Top 12 ingredientes para una disciplina consciente (Parte II)

Por Pingüicas

Aquí está la segunda parte del post que trata el tema de una “disciplina consciente”, según el libro El secreto de educar niños felices y seguros de Tracy Hogg.

7.- Ofrécele opciones cerradas. Los niños suelen ser más cooperadores cuando les ofrecemos la oportunidad de elegir. Sin embargo, no te compliques la vida preguntándole: “¿Qué quieres desayunar?” (a menos de que quieras preparar menú tipo restaurante), sino más bien pregunta:  “¿Quieres huevo o quesadillas?”. Por otro lado, tampoco le des la opción de contestar sí o no: “¿Ya estás listo para recoger tus juguetes?”, sino más bien pregunta:  “¿Por dónde vas a empezar a recoger, por tus muñecas o por las crayolas?”.

8.- No tengas miedo a decir “no”. El decir “no” a aquello que no sea posible o razonable les ayuda en el sentido de aprender acerca de la frustración y la desilusión. A final de cuentas, esto también forma parte de la vida.  El decir “no” también les ayuda a entrar en contacto con emociones negativas como enojo y tristeza. Debemos aprovechar estos momentos, no sólo para ayudarles a identificar estos sentimientos, sino también para mostrarles que se vale sentirse de esta manera… pero eso sí,  sin perder el control (recuerda el punto #2).

9.- Elimina el mal comportamiento antes de que comience. Cada quien conoce a su hijo. Trata de frenar el mal comportamiento en el momento en el que presientas que va a venir o bien, atácalo justo cuando comience la acción. Por ejemplo, si lleva demasiado tiempo sentado en un restaurante y comienzas a verlo inquieto, no te esperes a que empiece el berrinche. Ahórrate el regaño. Dale unas crayolas o bájalo a dar una vuelta para que se despeje. O bien, si comienza a pelear por el juguete que tiene su amigo, no te esperes al pleito. Llévalo a un lado y ayúdalo a nombrar el sentimiento (sé que te sientes enojado, sé que te sientes triste). Pero al mismo tiempo, recuérdale que esa emoción no es una escusa para comportarse de esa manera: “Sé que estás frustrado, pero no por eso puedes pegar. Si crees que puedes regresar tranquilo, ve a jugar. Si no, nos tendremos que ir a casa”. Recuerda que le estás enseñando a manejar sus emociones.

10.- Elogia el buen comportamiento y corrige o ignora el malo. Este es uno de mis puntos favoritos. Debemos de cambiar nuestro enfoque de lo negativo hacia lo positivo. Sí, nuestros hijos hacen muchas cosas que no deberían y es nuestro deber enseñarles que eso no es lo correcto. Pero también hacen muchas, muchas cosas buenas y a veces se nos olvida resaltar lo que están haciendo bien. En muchas ocasiones, los niños pueden presentar un mal comportamiento porque sienten que es la única manera de obtener nuestra atención; no importa si es en forma de regaño, finalmente, les estamos dando la atención que necesitan. Intentemos hacer lo contrario. Por ejemplo, si los hermanos están jugando y compartiendo, tomemos el tiempo para elogiar este buen comportamiento. No nos esperemos hasta que oigamos los gritos de un pleito para irlos a ver. Es más, si no hay golpes de por medio, es recomendable que en el momento de la discusión, ni siquiera intervengamos nosotros. No les demos esa atención (negativa) y mejor dejemos que ellos solitos se arreglen.

11. No al castigo físico. A final de cuentas, el momento en el que tú le pegas a tu hijo es porque has perdido el control de tus emociones. ¿Qué no se supone que le estamos enseñando a nuestro hijo precisamente a controlarlas? ¿Qué te da la autorización a ti de pegar, pero no a él? El castigo físico es una solución a corto plazo que no enseña nada positivo. Al contrario, le estamos enseñando que se vale pegar cuando nos sentimos frustrados; cuando perdemos el control; cuando no sabemos qué más hacer… Recuerda lo que dice K. C. Theisen: “La mayoría de los niños escuchan lo que dices; algunos niños hacen lo que dices; pero todos los niños hacen lo que tú haces. Prediquemos con el ejemplo.

12. Recuerda, ceder no significa amar. A algunos papás o mamás les cuesta trabajo ejercer la disciplina por diversas razones: puede ser que tengan miedo de perder el cariño de sus hijos, o a lo mejor trabajan todo el día y no les gusta llamarles la atención en los pocos momentos en los que sí pueden verlos. Sin embargo, recuerda que la idea de ejercer una disciplina consciente no se trata de castigar, sino de enseñarles a nuestros hijos a manejar sus emociones para que tengan un comportamiento adecuado.

Nadie dijo que iba a ser fácil. Nadie dijo que no nos podemos (ni nos vamos) a equivocar. Pero si lo hacemos con respeto y lo hacemos con cariño, puedes estar segura que le estás haciendo un bien a tu hijo.

Recuerda, límites claros y consistentes.

Ahora sí, ¡a trabajar en esto!