Top of the Lake

Publicado el 02 agosto 2013 por Mishajb
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Cuando los grandes se pasan a lo pequeño sabes que algo heavy está cambiando. Lo hueles, lo sientes y lo tocas. La última en sumarse al carro de esta nueva “gran evasión” hacia la ficción televisiva tan new age es Jane Campion, autora de películas de culto como The Piano –que le valió el reconocimiento de público y crítica a principios de los noventa–, quien desembarca en Sundance con Top of the Lake bajo el brazo. Una miniserie de siete capítulos de duración y encabezada por un reparto envidiable, con una inverosímil Elisabeth Moss en primera línea, reflexiona sobre el feminismo, la figura paterna en el seno de la familia y la condición humana. De factura técnica impecable, Nueva Zelanda como telón de fondo y una fotografía que nos transporta a un idílico paraíso inexistente, Top of the Lake vuelve a poner sobre la mesa ese terno debate que se genera entorno a “qué es cine y qué televisión” ¿Hemos sobrepasado el límite? Con Top of the Lake si, y encima, por la puerta grande.

Top of the Lake es ficción indie, purista e independiente. Quizá por ello si te enchufas el ordenador y te sientas frente al primer capítulo esperando encontrar explosiones Michael Bay, persecuciones de coches imposibles y tipos macizos marcando pecho, probablemente te hayas equivocado de ventanilla. La cinta de Jane Campion, que se mete en la parrilla tras su presentación oficial en Sundance, es una alegoría a la vida, un recorrido por la compleja psique humana y una reflexión del abismo existencial al que se ve sometida una persona cuando se da cuenta de que no tiene nada. Que está sola. Nuestra protagonista principal y leitmotiv inicial de la historia es Tui, una niña de doce años de edad que, un buen día, decide sumergirse en las aguas de un lago y desaparecer. Tui no es un prototipo. Ni siquiera es rubia, ni la reina del baile, aunque tampoco lo busque ser. Es un ser raro, impredecible e incluso muchas veces, esquivo. Como si la hubieran encontrado en medio de la selva y necesitara ser domesticada. Pero, por si todo eso no fuera suficiente, también está embarazada. La detective Robin Griffin (Elisabeth Moss) le pregunta; ¿de quién? Ella le alarga un papelito en el que ha escrito “No One”. Ese juego, iniciado como una mera chiquillada de una joven que busca llamar la atención, es el detonante principal de la obsesión de Robin por descubrir al padre de la criatura de Tui, luego encontrarla cuando ella desaparece y finalmente, salvarla, aunque en el fondo no deje de intentar salvarse a sí misma. Para ello contará con la ayuda de Al Parker, un detective neozelandés interpretado por un envejecido David Wenham que marcará muy de cerca de Robin y buscará, de algún modo, sacar tajada de toda la investigación de los Mitcham.

Paralelamente a la historia principal de Tui y su inquietante embarazo, Campion abre la veda a la reflexión de la figura femenina a través de Paradise, una extraña porción de tierra usurpada al padrastro de Tui, Matt Mitcham (un Peter Mullan que quizás es de las mejores interpretaciones de la cinta), por un grupo de feministas insatisfechas y desesperadas, encabezadas por una misteriosa a la par que fascinante GJ (Holly Hunter). Quizás el personaje de Hunter es el más emblemático de la historia, con una caracterización austera y sublime, su función es prácticamente esencial dentro del contexto de la historia: la de ejercer de parte racional de cerebro humano. Tanto Robin como Johnno (Thomas M. Wright), un extraño joven con el que Robin iniciará una tórrida relación de sexo libre y sin tapujos; como el mismo padre de Tui, experimentan comportamientos tan irracionales como viscerales, amparados en una parte del cuerpo movida únicamente por los sentimientos. Los sentimientos de amor, de Robin hacia Tui y de Johnno a la propia Robin; la inocencia pero protección maternal, de Tui hacia su hijo; la obsesión enfermiza de la redención, del padre de Tui hacia su hijastra; y otros largos etcétera. Todos los personajes representan una facción del ser humano que merece ser reflexionada. Todos acuden en un momento u otro a GJ para que les guié y los coloque en lo que ellos creen que debe ser su camino vital. GJ no es nadie, porque tampoco Campion deja que lo sea. Se nos antoja como un fantasma, un libro de autoayuda al que las mujeres acuden cuando todas sus relaciones con el sexo opuesto fracasan y el sentido de la vida se desvanecen. Es un gurú, un chamán. En un ejercicio de feminismo postmoderno, Campion nos obliga a plantearnos nuestra posición respecto al sexo o a las relaciones sentimentales. Robin parece feliz con Johnno pero al final descubre que el tipo con el que se está acostando es su hermano; la madre de Robin, interpretada por Robyn Nevin, también está felizmente casada pero termina muriendo de cáncer; la extraña relación entre Tui y su inquietante amigo mal teñido, también termina mal. Por no hablar del personaje de Wenham, quizás el más complejo de desentrañar a lo largo de la cinta pero que al final acaba retratado como un auténtico cerdo.

Con ello no significa que el mundo esté tan jodido como Campion lo pinta, ni mucho menos ¿Pero qué podemos esperar cuando aquello que llamamos Paradise no lo es? ¿Cuándo se comercia con niños y los propios padres violan a sus hijas? ¿Qué nos queda cuando el amor por un hombre nos deja un agujero tan grande que no sabemos muy bien cómo llenarlo? Esas preguntas son las que mueven la serie de Campion y no tanto el devenir de los acontecimientos que, insisto, no dejan de ser fascinantes. Top of the Lake requiere el compromiso del espectador y este aspecto se cumple a raja tabla desde el minuto uno. Una vez leí en una crítica que “teníamos que dejar que el cine fuera más complejo que la vida” y en el fondo, es una verdad como un templo jónico. Top of the Lake es una cinta densa, oscura y que establece un juego visual peligroso, con tintes de Twin Peaks y una fotografía que brinda una envidiable a la par que desconocida, Nueva Zelanda. No obstante, Campion sigue pecando de querer hiperbolizar la figura femenina por encima del bien y del mal. Lo hizo en The Piano y aquí vuelve a caer de cuatro patas en unas subtramas enfocadas a destruir al hombre y a dibujarlo de nuevo como un ser repulsivo, capaz de cometer algunas de las mayores atrocidades posibles. Ni tanto ni tan calvo.

Sea como fuere, Top of the Lake es un must. Aunque sólo sea por la puesta en escena que nos planta Campion y que logra introducirnos de la mano en un universo completamente nuevo, ahogado en las obsesiones y comportamientos viscerales de los protagonistas que conforman la historia. Si en occidente el principal problema es el estrés, el caos y el frenético ritmo de vida, en Paradise y el resto de paisajes que vemos en la serie, nada tiene prisa. Todo se conforma como un puzzle que el espectador debe componer en su mente con las piezas que Campion y el director de la cinta, Garth Davis, nos ofrecen y que terminan por confluir en un final tan inesperado como patillero. Pero a mi me gustaría invitar al espectador a que se quedara con la forma y no tanto con el fondo, porque la reflexión que plantea Campion está más vista que el tebeo. Pero la directora neozelandesa le da un giro de tuerca y lo maquilla para que nos enganchemos a ella como un clavo ardiendo. Top of the Lake no es nada nuevo y quizás decepcionará a muchos puristas del género y de Sundance, pero yo considero que es una cinta correcta, sin más pretensiones que plasmar las inquietudes de una Campion, todavía atrapada en el mismo feminismo que la llevó a rodar The Piano.

Lo mejor: la fotografía, la factura técnica y Holly Hunter

Lo peor: el guión flojea en varias ocasiones

Tiene una retirada a: Twin Peaks

Impresión final: 7/10