SI EL HONOR FUERA RENTABLE, TODO EL MUNDO SERÍA HONORABLE. T. Moro
El patio está que arde; en realidad siempre lo ha estado, porque nuestros gobernantes ignoran lo que es la dignidad. El poner la política al servicio público, por mucho que digan, no se lleva. Así que a los creyentes bien les valdría encomendar sus rezos a Tomás Moro o Thomas More, como se quiera. Es venerado como ejemplo de coherencia moral y por el testimonio que dio, con su forma de vivir, de la primacía de la verdad sobre el poder. Su figura exalta el valor de la política como servicio a las personas.
Su historia es un llamamiento a políticos y gobernantes creíbles y de fiar; que muestren el camino del entendimiento por el bien común. Personas que ofrezcan sus virtudes en beneficio de los demás y especialmente de los débiles o desfavorecidos. Tomás Moro primó la equidad con gran sentido de Estado, protegió a las familias y promovió la educación de los jóvenes. Murió violentado, pero acató lo que le dictó su conciencia hasta las últimas consecuencias.
Aunque nació en el Londres del siglo XV, su biografía puede ser un ejemplo para la arrogancia y el perjurio de muchos regidores. De carácter alegre y jovial, declinó los honores y rechazó la vanidad en favor de la humildad y el servicio (Ministro: sinónimo de servicio). La dignidad de nuestros administradores precisa que actúen según su conciencia y libre elección. Algo complicado cuando se habla de libertad y luego se deben favores que hay que pagar. Fin, por hoy.