 2 cafés diarios. En mi caso, terminan siendo más, aunque este año me haya propuesto substituir parte de mis dosis cafeteras por té.

Además de mi debilidad por tomar un buen café, valoro muchísimo y casi en igual medida la compañía que tengo cuando lo hago. ¿Cuántas veces habremos llamado a algún amigo para quedar con él con la excusa de tomar un café? Quedar para tomar café se convierte muy a menudo en una forma de socializar. Es una manera de conseguir quedar con alguien, en un lugar neutro y compartir un café con conversación.

Ya que parece que el post de hoy ha derivado en la temática de “café social”, nombraré dos ejemplos de “cafés” que últimamente me han llamado la atención.

  1. Café pendiente.
    Desde hace unos meses, me he encontrado con varios artículos hablando de los cafés pendientes. Se trata de una iniciativa solidaria, de origen italiano, que consiste en dejar cafés pagados aunque no consumidos. La idea es que, cuando llegue, alguna persona que no pueda permitirse un café caliente, acuda a este tipo de cafeterías y consuma uno de esos cafés pendientes. La idea me encanta.
    Estos días, he encontrado un artículo de EL PAÍS escrito por Patricia Peiró que explica el origen de esta tradición. Como ya adelanté antes, la idea viene de Italia, concretamente de Nápoles y se remonta a principios del siglo XX. En ese entonces, cuando alguien estaba eufórico, le sobraba el dinero o simplemente estaba generoso, pagaba dos tazas, una para él y otra para el que llegara con los bolsillos vacíos.
    El responsable del retorno del café pendiente a nuestros días es un hombre italiano llamado Maurizio del Bufalo y el responsable de haberlo hecho llegar a España es Gonzalo Sapiña, quién ha creado la página de #CafésPendientes donde podemos encontrar varias cafeterías en el ámbito nacional donde se sirven estos cafés.
    He buscado cuántos de éstos hay en Mallorca y solo he encontrado dos: Cafè Solidari (en Palma) y Bo-Bons (en Santa Maria del Camí). Quizás tendremos que preguntar al equipo de Café y más, expertos en cafeterías mallorquinas, a ver si conocen más locales que ofrezcan cafés solidarios.
  2. Pay-per-minute café.
    En este caso, he descubierto mediante un artículo de The Guardian el primer café de pago por minuto en Europa Occidental. Me ha fascinado la idea por qué refleja esa parte social que implica tomar café con alguien. Posiblemente, a quién se le haya ocurrido esa idea (que parece ser un ruso) ha tenido previamente que priorizar el entorno social al simple hecho de tomar café. ¡Me encanta este concepto!
    El artículo describe este café como un espacio donde cada uno puede sentirse “como en casa” y yo añado “por un minuto”. Las personas que acudan a este tipo de locales tendrán a su disposición un lugar de trabajo con opción a reserva, servicio de electricidad, galletas, cafés, acceso a Internet e impresoras. No se pagará por los cafés consumidos sino por el tiempo “gastado” en ese lugar. Es decir, todo será gratis excepto el tiempo. El precio es de 3 peniques por minuto, lo que equivale según El Confidencial, a 2,18€ por hora. He encontrado, por las redes sociales, este video donde se puede ver el café por dentro y escuchar la opinión de algunos de los usuarios. Es un nuevo modelo y es diferente y, por eso, me gusta.

Sea como sea, estas dos modalidades de tomar café tienen un fondo social. En el primer caso, se trata de solidaridad y en el segundo se trata de esa necesidad humana llamada comunicación que en la mayoría de los casos implica compartir.

Podemos encontrar entre estos dos ejemplos algo en común y esto es el concepto de coworking aplicado a la vida, lo que podríamos llamar, así y en confianza, algo como coliving. He buscado por ahí si existe tal concepto y, evidentemente, no soy la primera en utilizarlo. Aunque, tengo que decir a mi favor, que no he visto quién lo aplique en el mismo sentido que lo estoy haciendo yo.

He encontrado quienes hacen referencia a este concepto en el sentido de convivencia bajo un mismo techo. El caso que me ha llamado más la atención, y que he descubierto a través de un buen amigo, es el de Rainbow Mansion, donde conviven mentes brillantes, emprendedoras, jóvenes e internacionales. En este caso sí comparan el coliving con el coworking, pues se trata de personas coworkers entre ellas que conviven juntas y se complementan las unas a las otras.

Parece que me he ido de tema pero no es así. El problema es que no termino de encontrar un nombre para estas iniciativas y/o proyectos de carácter, a menudo, altruista y con un fondo social tan fuerte que influyen de forma positiva directamente en la vida de otras personas. El retorno de este tipo de proyectos no es siempre económico. Estos proyectos requieren de otro tipo de métricas para medir su impacto, métricas que no son fáciles de identificar ni calcular.

Me acerco más, quizás, al concepto de cadena de favores por utópico que pueda sonar. Si día a día realizamos pequeños favores a los demás y los demás lo van haciendo con otros, se produce un efecto dominó que llega a beneficiar a toda la sociedad. No sé si estamos preparados para este tipo de proyectos pero, sin duda, son muy ambiciosos.

Termino citando una de las frases que aparece en el Muro de Berlín, ciudad que he frecuentado mucho últimamente y que pienso seguir haciéndolo.

Viele kleine Leute, die in vielen kleinen Orten kleine Dinge tun, können das Gesicht der Welt verändern.

Gente pequeñita, que pequeñas cosas en pequeños lugares hace, pueden cambiar el rostro del mundo entero.


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