Pronunciar el nombre de Françoise Sagan es evocar un estilo de vida frenético y desenfrenado, la continua búsqueda de estímulos, el despilfarro de dinero, los viajes y el placer. Pero, sobre todo, es hacer alusión a un gran exponente de la literatura francesa de las últimas décadas. En esta ocasión, nos adentramos en el frágil mundo de la desintoxicación de la mano de una Francoise Sagan íntima y transparente, que nos brinda la oportunidad de conocer su dura experiencia con la morfina.
"Tóxica" es uno de los textos más desconocidos de la autora, pero que en muy pocas páginas condensa a la perfección su estilo literario y su fuerte y extravagante personalidad. Sin duda, es un libro idóneo para aquellos que aún no hayan leído a Françoise Sagan.
Buenos días, morfina
F. Sagan se hizo famosa a nivel mundial a raíz de la publicación de su primer libro, titulado “Buenos días, tristeza”, escrito a la jovencísima edad de 18 años. Se trata de un libro que surgió de un trabajo escolar en el que debía reflexionar acerca de un tema complicado: en qué se asemeja la tragedia a la vida. Dentro del libro están las respuestas de la excéntrica escritora. Más tarde, habiendo conocido ya el éxito a gran escala, recibió una oferta de la revista Elle para publicar una columna de turismo, que escribía siempre bajo el título “Buenos días, Venecia”, “Buenos días, Nápoles”, “Buenos días...”, por lo que ese “buenos días” de inicio terminó siendo su marca personal como columnista. A pesar de haber producido una amplísima bibliografía, ese primer libro ha sido considerado siempre su mejor obra.
Es interesante recordar aquí que Sagan procedía de una familia de la alta burguesía francesa, y que debido a su alocada vida decidió cambiarse el apellido para no perjudicarles. Sus ideas radicales y opuestas a las de su entorno bienpensante procedían de sus precoces lecturas a Gide, Camus, Eluard, Sartre, Rimbaud y Proust. Además, se rodeó de las personalidades más importantes de su época a nivel intelectual, como Tennessee Williams, Jean-Paul Sartre ó Françoise Mitterand, entre otros, por lo que es considerada como uno de los referentes intelectuales de los años cincuenta y sesenta.
En “Tóxica”, la rebelde escritora acababa de sufrir un grave accidente de tráfico, debido al cual estuvo en coma una breve temporada. Tras superar la convalecencia y poder prescindir de la medicación, hubo de ingresar en una clínica donde le aplicaron un tratamiento durante tres meses para desintoxicarse de la morfina administrada hasta entonces: un complicado trance que para cualquier persona supone una experiencia traumática, y que un espíritu abocado a la literatura como el suyo debía plasmar en el papel para transmitir su experiencia, investigando además la escritura surgida desde un estado físico bastante delicado, del que surge un texto onírico a la vez que inclemente y descarnado.
857 Palfium
Una vez finalizado el tratamiento con morfina, su cuerpo comenzó a sentir los efectos de la abstinencia, por lo que tuvo que recibir un tratamiento que le ayudase a superar esa fase.
Son muchos los escritores que han experimentado con el dolor y han escrito sobre ello mientras lo sufrían o después de haberlo padecido: Bulgakov en “Morfina”, los escritos de Aliocha Coll que Javier Marías llevó a la ficción convirtiéndolo en uno de sus personajes míticos, o Fritz Zorn en “Bajo el símbolo de Marte”. La lista es interminable.
El dolor provoca una serie de reacciones mentales y de pensamientos que pueden resultar muy interesantes volcados sobre el papel. Al igual que muchos escritores toman su inspiración de sus tragedias sentimentales personales, el dolor físico también puede ser una fuente de ideas llegado el caso. Son muchos quienes han llegado al extremo de infligirse daño a sí mismos para experimentar dolorosas sensaciones y poder así transmitir de primera mano al papel todas sus impresiones al respecto.
Existen dos formas de abandonar la adicción a la morfina: ingresando en una clínica adormecido con calmantes, o pasando el mono en casa y sin ayuda. Esta última opción es exageradamente dura para quien la padece: un tratamiento a base de morfina tiene unas secuelas adictivas muy potentes, y la privación repentina de esa sustancia lleva a unos niveles de sufrimiento muy altos. Françoise Sagan estuvo ingresada en una clínica para desintoxicarse, y el diario que relata su experiencia es increíblemente onírico y casi espiritual. Por el contrario, los textos surgidos de la experimentación del síndrome de abstinencia sin paliativos resultan muy distintos: son atroces y descarnados, no tienen nada que ver con la experiencia vivida por una persona tratada con sedantes.
Sin embargo, el texto de Sagan no carece de dureza: a pesar de la permanente duermevela, encontramos a una persona acostumbrada a la libertad que por culpa de un accidente debe estar recluida en un centro médico. Sagan procura edulcorar su estancia escribiendo sus impresiones y leyendo (Baudelaire, Chateaubriand, Apollinaire, etc.), aunque le resulta muy difícil concentrarse en la lectura.
Este libro tiene un aliciente más: el ya de por sí llamativo texto viene acompañado de las ilustraciones de Bernard Buffet, que resultan de lo más apropiadas puesto que, al igual que el estilo del diario, también son muy gráficas y precisas. Representan en muchas ocasiones un cuerpo femenino desnudo, en actitud doliente y, siguiendo con las similitudes con respecto al texto, tampoco están muy adornados, sino que son esquemáticos a la vez que contienen grandes dosis de realismo. El color rojo sangre de las tapas del libro es el detalle definitivo: sin duda, es una idea estupenda para regalar o regalarse.
También disponible en Mar de Tinta.