Un Don Juan surgido del Bronx. Hijo de inmigrantes judíos húngaros, se aficionó al cine viendo las películas de Cary Grant, quien marcaría su forma de ser. Tras estudiar interpretación en la New School en Nueva York, en 1948 la Universal le hizo su primer contrato y empezó su carrera en Hollywood. Un año más tarde se casó con Janet Leigh en un matrimonio que duró 11 años.
Considerado como un joven apuesto sin más, tras cambiar su nombre de Bernard Schwartz a Tony Curtis, nació el fenómeno. En 1953 llegó su primer éxito con la película Houdini sobre el famoso ilusionista. Acabó demostrando su talento en films de la talla de Trapecio junto a Burt Lancaster, labrándose una carrera como actor de grandes dotes físicas, y un año después en Chantaje en Broadway, repitiendo un gran duelo interpretativo con el consagrado actor.
Su historial incluye títulos míticos como Espartaco de Stanley Kubrick, con el que creó polémica por la ambigüedad sexual de su personaje, un papel secundario pero del que comenta hasta ahora. Pero su fuerte fue la comedia. Junto a Jack Lemmon y Marylin Monroe protagonizó en 1959 la película que le haría un ícono a nivel mundial: Una Eva y dos Adanes, la historia de unos músicos que para escapar de la mafia en el Chicago de la ley seca, deciden travestirse e irse de gira con una orquesta de mujeres.
Con una extensa carrera en más de cien películas, tiene su estrella en el Paseo de la Fama y ha sido nombrado Caballero de la Orden de las Artes y las Letras en Francia. Como legado escribió sus memorias publicadas en el 2008 tituladas: Un Príncipe Americano: Memorias, y dejó una extensa obra pictórica. Con Tony Curtis se ha ido un poco del Hollywood que creaba iconos, cambiaba vidas y hacía soñar.