Si hay un símbolo que aún perdura en Europa oriental de los tiempos pasados, además de los bloques de apartamentos de la época socialista, es el vehículo estrella de la época: el Trabant, llamado afectivamente "Trabi".
Este coche, originario de Alemania Oriental, prácticamente monopolizó junto al Lada, de fabricación soviética, el asfalto del bloque comunista Europeo. Aunque se dejó de fabricar en 1991, hoy en día, pueden seguir viéndose, cada vez menos, por las carreteras húngaras (y en más países). La mayoría son ya viejos, aunque algunos han sido modernizados, y está surgiendo un culto nostálgico por este vehículo. Su nombre significa "satélite" en alemán, en homenaje al recién lanzado primer satélite artificial al espacio, el soviético Sputnik.
En tiempos de comunismo, en los que no había que competir ni envidiar nada con el vecino, los coches eran sencillas y pequeñas máquinas con las que desplazarse. Para conseguir uno, había que inscribirse en una lista, y tras una espera media de 10 años, por fin te entregaban tu vehículo. Estas largas esperas, unido a la sencillez de su maquinaria, hicieron que la mayoría de sus dueños cuidasen mucho sus vehículos e incluso lo reparasen a mano ellos mismos.
Se fabricaron varias versiones, el Trabant 500 entre 1957 y 1952, el 600 entre 1962 y 1964, el 601 entre 1963 y 1991, que fue el más popular, y el Trabant 1.1 fugazmente entre 1990 y 1991. A lo largo de esos más de 30 años se elaboraron más de 3 millones de unidades, de fabricación mayormente manual, con una carrocería a base de un plástico reciclado de las sobras de la industria del algodón y resinas de tintes industriales denominado "Duroplast", que era algo muy avanzado para la época.
El motor era de dos cilindros y dos tiempos, y pese a su reducido tamaño, cabían 4 adultos y el equipaje en su interior. Era relativamente ligero (pesaba unos 600 kg.) y de gran durabilidad (la vida media eran 28 años). Sin embargo la contaminación era su mayor contra, mucho mayor que la de los coches de Europa occidental de aquellos tiempos. Tenían entre 18 y 26 caballos de potencia, 500 cc. (los últimos que se fabricaron tenían 600 cc.) y alcanzaban una velocidad máxima de 100 km/h. El depósito de gasolina estaba encima del motor, y el combustible caía por gravedad al mismo ya que carecía de un sistema de bombeo. Esto era bastante peligroso, especialmente en caso de choque frontal, por razones obvias.
De hecho carecían de sistema de lubricación en el motor y junto a la gasolina, había que echar también aceite (en las gasolineras de aquellos tiempos ya vendían la mezcla preparada, hoy en día los usuarios deben llevar un bidón de aceite). En los más antiguos incluso no había indicador de gasolina, y la única forma de comprobar el carburante que quedaba era introduciendo una varilla en el depósito.
Debido al largo tiempo de espera para conseguir un coche, había un floreciente mercado negro de segunda mano. Paradójicamente los precios de los vehículos usados eran mayores que los de los nuevos, ya que la compra de un vehículo usado significaba su adquisición inmediata.
El Trabant pasó con éxito el test Moose en 1997, una prueba de slalom en circuito cerrado que consiste en evitar a 60 km/h un obstáculo imprevisto. Como curiosidad, el Mercedes clase A volcó en este test.
Entre sus contras, también estaba la gran contaminación que provocaban y que consumían ni más ni menos que 7 litros cada 100 kms, ya que eran muy ineficientes para su peso y tamaño. En 1991 dejó de producirse y su fábrica en Alemania se vendió a Volkswagen. Previamente llegó a producirse el mencionado modelo 1.1 con el mismo motor de cuatro tiempos que el Volkswagen Polo, en una asociación histórica entre las dos Alemanias. Para la desgracia de los más nostálgicos, este es el modelo de Trabant que más se ve hoy en día, puede verse en la siguiente foto:
Aunque la mayor parte han desaparecido, siguen viéndose por las calles, algunos conducidos por dulces abuelitos, otros por gente más joven. Aunque como dije, desde hace unos años ha surgido una especie de culto por el viejo Trabi y muchos están reparados, restaurados e incluso tuneados.
Incluso hay algún modelo de competición, con el motor de otro coche bajo el capó: