Recorro hoy por segunda vez (la anterior fue en 1998, según anoté en la página inicial del tomo) uno de los “Episodios nacionales”, de Benito Pérez Galdós: Trafalgar, un volumen donde se da cuenta del desastre bélico marítimo que sufrió España en dicho lugar en 1805. He encontrado varias cosas dignas de apunte y recordación en estas páginas. Por ejemplo, la espléndida justificación emocional del patriotismo que aparece en capítulo X. O esa pavorosa imagen del buque hundiéndose, lleno de heridos irrecuperables (capítulo XII). También me ha llamado la atención la figura chocantísima de José María Malespina, mentiroso compulsivo, que se atribuye los méritos de todo y que presume de ser amigo de los más grandes personajes, que siguen siempre sus consejos. Este tipo me ha recordado a algunos fatuos jactanciosos que he tenido la desdicha de conocer, como me imagino que le habrá ocurrido a casi todo el mundo: es especie tan lamentable como habitual.Y, por supuesto, la manera fluida, atrayente y rápida con la que Galdós plasmaba los hechos y conseguía que los lectores le siguieran. Es una magia que no se ha perdido con el paso de los años, lo que demuestra que nos encontramos ante uno de los gigantes inmortales de nuestras letras. Copio una frase que merecería ser enmarcada, para que su lección no se olvidase nunca: “Un hombre tonto no es capaz de hacer en ningún momento de su vida los disparates que hacen a veces las naciones, dirigidas por centenares de hombres de talento”.
Recorro hoy por segunda vez (la anterior fue en 1998, según anoté en la página inicial del tomo) uno de los “Episodios nacionales”, de Benito Pérez Galdós: Trafalgar, un volumen donde se da cuenta del desastre bélico marítimo que sufrió España en dicho lugar en 1805. He encontrado varias cosas dignas de apunte y recordación en estas páginas. Por ejemplo, la espléndida justificación emocional del patriotismo que aparece en capítulo X. O esa pavorosa imagen del buque hundiéndose, lleno de heridos irrecuperables (capítulo XII). También me ha llamado la atención la figura chocantísima de José María Malespina, mentiroso compulsivo, que se atribuye los méritos de todo y que presume de ser amigo de los más grandes personajes, que siguen siempre sus consejos. Este tipo me ha recordado a algunos fatuos jactanciosos que he tenido la desdicha de conocer, como me imagino que le habrá ocurrido a casi todo el mundo: es especie tan lamentable como habitual.Y, por supuesto, la manera fluida, atrayente y rápida con la que Galdós plasmaba los hechos y conseguía que los lectores le siguieran. Es una magia que no se ha perdido con el paso de los años, lo que demuestra que nos encontramos ante uno de los gigantes inmortales de nuestras letras. Copio una frase que merecería ser enmarcada, para que su lección no se olvidase nunca: “Un hombre tonto no es capaz de hacer en ningún momento de su vida los disparates que hacen a veces las naciones, dirigidas por centenares de hombres de talento”.