Toro, una ciudad cargada de historia.

Por Ciudadesypueblos.net @revistacyp
Compartir

Uno de los placeres de Toro es la visita a sus palacios, todos ellos con un encanto especial que rememora épocas pasadas de condes, duques y reyes.

Toro es una ciudad cargada de historia. La localidad zamorana es una de esos lugares cuya configuración arquitectónica y urbanística se debe a los diferentes legados que dejaron distintos moradores a través de los siglos. La ciudad muestra a quienes recorren sus calles un catálogo de palacios que fueron los aposentos de gran cantidad de nobles que poblaron esta tierra en siglos pasados.

Toro es histórica y monumental. Entre los siglos XII y XVI fue sede real y lugar de celebración de Cortes, además de un importante centro de órdenes militares y religiosas, morada de judíos y árabes. La localidad toma la denominación de ‘Ciudad de las Leyes’, por el Palacio de las Leyes de estilo tardogótico, y del que a día de hoy sólo se conservan su portada y el enchinarrado de la entrada como consecuencia de un incendio que lo asoló en 1923. Allí se promulgaron, en 1505 bajo el reinado de Juana la loca, las célebres 83 Leyes de Toro.

Gracias a este periodo de esplendor se construyeron edificios de gran trascendencia que perduran a día de hoy y que representan la época que vivió el municipio. Su obra insigne es la Colegiata de Santa María La Mayor, cuya inspiración fue la Catedral de Zamora. Comenzó a construirse en el siglo XII, siendo una de las construcciones más características del románico en su fase de transición.

La localidad muestra a quienes recorren sus calles un catálogo de palacios que fueron los aposentos de gran cantidad de nobles que poblaron esta tierra en siglos pasados. La Casa de la Nunciatura es uno de los edificios más representativos de la edificación civil de la ciudad. Su trazado data del siglo XVI, aunque conserva el alero volado como característica tardo-medieval. Lo más significativo de su fachada son los balcones y la rejería de forja, así como el escudo pontificio de Alonso Manso, primer obispo de Puerto Rico encargado de llevar la primera biblioteca al Nuevo Mundo.

El Palacio de Valparaíso, del siglo XVIII, tiene una fachada lineal, construida totalmente de piedra. Sobre la portada se encuentra el blasón de la familia Vivero, ascendientes de los marqueses de Valparaíso. Fue famoso en su día por albergar una gran colección de arte en la que se incluían algunos cobres del pintor flamenco Peter Paul Rubens. También destaca el Palacio de las Bolas, del siglo XVII. Sobre su puerta lucen los escudos de los marqueses de Gros y sus descendientes, así como unos relieves de piedra en forma de bola, lo que da nombre a la construcción. Fue construido sobre los restos de una edificación gótica anterior.

En esta visita palaciega no puede faltar el Palacio de los Condes de Requena, sede de la Denominación de Origen del Vino de Toro. Es un palacio gótico, construido en piedra en el siglo XV. Fue cuartel de milicias y colegio de los Escolapios. Sus dependencias se disponen en torno a un claustro central de piedra labrada en la que abundan escenas de caza y tauromaquia.  El de los Marqueses de Alcañices, del siglo XVI, fue la última residencia del Conde Duque de Olivares, y también donde se celebró la boda de Doña Juana con Don Juan Manuel (rey portugués). Tras el palacio se encuentran las ruinas de la Iglesia de San Pedro del Olmo.

Cera de la Torre del Reloj y del Arco de la Corredera está situado el Palacio de los Condes de Castrillo, actual Casa de la Cultura. Su fachada mantiene un perfecto estado de conservación. Data de la segunda mitad del siglo XVI y cuenta con dos balcones renacentistas y uno de trazado gótico. El Palacio de Bustamante se remonta a la primera mitad del siglo XV y su fundación se vincula a Pedro I el Cruel. Perteneció a la amiga de Santa Teresa de Jesús, Doña Guiomar de Ulloa como heredera del mayorazgo en 1513.

Toro es una población singular, de tradiciones que hunden sus raíces en lo más remoto de la historia.

.

Compartir