Tragedia en el Kilometro Cinco

Por En Clave De África

(JCR)
Poco dura la alegría en la casa del pobre. Llevábamos poco más de tres meses de calma en Bangui, cuando el pasado 7 de febrero se torcieron otra vez las cosas. Todo empezó con una operación de la policía centroafricana encaminada a detener al jefe de milicia musulmán conocido como “Big Man”, de quien ya he hablado al menos en otra ocasión en este blog.

Durante el mes de enero, su grupo había atacado en tres ocasiones una iglesia bautista, ocupado una parroquia católica y aterrorizado a personas desplazadas que llevaban varias semanas intentando establecerse en sus antiguos barrios, destruidos durante las violencias de 2014 y 2015. Tras seguirle el rastro, el citado día, a eso de las cuatro de la tarde, una patrulla de la policía lo encontró en la calle principal del barrio conocido como el Kilometro Cinco y le dieron el alto. Todo ocurrió muy rápido: uno de sus guardaespaldas abrió fuego contra los agentes, y Big Man metió la mano en el bolso que llevaba colgado del hombro. No pudo sacar nada porque varias balas lo alcanzaron, lo mismo que a su asistente. Ambos murieron poco después. Si el guerrillero hubiera tenido tiempo de reaccionar, sin duda habría usado las dos granadas y el fusil que llevaba dentro de la mochila.

Por desgracia, todo aquello ocurrió en una zona comercial muy frecuentada y durante los pocos minutos que duró el tiroteo murieron un chico que empujaba carretillas y una mujer congoleña que llevaba un bebe de un ano, el cual fue herido al ser también alcanzado por una bala. Tres gendarmes resultaron heridos. Una hora más tarde, en la clínica de Médicos Sin Fronteras del barrio admitieron a 24 civiles heridos de bala, siete de ellos en estado crítico. Por si fuera poco, al caer la tarde llegaron los enfurecidos milicianos y entraron como locos, disparando al techo y amenazando al personal sanitario. Falto muy poco para que remataran a uno de los heridos.

Al salir, lincharon a uno de los suyos al que acusaron de haber delatado a su jefe. Después, se dirigieron a la alcaldía mientras proferían amenazas contra el alcalde y sus consejeros municipales, los cuales –según ellos- habrían planificado la operación policial desde allí. La presencia de los cascos azules hizo que desistieran en su intención de incendiar el edificio y fueron, entonces, a la parroquia de San Matías, que habían convertido en su base y polvorín desde hacía tres meses y la prendieron fuego. No contentos con todo aquel daño, incendiaron otra iglesia protestante, en el barrio de Ramandji, donde se habían refugiado varias personas. El pastor, un reverendo llamado Jean Paul Sakangui, muy conocido en Bangui por ser también periodista y profesor universitario, corrió allí para intentar proteger a sus fieles. Uno de los jóvenes exaltados sacó un cuchillo y se lo clavo varias veces hasta producirle la muerte.

Total: siete personas muertas, 27 heridas y dos iglesias incendiadas. Al menos 500 personas que acababan de volver, a finales de diciembre, del campo de desplazados, huyeron de sus hogares, aun a medio construir, y regresaron a los aledaños del aeropuerto, donde pasaron la noche al raso. Al día siguiente, el Kilometro Cinco se asemejaba a un pueblo fantasma donde nadie circulaba y los comercios permanecían cerrados mientras se palpaba la tensión.

Hoy (sábado 11 de febrero) hemos tenido una celebración por la paz en una de las entradas al Kilometro Cinco. Mucha gente ha desafiado al miedo y han venido. Aunque nadie ha hablado de Big Man, casi todos están más tranquilos pensando que ya no está. Lo malo es que en los ambientes donde faltan las oportunidades y sobra el odio y el fanatismo, de poco sirve hacer desaparecer a un cabecilla de un grupo de bandidos si cualquier joven frustrado y manipulado puede estar dispuesto a ocupar su lugar a los dos días.