Al contrario del anterior y empezado el segundo tercio, este Tour ya funciona como debe, con la crueldad de un concurso de talentos: por pura selección. Hay muchos jueces, internos y externos: el calor, insoportable, los Alpes, la resistencia, la constancia y, por supuesto, la debilidad. En las últimas tres etapas ha habido tres líderes y otros tantos aspirantes a, cuanto menos, una plaza de podio en París corren ahora sin mayor ilusión que completar el tortuoso recorrido por amor propio. El domingo, en la última etapa de la primera parte de la grande boucle, Lance Armstrong acaparó los flashes y los titulares por un motivo inédito. Por primera vez desde su primer Tour victorioso, el de 1999 y que supuso el inicio de sus siete años de reinado, tuvo una pájara, se mostró vulnerable incluso a la desgracia, pues se cayó dos veces y a punto estuvo de hacerlo una tercera. Magullado y con el maillot lleno de cortes y agujeros, Armstrong llegó a la meta de Morzine a 11m 35s de Contador y a diez segundos más de Andy Schleck, el nuevo maillot amarillo, que le había sacado esa ventaja más psicológica que significativa al bicampeón. “Esto me de confianza”, advirtió el luxemburgués. “Hay que medir los esfuerzos y no salir a todos los ataques”, razonó Contador, que antes sí había frustrado los intentos de Kreuziger y Van den Broeck. Resultó la primera lucha de poderes entre los dos máximos aspirantes al Tour, que corroboraron dicha condición tras la jornada de descanso de ayer lunes, en plena ascensión a La Madeleine y con la inestimable colaboración de esa figura tan fundamental (y poco valorada popularmente): el gregario. Las piernas de Paolo Tiralongo y Dani Navarro, ambos al servicio de Contador en el Astana, provocaron que Cadel Evans se despidiese del maillot amarillo –se lo arrebató la cita anterior a Sylvain Chavanel, que también lo llevó un día tras quitárselo a Fabian Cancellara, desfondado– y del podio. El australiano, actual campeón del mundo en ruta, lloró a la llegada a meta en los brazos de un compañero y después ante miembros de su equipo, el BMC, ante los que no encontró respuesta posible –se comunicó después que corrió con una fisura en el codo izquierdo– para explicar su desgracia: perder 8m 09s con respecto al ganador de la etapa, el fogoso Sandy Casar, vencedor al sprint ante el español Luis León Sánchez. Contador y Schleck llegaron juntitos a dos segundos. Algo menos perdió el campeón del Tour de 2008, Carlos Sastre, que cedió 7m 11s respecto a Contador y ahora sólo aspirará a a ser protagonista de alguna escapada.
Vestido con su flamante maillot amarillo, el primero de su brillante y corta carrera, Andy Schleck utilizó un discurso directo y contundente: “Veo a Alberto Contador con altibajos y esa sensación mía espero que se confirme cualquier día. Sólo tengo un hombre al que mirar”.
El detalle de Jose Iván Gutiérrez
A siete kilómetros para la cima La Madeleine fue cuando Evans quedó sin opciones y cuando la carrera empezó a seleccionarse todavía más. Hasta que Andy Schleck y Contador se quedaron solos y empezaron a reducir las distancias con los escapados, los supervivientes de un grupo de 12 corredores que habían iniciado su asada aventura al principio de una interminable etapa de 204’5 kilómetros. Primero alcanzaron a Jose Iván Gutiérrez, que tuvo el detalle de darle su bidón a Contador, pese a que no comparten equipo. Metros después el alcanzado sería Jens Voigt, incapaz de alcanzar el ritmo que le exigió su líder de filas, Schleck, que de nuevo se marchó con Contador para coger la rueda de Christophe Moreau, uno de los tres franceses (junto con Anthony Charteau y Jerome Pineau que lideran el maillot de la montaña con 85 puntos). Contador y Andy Schleck los dejaron atrás y cazaron a Jens Voight, al que le exigieron un ritmo infernal.
Moreau, Andy Schleck y Contador conectaron con los cuatro supervivientes de la fuga en el kilómetros final, pero no quisieron opositar por el triunfo final, logrado por Casar, que festejó su tercera victoria en el Tour, la segunda celebrada in situ tras la lograda por la descalificación de Astarloza. A Evans le quedaban todavía unos kilómetros para lamentarse y torturarse, mientras que Andy Schleck y Contador se daban la mano. A partir de ahora la victoria final es casi cuestión exclusiva de ellos.