Cuando inicié esta serie de posts pensando en los emprendedores tenía dudas respecto a las diferencias entre estos últimos y los trabajadores independientes. Me da la sensación que uno de los puntos que hacen que las modalidades tengan características particulares y distintas es la planificación y la proyección. Sin embargo, tengo dudas. Creo que los independientes planificamos más de lo que nosotros mismos creemos y que los emprendedores, se atienen a una planificación que los ata y los limita.
Veamos.
Si tengo que pensar en cómo me inicié en mi propio emprendimiento o como profesional independiente - y ya noto la dificultad en diferenciar una cosa de la otra, si es que existe esta diferencia -, tengo que remontarme a mis 18 años, cuando empecé a trabajar.
No sé muy bien porqué motivo siempre pensé en que iba a ser el artífice de mi propio negocio. Creo que mi primer emprendimiento, con cierta continuidad y visión de futuro, estuvo relacionado con el deporte.
Jugaba razonablemente bien al tennis. ¨Bastante mejor que el promedio y mucho peor que los que realmente juegan bien¨, sigo opinando. Tenía a mi amigo Natalio, hábil negociante, que fue uno de los primeros que lanzó un centro privado de alquiler de canchas de tennis, el Open Tennis Club (quedaba a dos cuadras del Puerto de Olivos).
Hasta ese momento la actividad se desarrollaba, casi únicamente, en clubes. Fui a jugar invitado por mi amigo a un club chico, con un nivel bajo, poco competitivo. El ¨mejor del club¨ me vio y me desafió. Quería demostrar que seguía siendo el referente del lugar. Le gané con mucha facilidad, tanta que regulaba mi juego para no hacerlo quedar mal delante de su público.
A los pocos días de ese episodio, mi amigo me propuso que diese clases de tennis en sus flamantes canchas. Nunca había dado clases. Pero era paciente y siempre tuve la vocación de enseñar y ayudar. Dije que sí y empecé a tener alumnos. Corrían los años 80 y la actividad fue un boom. Mi trabajo me permitió estudiar en una facultad privada, aprovechar que vivía con mis padres y tenía los gastos básicos pagos y solventar mis gustos personales, incluyendo auto, nafta, vacaciones y ropa. Poco a poco fui mirando de quienes sí sabían cómo enseñar y a través de contactos pasé a otras canchas y aprendí diferentes metodologías. Llegué, incluso a formar parte de un grupo de profesores asociados que explotábamos diferentes centros de enseñanza. Y hasta entrené un equipo que ascendió en el Torneo de Interclubes con la particularidad que mis dirigidos podrían haberme dado una paliza tenistica. También dirigí una escuela de tennis. Aprendí las peripecias de cobrar, aumentar los precios, negociar el precio de las canchas, tener en cuenta los días de lluvia para hacer proyecciones y cómo financiar el costo de las pelotitas. También supe de la importancia de contar con algún descuento en la ropa y cómo conseguir un dinero extra cuando me encargaba de mandar a encordar raquetas (aunque este aspecto del negocio, nunca fue mi fuerte).
Analizando la situación veo que me embarqué en un emprendimiento exitoso que nunca había proyectado. La misma dinámica del ¨negocio¨ hizo que se generasen oportunidades y alternativas de crecimiento. Aproveché mis habilidades para sacarle el jugo a esta actividad y, mientras, estudiaba y finalizaba mi carrera de Psicología (era uno de los únicos que iba en jogging a la facultad!), en marzo de 1986. Durante todo ese año y hasta mediados del ´87 convivieron las dos actividades. Cuando empecé a tener pacientes privados dejé, poco a poco, de dar clases. Tengo un excelente recuerdo de esos tiempos.
Si analizo ahora mi comportamiento como independiente y emprendedor, estaría cometiendo un error de anacronía: no puede homologarse una actividad cuando el contexto es totalmente diferente. Sin embargo, la esencia de cómo iniciar y sostener un negocio sigue siendo la misma.
Al parecer, el emprendedor es un trabajador independiente profesional.
El emprendedor estudia el mercado y analiza si su producto o servicio encaja con la demanda y si existen posibilidades de generarla. Su estrategia variará dependiendo de si se trata de ¨algo nuevo¨ o de una variación de ¨algo que ya existe¨.
El ¨independiente¨ sabe que el éxito dependerá de su habilidad para adaptarse a la demanda y su idoneidad. No analiza el mercado, simplemente se lanza cuando ¨ve¨ una oportunidad y avanza generando nuevos espacios relacionados con sus competencias.
El emprendedor proyecta el crecimiento de su negocios y establece etapas en base a la cuales genera momentos financieros.
El independiente imagina que con el trabajo llegaran nuevas exigencias. Cuando éstas se concretan cuenta con algún recurso que le permite crecer o, en ese momento, los consigue.
Realmente hay tantas diferencias?
Los independientes debemos profesionalizarnos pero los emprendedores sólo pueden serlo si cuentan con habilidades que sean requeridas por el mercado y saben ¨leer¨ las oportunidades.
Probablemente sea necesario - como en muchos órdenes de los negocios -, un aprendizaje mutuo entre lo artesanal del independiente y lo masivo del emprendedor.