Tour de 1992

Por Rafael @merkabici
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Jesús Montoya

El pundonoroso Fernando Quevedo

Mientras por detrás la batalla se presenta entre Indurain y Ciapucci más adelante Andrew Hampsten se lanza decidido hasta la victoria. En su cabalgada se abre paso por un estrecho pasillo de multitudes, que en ocasiones obligan al americano a sacar el brazo a pasear para abrirse paso. Seguramente demasiado, ya que es icónica la imagen de un pequeño niño en primera línea de aficionados recibiendo un sonoro tortazo por parte del campeón americano. Un grado de tensión que continuará hasta más allá de meta, donde Hampsten entra entre codazos y empujones, algo que destaca aun más por ser conocida la simpatía del ciclista de Motorola.

Por detrás, el apocalipsis. Franco Vona se va afianzando en la segunda posición de la etapa, que conquistará por segundo día consecutivo, firmando su mejor bloque montañoso de siempre en un año 1992 que es sin duda el más florido de su carrera deportiva. Y sin embargo, a diferencia de en el Giro de Italia, donde conquistó sendas jornadas montañosas (entre ellas la reina con final en Corvara Alta Badía) se irá de este Tour sin mojar en ninguna jornada. Y nunca, nunca, conseguirá imponerse en Francia.

Peor le va a Jesús Montoya. El joven escalador murciano afincado en Cantabria, que es año había deslumbrado en la Vuelta a España compitiendo de tú a tú con Rominger y Delgado, perdiendo el amarillo solamente en la última crono y quedando segundo en el pódium final, se desfonda. Superviviente de la escapada de la que sale el ganador del día, Montoya no puede hacer frente a los puertos del Tour, al calor del Tour, al ritmo del Tour. Cuando llegue a la meta se mostrará dolorosamente sincero en sus declaraciones a los periodistas y declarará que quizás él no está hecho para el Tour y que realmente no desea volver a la carrera gala. Y desde luego tardará en retornar al julio francés, y nunca más lo hará con ninguna aspiración.

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Detrás, mucho más atrás, un compañero de Montoya en el equipo Seguros Amaya está a punto de pasar a la historia de una manera poco convencional. Fernando Quevedo es el último de la general del tour de Francia a más una hora del líder Indurain. El día anterior, en Sestrieres, llegó el último, descolgado del pelotón de los sprinters y salvando por poco el fuera de control. Ese día, mientras sube las pendientes de Alpe d´Huez, nuevamente vuelve a ver el coche escoba como único vehículo a su espalda. Cuando llegue a meta, con el rostro contraído por el sufrimiento y entre jadeos, el pundonoroso Quevedo (acabará el tour en la última posición) deja para la historia una frase que refleja perfectamente la dureza del ciclismo:

“¿Héroe Indurain? El héroe soy yo, que siendo infinitamente peor tengo que realizar las mismas etapas. Esto es insufrible, no puede haber nada más duro. Si le cambio a Jesucristo la bicicleta por la cruz me devolverá la bicicleta y se llevará tres cruces para compensar”.