El año pasado un ejecutivo me convocó para la selección de 5 profesionales como etapa inicial de su nuevo emprendimiento. Había diseñado un plan de negocios, conseguido inversores y contaba con importantes ¨alianzas estratégicas¨ - consultoras internacionales se encargarían de la auditoría; una importante empresa de logística, de la distribución y una agencia de comunicación, de la imagen y relación con la prensa -.
El start up me resultaba un trabajo interesante, tanto por los perfiles a seleccionar como por los honorarios que representaba.
Me entusiasmó pero tenía cierta dosis de desconfianza. Pedí un adelanto y me lo dieron.
Empecé con las búsquedas y, al mes, tenía concretados los primeros dos ingresos. Facturé y cobré. Mi cliente siguió incorporando colaboradores. Los perfiles eran cada vez más variados y concreté tres incorporaciones más. Empecé a tener la sensación que todo iba demasiado rápido: me llegaba información respecto a la dinámica del emprendimiento y veía que la estructura iba armándose pero que las ventas no aparecían...
Me pareció que estaban gastando más de lo que podían. Sin embargo, tampoco confiaba en mi propia intuición: yo no soy un emprendedor, pensaba. Quizás los pasos de los emprendimientos coincidían con los que estaba dando mi cliente. Se trataba de un profesional que contaba con recursos e inversores y sabría manejar el timming para que su proyecto fuese exitoso.
Me invitaron al lanzamiento oficial - a la presentación en sociedad - de su proyecto. Asistirían medios, filmarían un video e invitarían a potenciales clientes. Desde ya que estuve allí, acompañando. Me encontré con los profesionales que había seleccionado y me comentaron que su sensación era la misma que la mía, no sabían por cuanto tiempo podían continuar invirtiendo a este ritmo: pero, también, confíaban en el CEO.
A la semana siguiente, presenté dos nuevos candidatos y tardaron en darme una fecha para entrevistarlos. Cuando pregunté por nuevas opciones, mi cliente me comentó que el negocio marchaba bien pero que los tiempos eran diferentes a los que había previsto. Postergarían los nuevos ingresos.
A los pocos días supe que estaba en contacto con un compañía aceleradora de negocios para ver qué opinaban de la marcha del proyecto. Mi hermano, un importante ejecutivo de una compañía multinacional, economista e indispensable ayuda en mi interacción con el mundo de las empresas, supo de esta consulta y sentenció ¨están enamorados de su proyecto¨. Imaginen a un psicólogo escuchando esa frase de su hermano economista! Esta observación que parecía ser un sinónimo de la pasión y la fuerza significaba para mí, como una invitación a linkear la ¨lógica del emprender¨ con los rasgos de personalidad de los emprendedores, maravilloso.
Lo que me decía mi hermano, es que también en los negocios hay que poder pasar del ¨enamoramiento¨ al ¨amor¨. La fase inicial de cualquier relación duradera está cargada de expectativas y de fantasías que hacen que uno piense que eso que estamos haciendo, es exactamente lo que buscamos y necesitamos. Es necesaria. Es ese sueño que perseguimos, eso que nos llena de felicidad. Pero, para que el proyecto sea real, tendremos que adaptar nuestra conducta a lo que necesita el proyecto. Narciso, enamorado de su imagen, quiso besarse a sí mismo en el lago en el que se estaba mirando y se ahogó...
A esta altura las analogías con una relación de pareja son obvias.
Y porqué no? Los emprendimientos son relaciones de ganar - ganar con el mercado. Si creemos que somos justo lo que el mercado necesita y no estamos atentos a los indicadores que permiten ajustar nuestra estrategia, probablemente, la relación termine extinguiéndose. Y tendremos el corazón y el bolsillo roto...
Mi cliente cerró abruptamente sus puertas a los tres meses de haber iniciado su proyecto. Su inversor angel le había retirado la confianza y dejó de girarle dinero. No pudo pagar sueldos y tendrá que enfrentar jucios. A mi me quedó una factura sin cobrar (no es mucho, pero no me gustó nada!). Tuve que ¨poner la cara¨ ante quienes me dijeron ¨a dónde me mandaste?¨.
Mi cliente se mudó a USA y, meses después, está intentando otro proyecto en un rubro absolutamente diferente. Quizás está enamorado de la idea de emprender y, todavía, no registra que para tener una relación exitosa con el mercado hay que escucharlo, saber qué quiere, adaptarse, ceder, conquistarlo y, muy de a poco, generar un vinculo duradero que dé frutos.
Los sueños son nuestros propios deseos disfrazados, está bien que nos den la fuerza y la energía. Pero los emprendimientos tienen que ser realidades.