Relato de Nexus (Barcelona)
Inmóvil, con la mirada perdida ante el cristal que ha sido el mirador privilegiado de la vida que fugazmente ha desfilado ante la ventana, observa un paisaje familiar que de pronto se torna amarillento y lejano.
La caja marrón medio llena recibe los últimos testigos de un tiempo que se desvanece, elementos inanimados que guardaban paisajes, risas, abrazos, gritos, caricias y como ídolos caídos en el barro se muestran derrotados tras una batalla inesperada, temida, decisiva.
Las manos se detienen mientras los ojos ausentes quieren ver una vez más el devenir de ese pequeño cosmos que ajeno se ha ido representando durante años ante su torre de cristal. Las gotas de lluvia golpean el ventanal, el viento susurra notas tristes mientras los viandantes cual ballet improvisado corren buscando cobijo como figurantes de una actuación coral.
Sigue embelesado, atrapado en un triste suspiro roto por el sonido de un teléfono lejano. A sus ojos el formidable castillo que durante años ha enmarcado su vida se derrumba apareciendo como cubículo oscuro, pequeño y triste.
Sosteniendo sus escasos retazos de vida dentro de la caja, un último vistazo mientras la luz se apaga y en la incipiente oscuridad del despacho despuntan los neones que desde la calle alumbran un destino incierto.