Trance: bajo llave

Publicado el 16 junio 2013 por Juancarrasco @JuanCdlH
16.06.13 | 15:35. Archivado en Cine, Estrenos

Siendo evidencia que una película es la suma de sus elementos, en ocasiones conviene tener presente que un aspecto de la misma es lo que se cuenta y otro íntimamente ligado es el cómo se hace, y es cuestión de sentido común además de la virtud del buen creador, el uso del equilibrio. Puede ocurrir que una historia compleja y brillante se quede en burbujas de gaseosa por falta de medios o capacidad, lo cual es lamentable. De igual forma y menor frecuencia cineastas encantados de mirarse el ombligo despliegan su desbordante visión artística para relatar algo que no demanda en absoluto tanta fanfarria para los sentidos y descoloca al personal. Este es precisamente el mayor vicio del talentoso hiperpremiado Danny Boyle, como podrán atisbar, santo lejos de mi devoción, convirtiendo dicha práctica en sustento del que se nutren entre otras, la sobrevalorada Slumdog Millionaire o 127 horas. Y no es que diga yo que el buen hacer esté de más en caso alguno, sino que el gustarse en exceso puede pervertir lo que supuestamente debía ser el objetivo principal. Desvelando mis fobias “boylísticas” evidencio lo meritorio de que en el estreno que nos atañe se muestre mucho más contenido y (casi) no ejerza el despiporre visual fuera de lugar.

Superado el sobresalto de ver cómo se subasta en Inglaterra una pintura de Goya que en la realidad está en el museo del Prado, la trama sigue los cánones del robo sofisticado con banda bien organizada, pero la cosa se vuelve mucho más original e interesante cuando uno de los protagonistas, interpretado por James McAvoy, tras esconder la obra de arte sufre un “accidente” y, cosas que pasan, pierde (o más bien queda sepultada bajo siete cerrojos) la parte de la memoria en la que se ubicaba el paradero del botín. A partir de ahí la acción va en descenso y la tensión se convierte en intrigante interés por saber cómo una hipnoterapeuta (Rosario Dawson mostrándose mucho más que hipnótica) puede ayudar a los pobres delincuentes desafortunados. El cubista Vincent Cassel pone su magnetismo al servicio de la cinta completando la tercera pata del banco actoral.

El trío protagonista también formará parte de tensiones altamente sexuales y se dejarán arrastrar por una febril búsqueda de la verdad en una espiral de giros inesperados y retruécanos del guión, donde se permiten los firmantes la idoneidad de alguna que otra licencia visual en lo referente al montaje o la fotografía.

Sin alejarse Boyle de su sello particular, aunque también sin concesiones esta vez a lo pretencioso, el resultado final tiene aroma a Origen (ganando la producción de Christopher Nolan de largo) y se deja ver con mucho interés, pese al toque de languidez rítmica a mitad del metraje y un punto de confusión en las explicaciones del meollo psicológico que, eso sí, puede favorecer que a uno le apetezca un segundo visionado tras un prudencial tiempo. Bastante más de lo que esperaba en el haber de esta cinta teniendo en cuenta los antecedentes…

Dirección: Danny Boyle. País: Reino Unido. Duración: 113 min. Intérpretes: James McAvoy (Simon), Vincent Cassel (Franck), Rosario Dawson (Elizabeth), Tuppence Middleton, Danny Sapani, Wahab Sheikh, Lee Nicholas Harris, Ben Cura, Gioacchino Jim Cuffaro, Hamza Jeetooa. Guión: Joe Ahearne y John Hodge. Producción: Christian Colson. Música: Rick Smith. Fotografía: Anthony Dod Mantle. Montaje: Jon Harris. Diseño de producción: Mark Tildesley. Vestuario: Suttirat Anne Larlarb. Distribuidora: Hispano Foxfilm.