Un libro, por cierto, imprescindible para entender la cantidad de defectos que tiene nuestro proceso cognitivo, y lo mal fundamentadas que suelen estar nuestras decisiones. Pero ahora no voy a escribir sobre el funcionamiento de nuestra mente, aunque reconozco que el título me ha inspirado, y el tema puede dar mucho juego en este blog -¡capturado!
No, en esta ocasión quiero compartir con vosotros una idea fundamental a la hora de obtener una verdadera mejora en la efectividad personal: para conseguir resultados significativos y duraderos en nuestra forma de trabajar hay que invertir tiempo, y hay que hacerlo en varios sentidos y desde distintos ángulos.
1. Tiempo para cambiar(nos).
Los resultados que obtienes de tu trabajo diario son el fruto de la forma que tienes de hacer las cosas, o sea, de tus hábitos. Si estás leyendo esto, probablemente sientes que puedes o debes obtener más a cambio de ese trabajo, pero como decía Albert Einstein en una traducción más o menos libre, "si sigues haciendo las mismas cosas, continuarás obteniendo los mismos resultados".
Así que no queda más remedio que cambiar de hábitos, o al menos cambiar una parte de ellos. Y eso, según los expertos, implica emplear alrededor de 60 días de trabajo consciente y enfocado por cada comportamiento que quieres cambiar, hasta que deja de requerir de fuerza de voluntad y se convierte en un automatismo.
2. Tiempo para aprender.
Pero, ¿cuáles son esos hábitos que, específicamente, nos ayudarán a obtener más de nuestro trabajo? Hay muchos, los blogs de productividad personal están llenos de ellos. Y no sólo encontrarás información sobre hábitos, sino sobre todo tipo de herramientas más o menos vistosas para organizarte, o trucos rápidos que te permitirán sentir que algo ha cambiado.
Eso sí, si quieres experimentar un cambio realmente profundo y duradero en tu forma de hacer mejor las cosas, tendrás que afrontar, tarde o temprano, la adopción de un método para gestionar tu flujo de trabajo, completo y riguroso, que tenga en cuenta todas las sutilizas de nuestro sistema cognitivo. Y eso, también, requiere tiempo.
Por ejemplo, en mi experiencia, aprender los rudimentos y echar a andar un sistema basado en el método de productividad personal más aceptado mundialmente, GTD -del inglés Getting Things Done-, requiere al menos 5 días completos de aula y trabajo en casa.
3. Tiempo para pensar y decidir.
Y la cosa no termina ahí. Algunos de los hábitos de GTD, ya que estamos con él, nos obligan a dedicar cierta parte del día y la semana a hacer cosas que, en principio, no parecen "trabajo". Estamos tan acostumbrados al modelo industrial de productividad, que muchos piensan que sólo están trabajando si están haciendo.
El problema es que vivimos en una época en que la inmensa mayoría de nosotros somos lo que Peter Drucker denominó trabajadores del conocimiento, lo que implica, entre otras cosas, que muchas de las cosas que tenemos que hacer no resultan evidentes.
Como consecuencia, necesitamos "pensar" sobre todas y cada una de las cosas que van llegando a nuestro radar, de manera que podamos "tomar decisiones" adecuadas sobre de cuáles nos vamos a ocupar ahora y cómo, de cuáles nos ocuparemos luego y de cuáles no nos vamos a ocupar, antes siquiera de ponernos a "hacer". Es decir, hay que dedicar tiempo a pensar y decidir antes de hacer.
No hay atajos
Y esto es así, señores. No hay atajos. Como en el mundo de las finanzas, en el que ya existe una expresión popular para este efecto recursivo -dinero llama a dinero-, si quieres conseguir más tiempo -aunque yo prefiero decir aprender a enfocar mejor tu atención en las cosas que hay que hacer-, tienes que invertir tiempo.
Por eso, cuando los alumnos que asisten a los talleres que facilito sugieren que "esa nueva forma de trabajar que propones está muy bien (por GTD), pero supone demasiado trabajo", no puedo evitar acordarme de mi buen amigo y colega artesano Antonio José Masiá, al recordarnos las paradójicas palabras de Bob Lee Swagger (Mark Whalberg) en la película The Shooter: la lentitud te da precisión y la precisión te da rapidez.
Porque en verdad, si quieres trabajar deprisa, no te queda más remedio que aprender a trabajar despacio. Como diría el genial Cantinflas, ahí está el detalle.
¡Gracias por compartir!
Autor Jerónimo Sánchez
Consultor artesano en efectividad centrada en las personas
Fuente http://manuelgross.bligoo.com/20151012-trabajar-deprisa-trabajar-despacio-3-habitos-claves-de-la-gestion-del-tiempo