Y mi novela sigue avanzando, misteriosamente, como una animal desconocido que se despierta poco a poco ante mis ojos. Como un guiso donde los ingredientes se van cocinando , moviéndose entre los borbotones del hervor, ablandándose unos, espesándose otros. Descubriéndome un hacer donde se me olvida todo, donde me incluyo ausente para ir cogiendo como con pinzas, los cabos sueltos de una informe memoria casi inexistente, dada por perdida, casi en su totalidad. Y asi mi personaje resucitado, sigue respirando, despertándose, levantándose de la silla donde ha estado leyendo mientras el viento alborota las hojas del libro abandonado. Asi, la novela avanzaba, o se estructuraba, o crecía extendiendo sus brazos invisibles, dejando un rumor constante de un día para otro, a la espera de mi intervención.y yo copiaba, al dictado, el deambular de sus personajes, el sonido de sus pensamientos, el ruido del oleaje, sin saber al final, a ciencia cierta, si era yo quien escribía, o ellos, o quien. Pero sobre todas las cosas, la fascinación de aquel juego, tan sorprendente como mirar hacía arriba desde dentro del agua. Y la necesidad, desconocida, de trabajar en algo tan volatil, como pegar el polvo de las alas de las mariposas.