2Una esperanza para continuar
—Te he dicho hace un momento y te repito: para ti no hay habitación en este establecimiento. —Comentó la propietaria de la posada proporcionándonos una acogida gélida.
—Tranquila, es mi amiga y pasará la noche en mi habitación. —comenté en tono conciliador con la esperanza de conseguir destensar un poco el ambiente. —He dicho que esta muchacha no duerme aquí. —reiteró tajantemente.—Pues lo siento mucho, pero pasará la noche en mi habitación, tengo todo el mes pagado y no me puedes prohibir que tenga visita. Y una de dos, o me echas a mí también, claro, con mi dinero de vuelta y mi correspondiente indemnización, o subimos a dormir. —De acuerdo, si es tu decisión, pasado el tiempo que tienes pagado, os quiero a las dos fuera de mi establecimiento.—Dicho esto se marcho.Sin más preámbulos y con paso decidido, subimos las escaleras hacia mi habitación me sentía tan enfadada que, si hubiese podido, habría destrozado toda la posada y no habrían quedado de ella ni los cimientos. Al darme la vuelta vi que Drella estaba un poco apenada, pero me sentía tan ofuscada en ese momento que no quería hablar con nadie. Durante un buen rato me mantuve en silencio y se respiraba un ambiente un poco tenso.—Gracias, no me conoces de nada, pero aún así me ayudas.—Despreocúpate, me pareces buena persona y no creo que sea justo que pases la noche en la calle porque una vieja loca no quiere que duermas en uno de sus cuartos que encima están llenos de mierda. Con el coraje aún en el cuerpo, junté todas las cosas que me había prestado la dueña de la posada y bajé las escaleras a toda prisa. Al comienzo de la escalinata, la encontré limpiando los muebles que estaban aquí y allá a lo largo del pasillo.Al verla le dirigí una mirada cargada de ira y rabia, ella apartó los ojos. Continué bajando las escaleras y dejé todo lo que me había prestado sobre uno de los escalones. Sin mediar una sola palabra regresé a mi habitación.
Original© Mary Martín Todos los derechos reservados.