Pues sí, queridos amigos, Tournai, una de las ciudades más antiguas de Bélgica es, y ha sido siempre, una ciudad de frontera. Está a veinte kilómetros de Lille, en Francia. Pero no solo eso, ¡Oh amigotes!, en tiempos históricos fué frontera entre Francia y España. Sí, no me pongáis esa cara de incrédulos. Cuando, lo que entonces se llamaba Flandes, pertenecía a la corona española -cuyo rey, como todos sabéis, Carlos V, era más bien flamenco que otra cosa- Tournai cambió de manos varias veces. Una veces era francesa y a ratos, española. Todo eso, por supuesto, con bastantes batallas de por medio. Hoy en día, somos todos europeos, como todo el mundo sabe, aunque unos sean de Albacete y otros de Karlovy-Vary. Pero en fin, dentro de eso y de toda su "belgitud", Tournai es bastante francesa. De hecho forma parte de la región trasfronteriza de Lille.
Y si queréis saber una cosa, vale la pena una visita. Quizá no tenga la reputación internacional de Brujas o de Gante, pero la ciudad tiene mucho ambiente, es bella y su gente es encantadora. En serio.
La "Grand Place" no es tan impresionante como la de Bruselas o la de Brujas, pero conserva todo su ambiente, bajo la mirada brillante de Christine de Lalaing, la moza esa de la estatua. Una especie de Juana de Arco, pero diferente. De hecho, defendió Tournai contra las tropas españolas de Alejandro Farnesio, y perdió. Pero ahí viene la diferencia, Farnesio la dejó libre (y a todos los turnesianos), sin quemarla ni nada, como hicieron los ingleses con la Juana. Oiga, los españoles somos así, podemos torturar toros, ejecutar pobres perros por si tienen Ebola, pero no quemamos doñas así como así. Vamos, por lo menos, no todos los días.
Un servidor de todos vosotros-ustedes, ha pasado el último fin de semana en Tournai. Por suerte, hizo un tiempo extraordinario. Lamentablemente, la catedral que es uno de los atractivos principales de la ciudad, está en obras. Los turnesianos suelen decir que Tournai tiene "quatre clochers et quatrecents cloches" ("cuatro campanarios y cuatrocientas campanas") chascarrillo intraducible, porque se pronuncia igual que "quatre sans cloches", es decir: "cuatro sin campanas". Pero, ea, por el momento, dos de los cuatro tienen unos grandes preservativos:
Para que os hagáis una idea de como es la catedral sin esas grandes capotas de plástico, he aquí como la reproducen en un sello belga de 1971:
La gracia es que, aparte de los cuatro campanarios románicos tiene todo un ábside gótico, posterior, que por el momento no es visitable.
Si os paseais por el exterior de la catedral, podeis encontraros a Roger Van de Weyden, tratando de dibujar una virgen con el niño, que graciosamente se han prestado a posar:
Otro de los atractivos turísticos es el llamado "Pont des trous" (puente de los agujeros), sobre el Escalda, el río que atraviesa la ciudad, y que debería datar del siglo XIII:
Pero al que, con singular perfección, la Luftwaffe, le añadió un agujero suplementario en 1940:
(la foto no es mía, como podeis imaginar, que yo no andaba por allí, ni en el tiempo ni en el espacio, alabado sea el señor)
Pero en fin, si continuais la visita y recorreis las murallas por el exterior, podeis ver este singular árbol gimnasta:
Un servidor de todos ustedes, vuestro bloguero Sorokin, reservó habitación (varias habitaciones, porque éramos siete) en el hotel Alcántara, al ladito de la Grand Place. Muy recomendable y con una gente amabilísima:
Con buenas vistas nocturnas, como la de esta torre vecina, con un reloj que, afortunadamente, se estuvo callado toda la noche.
Si, Oh amiguetes, sois amantes de las meriendas, pasteles y similares, la confitería Vienne, en la rue Royale, aparte de ser muy aparente, hace unos pasteles deliciosos:
Su especialidad son los -así llamados- "senateurs":
Están buenísimos. No diré que ligeritos, pero espectaculares. Además, os diré que el hojaldre, en contra de la costumbre de la región, no está hecho con mantequilla, sino, según mi percepción, con manteca de cerdo. Algo dejaron pues los tercios de Flandes en la zona.
Para cenar, puedo darme el gusto de recomendaros "Au boeuf qui rit", en la Grand Place:
Sus entrecots son espectaculares. Ya sé, que me váis a decir que no llevan mucha guarnición, pero es igual. Están buenos y te ponen una patata asada al lado.
Como veis, cuidan bien a las vacas:
Y para bajar la cena, otro paseíto por la Grand Place, con el beffroi iluminado:
Y nada más por el momento, amigos, que me voy a cenar, En mi casa, eso sí, que no hay que abusar.
Besotes