No sé la vuestra, pero la mía está siendo una semana de locos, de ir y venir, de no parar quieta, en definitiva. Así que hoy os traigo un artículo un tanto "descansado". Por mi parte, apoyo este movimiento de todas, todas. Claro que, pese a lo que pueda parecer, "trabajar menos no implica estar quieto sin hacer nada"...Y si no, lee las siguientes líneas, que creo son muy interesantes.
Los partidarios del decrecimiento abogan por reducir la jornada laboral
ANTONIO CERRILLO
Barcelona | www.lavanguardia.es
Trabajar menos contribuiría a proteger el planeta. Unas jornadas laborales excesivamente largas agravan el impacto ambiental, en una sociedad que ya está basada en el consumismo, el crédito para sostenerlo y el despilfarro de recursos. Todo ello socava las bases de la naturaleza, principal capital de la economía. Por eso, la reducción de la jornada laboral para ser sustituida por un modo de vida basado en la simplicidad voluntaria aliviaría la presión sobre los ecosistemas y mejoraría el bienestar general. Al menos, así lo consideran los partidarios del decrecimiento, una teoría económica que ha cobrado vigor con la crisis y que celebra este fin de semana en Barcelona su segunda conferencia mundial. El encuentro reúne a algunos de los más importantes especialistas mundiales en esta rama de la economía y a sus redes de apoyo social.
La economía de mercado ha exacerbado la productividad, pero no ha destinado, en general, sus beneficios a reducir las horas de trabajo. Mientras tanto, la prolongación de estas jornadas suele ir asociada al logro de un mayor crecimiento de la producción y del consumo, lo que significa mayor agotamiento de los recursos y una mayor degradación ambiental, según opina Giorgos Kallis, investigador de ciencias ambientales del Institut de Ciència i Tecnología Ambiental de la UAB Icrea.
La falta de tiempo -por trabajar demasiado- hace que la gente se dedique menos horas a actividades de bajo impacto ambiental (pasear, estar con la familia, cuidar una huerta, relajarse...). Desde esta óptica, trabajar menos no sólo ayudaría a conservar las bases naturales sobre las que se asienta la economía (agua, aire, recursos energéticos y naturales), sino que también reportaría numerosos beneficios personales. "Las jornadas laborales prolongadas generan estrés, minan el buen funcionamiento de la familia y de las relaciones sociales y provocan enfermedades físicas y emocionales. Unos empleados con exceso de trabajo son más propensos a experimentar el estrés y sufrir depresiones, y menos proclives a cuidar su salud", dice la investigadora.
"La mejora de la tecnología ha hecho que se necesiten menos personas para hacer el mismo trabajo. Por eso, el tiempo ganado debería repartirse; no hay que dedicarlo a producir más y a degradar el planeta, sino que lo que hay que hacer es trabajar menos para que todos tengamos más tiempo y emplearlo en otras cosas, como estar con la familia o desarrollar otras actividades por las que ahora pagamos dinero, ya sea el jardinero o el canguro de los niños, u otras similares", dice Giorgos Kallis, experto en ciencias ambientales. Convencido de los impactos negativos que todo esto puede tener, Kallis matiza que es necesario introducir cambios en la Seguridad Social y nuevas garantías de seguridad en el trabajo con la mirada puesta en "producir menos".
El imperativo del crecimiento hace que, para mantener el empleo y no reducir el número de horas trabajadas, se tienda a aumentar la producción y el consumo. Pero en el futuro, "la necesidad de limitar el consumo en los niveles actuales (o incluso más bajos) hará necesario despedir a una parte de los trabajadores o bien reducir la jornada laboral en todo el mundo", explica John de Graaf, director de la campaña Recupera tu tiempo. Esta iniciativa persigue que los países ricos empiecen a canjear las mejoras de productividad laboral por tiempo libre, en vez de poder adquisitivo adicional.
La conferencia de Barcelona elaborará respuestas a los interrogantes y vacíos que suscita la idea del decrecimiento, que pone el acento en la producción local frente al comercio internacional (despilfarrador de energía en el transporte). Ellie Perkins, de la Universidad de York (Canadá), apuntó en el paraninfo de la UB algunas de esas preocupaciones. Sugirió que en la nueva economía se deben eliminar las subvenciones a actividades contaminantes (el carbón) y dar ayudas a las familias por educar a sus hijos dentro de la redefinición del trabajo asalariado (amas de casa, voluntarios). Y tras enseñar su mercado en Toronto, puso otro dedo en la llaga. "¿Podré seguir comprando las clementinas españolas en Canadá?". Los ideales del decrecimiento entroncan conmovimientos que cuestionaron la Ilustración (la bondad del progreso) y el liberalismo económico al margen del marxismo, convencidos de que no sólo la escasez y el interés activan la economía. "Hay culturas ancestrales que prestigian a los más generosos", recuerda Miguel Valencia. Nicholas Georgescu-Roegen fue su gran embajador y Latouche su principal figura actual.