Que el cine es una amalgama de casi todas las artes es una expresión en la que los cinéfilos estaremos de acuerdo en mayor o menor grado pero seguro que si atendemos a las hemerotecas comprobaremos que no tan sólo hay una comunión conceptual sino que, además, son muchas las ocasiones en que los artistas de otras artes desean comparecer y triunfar en el cine olvidando que para aparecer en pantalla y triunfar no basta con ser bella y, por ejemplo, cantar de maravilla: hace falta bastante más para conseguir la rendición del respetable cinéfilo, ejemplar quisquilloso que se fijará en cuestiones tan baladís como, por ejemplo, el guión. Y naturalmente, la forma de desarrollarlo, presentarlo e interpretarlo.
Es cierto: hay gentes muy quisquillosas: tiene toda la razón Christina Aguilera
Seguro que la excepcional cantante habrá tomado nota porque además de guapa parece inteligente: no creo que se vuelva a cruzar en su camino Steve Antin que después de una provechosa carrera como actor nada destacable por algún misterio consiguió llamar la atención sobre un guión que él mismo escribió y acabó en película titulada Burlesque (2010) que también fue dirigida por el mismo Antin.
Si se fijan en el cartel de la película seguro que imaginan una trama que nada tiene a ver con lo que se proyecta en pantalla si piensan como este cinéfago que se dispuso a ver una historia en la que una artista veterana como Cher, bregada en mil batallas, procura el aprendizaje y crecimiento artístico de una supuesta novata jovencita con ilusión para alcanzar su lugar encima del escenario.
Nada más lejos de la realidad: una historia adocenada repleta de frases mil veces mejor dichas, líneas argumentales de telefilme de sábado por la tarde, amores compuestos y descompuestos y vueltos a recomponer, gentes con aviesas intenciones pero menos y realización cinematográfica del montón llegando a desperdiciar las inmensas posibilidades de un robaescenas como Stanley Tucci que hace caja sin pestañear y a otra cosa, mariposa.
Eso sí: hay que advertir, además, que se trata de un musical. Bueno, no exactamente, pero lo intenta. Vamos, que sí, que se supone que es un musical, pero que mejor sacarlo del género porque entonces su puntuación es más baja todavía.
Y todo por culpa de Antin, claro. Porque lo que es Aguilera, en lo que hace a cantar, cumple. Como siempre. O sea, sobradamente, en su hoy por hoy inimitable estilo. Vean cómo debuta la nena en pantalla cantando Something's Got A Hold On Me, enorme éxito sesentero de su autora la grandísima Etta James
Uno, que descubrió a Christina Aguilera cantando la añeja Lady Marmalade en el dvd de extras de Moulin Rouge y se quedó pazguato ante el chorro de voz de la niña, no pudo menos que frotarse las manos ante lo que imagina va a seguir después de ese inicio, pero esa película es como un globo que se va desinflando lentamente, perdiendo gas a cada minuto que pasa como si hubiera un agujero oculto por el que el ánimo festero de los primeros minutos se va huyendo de la blanca pantalla.
Porque además de la extrema ñoñez del guión Antin da muestras de una bisoñez rayana en la inocencia a la hora de presentar las actuaciones musicales que acaban siendo lo mejor de todo sin ser excepcionales en absoluto: más bien mediocres representaciones videocliperas de canciones que tampoco acaban de convencer, salvándose muy pocas de la hoguera de las vanidades en la que deberían consumirse todos, autores y la propia cantante, por atreverse a ofrecer unos productos tan flojos y de tan mala manera.
Vean a modo de ejemplo como el inefable Antin rueda la lamentable coreografía de I'm a Good Girl y tengan en cuenta que el salto físico del escenario a la barra del bar -opuestos en el teatro bar- rompe toda ley lógica y no es innovador porque no aporta solución alguna a nada: al contrario, incrementa la sensación que uno se halla ante una serie de videoclips de tercera encadenados con muy poca gracia.
Está clarísimo que las coreografías provienen de gentes con mucha ilusión, algo de experiencia, pero escaso talento, por mucho que Joey Pizzi y Denise Faye hubieran trabajado en la estupenda Chicago, parece que sólo se les pegó que, como había demostrado Bob Fosse en varias ocasiones, las sillas tienen su morbo como compañeras de baile, pero no basta con moverlas a ritmo Express para emocionar a un espectador amante de los musicales apasionados, canallescos, románticos y bien hechos.
Si a ello añadimos que Aguilera y Cher presentan unas facultades interpretativas propias de un telefilme de escaso presupuesto, apenas correctas, resultando frías en la mayoría de las situaciones de supuesta comedia, tenga cariz dramático, lo tenga romántico, cabe suponer que sobre la decrepitud de Cher y la inexperiencia de Aguilera en estas lides pesa como una losa la ineficacia del director que no sabe hacer nada por mejorar su trabajo.
El conjunto adolece pues de una serie de defectos que espero, como amante de los musicales, no impidan a Christina Aguilera aceptar en un futuro próximo una segunda intentona en manos de alguien con más experiencia y no hablo únicamente del director, pues un productor de cine con un mínimo de talento debería reconocer en las innegables ganas de Christina Aguilera de hacer cine la oportunidad de confeccionar un buen musical sin trampa ni cartón, contando con buenos elementos en todas las secciones, porque parece que la cantante empieza a estar madura para demostrar lo que puede ser una voz como la suya interpretando blues, soul y jazz del bueno.
Me quedo sentado esperando que llegue ese día. ¿Alguien me acompaña?