Israel es uno de esos sitios que nunca pensé que fuera a conocer.
Para describir Israel es necesario hablar de contrastes. Jerusalén en específico guarda dentro de sus muros una especie de representación viva del mundo entero, donde conviven en tensa armonía cristianos, judíos y musulmanes.
Es curioso caminar por el relajado barrio judío -con sus tienditas trendy de bagels que no dan fe de la antigüedad de la ciudad- y, tras andar un par de calles toparse con el desenfrenado ritmo del caótico barrio musulmán, con las tiendas atestadas de todo tipo de productos... sólo para seguir un poco más y sumergirse en la profundidad espiritual del Muro de los Lamentos y el Monte del Templo.
El mundo es un sitio difícil de comprender en su enrevesado manojo de intereses y creencias, pero caminar por las calles de Jerusalén te hace sentir como si en un momento de revelación, toda la locura del planeta pudiera tener sentido.
Tel Aviv
Luego está Tel Aviv, con sus playas abarrotadas de turistas y gente de todos lados del mundo disfrutando del sofocante sol de la costa mediterránea, para luego en la noche dar un paseo por la ciudad en busca de un restaurante chic o tomar un trago. Es una metrópolis moderna y llena de vida, como creo que poca gente se imagina.
Flotar en el Mar Muerto es algo que se tiene que vivir. Si tratas de ponerte de nadar de pie, notarás cómo las piernas se resisten a mantenerse abajo y terminan por salir a la superficie. El agua se siente aceitosa al tacto y sabe a óxido, por lo que hay que andarse con cuidado de no chapotear y salpicar agua a los demás, o a uno mismo. Una gota en un ojo no debe ser una experiencia muy agradable... aunque seguramente inolvidable.
Masada. Al fondo el Mar Muerto.
Visitar Masada también vale mucho la pena. Las ruinas son bonitas y la vista desde arriba es espectacular. Es importante ir con protector solar porque si no, la quemada en mitad del desierto puede ser monumental. Bajar a pie es un paseo agradable si no pega mucho sol y si se tienen buenos zapatos.
Bajando a Rosh HaNikra. Detrás de esa piedra está el Líbano.
Las cuevas de Rosh HaNikra estarían muy bien si no fuera por la cantidad ingente de visitantes que tiene -en su mayoría familias enteras con cochecitos de bebés y todo. Toma al menos 40 minutos hacer la cola para bajar a las cuevas en el funicular, que quedan un poco retiradas de todo (están justo en el límite norte de Israel, haciendo frontera con Líbano). Al llegar a Nahariyya, lo mejor es tomar un taxi porque esperar al autobús puede hacerte perder mucho mucho tiempo.
Los jardines Baha'i en Haifa.
Haifa tiene el único tren subterráneo de Israel, que además va inclinado. La vedette de la ciudad es sin duda los jardines Baha'i, pero no se puede entrar a menos que vayas con un tour que dan a ciertas horas solamente todos los días menos los miércoles.