En Europa, el pasado mes de diciembre nos ha sorprendido con unas temperaturas mucho menos frías de lo normal. Unas mínimas que, por lo general, han sido combatidas con un simple abrigo y unas máximas que invitaron a pasear por la ciudad en vez de a encerrarnos en casa a celebrar la Navidad con el litúrgico " peli y manta". Almendros en flor en Inglaterra, surferos en Biarritz o turistas desconcertados en Moscú, las fotos de distintos artículos demuestran que en 2015 el invierno se ha hecho el remolón, que se ha resistido a llegar y que los vientos del sur han prolongado un otoño que se debería haber marchado unas semanas antes.
La causa de este insualmente templado mes de diciembre se encuentra en el ciclo de los vientos oceánicos, y es la respuesta atlántica de un fuerte fenónemo de El Niño que tiene muy preocupada a la costa pacífica del norte de Sudamérica. Evidentemente, el cambio climático juega un papel en la ecuación, pero sus efectos más que para explicar hechos concretos como éste sirven para describir tendencias ya vividas o realizar pronósticos a medio y largo plazo.
Las temperaturas no hacen sino ascender año a año, pero por si sóla la teoría del cambio climático solo no ofrece elementos suficientes como para diseñar un marco teórico al respecto de un fenómeno concreto y focalizado como el que hemos vivido durante el mes pasado.
Además, ¿es la primera vez que esto sucede?
¿Cómo fueron las temperaturas en España en años anteriores?
A pesar de que es patente que la temperatura del planeta no ha hecho sino aumentar desde mediados del siglo XVIII, la Agencia Estatal de Meteorología de España es firme a la hora de utilizar el periodo 1961-1990 como base para realizar sus análisis comparativos. El ascenso de la temperatura con respecto a la era preindustrial (descrita como anomalía en la temperatura) ya era evidente durante el periodo, pero los métodos de medición y análisis no eran, según palabras de la Agencia, suficientemente fiables como para basarse en ellos. ¿Cómo han sido alguno de los últimos años con respecto a la media del periodo usado como base? Vamos a verlo.
2007 destacó por ser un año cálido y con pocas precipitaciones globales. Invierno y primavera dejaron una anomalía térmica de casi un grado por encima de la norma y el record de temperatura media para la primavera en Palma de Mallorca (15.6ºC). El verano y el otoño se mantuvieron dentro de los márgenes normales para precipitaciones y temperaturas, y no se vivieron fenómenos extremos de considereación.
2010 volvió a ser un año cálido reflejando una desviación térmica de +0.35ºC sobre la media del periodo anterior a 1990, pero es el año de temperatura media más baja desde el año 1996. Sin embargo en estos doce meses sí hubieron fenómenos extremos de consideración, pues aunque el resultado global sea cercano a la media, ofreció una primavera de +0.9ºC y un bimestre julio y agosto de +2ºC. El contrapeso lo ejercieron el otoño y el invierno con -0.2ºC y -0.4ºC respectivamente, coronando un periodo con record de temperaturas cálidas durante el verano en el Mediterráneo, unas precipitaciones un 30% más altas de lo normal combinadas con más días soleados de la media en el norte de España y menos de la media en el sur y unos meses invernales más fríos de lo normal y con varias olas de frío.
2014 continúa con la tendencia de años más cálidos de lo normal configurándose como el periodo más cálido del que se tiene registro solamente por detrás de 2011. La temperatura media en la península en estos doce meses ascendió hasta los 15.96ºC, siendo un año extremadamente cálido en norte, centro del país y Baleares, donde la anomalía térmica se disparó hasta los +2ºC. Precisamente se inició con un mes de enero más caliente de lo normal y una primavera que continuó la tendencia +1.9ºC, llegando a superarse la barrera de los +3ºC durante en el mes de abril en la vertiente mediterránea. Sin embargo el verano tuvo un comportamiento más "normalizado", mientras que el otoño lo siguió volviendo a disparar la anomalía hasta los +3.3ºC del mes de octubre.
¿Qué explican los años anteriores? Más allá de lo anecdótica que pueda resultar la selección, sirve para ejemplificar la variabilidad del clima y sus ciclos, con tendencias que pueden ser claras pero no por ello firmes y continuas. Prueba de ello es que a inviernos fríos pueden seguir veranos cálidos y viceversa, y que igual que sucede con el fenómeno del Niño en el Pacífico ( el actual es considerado por la NASA como el más poderoso de la historia), a años de intenso calor es normal que sigan otros de enfriamiento que cierre el ciclo sin desmontar la tendencia.
¿De verdad son inusuales estos periodos de altas temperaturas en invierno?
Por su situación al norte de una zona tropical acotada por el desierto del Sahara, la península ibérica cuenta con una amplia gama climática gracias a su ubicación y a características geográficas como son su carácter peninsular y la importante altitud media por la presencia de la Meseta Central. Así es como podemos encontrar clima oceánico en el norte, de alta montaña, mediterráneo o estepario cálido en el interior.
Sin embargo el influjo de las corrientes oceánicas o provinientes de África tienen una importante influencia en los fenómenos accidentales: dan una explicación a fenómenos aparentemente inexplicables como el que acabamos de vivir. Según dice al respecto el informe CLIVAR publicado en el año 2006, " el papel de los trópicos es fundamental, siendo la convección anómala una fuente importante de ondas Rossy que influye en la variabilidad intraestacional ". Esto es: hay situaciones frecuentes pero no cíclicas, sobre todo en otoño y principios de invierno, provocadas por la influencia del Atlántico occidental.
Fenómenos puntuales pero no excepcionales, ésa es la clave. Las corrientes oceánicas reaccionan ante cambios de temperatura en el agua del mar que describen ciclos periódicos pero irregulares, ciclos en los que al calentamiento del agua del mar siguen alteraciones en las rutas por convección de los vientos y que pueden acabar, como ha sido el caso, con la capa de aire sahariana invadiendo el continente europeo y llegando a tener influencia incluso en fenómenos atmosféricos cercanos al polo norte.
¿Y en 2015 cómo ha ido la cosa?
Caliente, muy caliente. Y no solo por el mes de diciembre.
A la espera de que la Organización Metereológica Mundial publique su informe anual analizando lo sucedido en 2015, en un adelanto previo ya ha confirmado lo que todos intuímos: 2015 ha sido el año más cálido jamás registrado, y cierra el quinquenio más cálido del que se tienen datos.
En el artículo anterior, publicado a finales de noviembre, la OMM ya confirmaba que la temperatura global presentaría una anomalía de +1ºC con respecto a la era preindustrial. A esto añadía que durante el mes de diciembre la cosa podía ir aún más lejos por El Niño, que esta vez viene fortalecido por los efectos del cambio climático. No en vano, las emisiones de gases de efecto invernadero también alcanzaron su pico durante el año pasado ( pero seguirán aumentando).
Al respecto de todo esto, y en una reunión previa a la #COP21 que se celebró en el mes de diciembre en París, Michael Jarrand afirmó en Ginebra el pasado 25 de noviembre:
Los gases de efecto invernadero en la atmósfera alcanzaron nuevos máximos, y durante la primavera de 2015 del hemisferio norte la concentración mundial de CO2 superó por primera vez la barrera de las 400 partículas por millón... son malas noticias para el planeta
De hecho durante este 2015 se han alcanzado temperaturas significativamente más cálidas de lo normal en California, las zonas andinas en Latinoamérica, la Europa mediterránea y el sureste asiático. A esto hay que añadir que Rusia ha presentado una anomalía térmica de +2.1ºC, y que en Sudáfrica se han superado todos los registros históricos desde su ubicación en el hemisferio sur.
Como consecuencia más clara de los efectos del cambio climático, la OMM destaca que en el último quinquenio la probabilidad de fenómenos extremos se ha multiplicado por 10 en algunas áreas, sobre todo en lo que respecta a las olas de calor. Y esto es lo que al parecer ha sucedido durante el pasado mes de diciembre, el cual ha dejado estadísticas escalofriantes como la siguiente:
¿Qué va a pasar en el futuro?
Respecto al futuro, El informe CLIVAR introduce el cambio climático en la ecuación como elemento no definidor pero sí alterador del clima peninsular. Aclara que es sólo un factor más (aunque importante, claro), que se suma a la interconexión climática que en España es reflejo de distintas variaciones en las zonas con influencia. Todo ello sumado dibuja un panorama complicado de definir con exactitud pero con patrones cada vez más claros.
A pesar de haber varias proyecciones de futuro, todos los modelos convergen a la hora de dibujar un aumento de la presión atmosférica a nivel del mar en las zonas subtropicales y latitudes medias. Eso implicará un desplazamiento hacia norte y sur (dependiendo del hemisferio) de la trayectoria de las borrascas. Afectará, por ejemplo, a los vientos y a las temperaturas de Península.
El informe añade que el aumento de la actividad ciclónica en latitudes extremas conllevará más vientos y con más fuerza, de componente oeste, lo que puede aumentar las precipitaciones medias o aumentar su intensidad.
Ahí es donde el Cambio Climático tendrá un papel protagonista pues la concentración de gases de efecto invernadero hará que la presión atmosférica se dispare. Nadie tiene muy claro aún cómo afectará este escenario al patrón diseñado para las precipitaciones. Lógicamente existe ya la certeza de que en los climas más cálidos las precipitaciones totales tenderán a disminuir conforme el aumento de la anomalía térmica se aproxime a los 4ºC, pero la situación de la Península Ibérica y los vientos que recibe hace complicado el pronóstico al respecto.
Las proyecciones coinciden en la idea de que temperatura y precipitaciones puedan acabar desligándose como consecuencia del Cambio Climático. De hecho lo esperable es que las precipitaciones se reordenen concentrándose en las estaciones frías, otoño e invierno, perdiendo presencia en las otras dos, las cuales pasarían a considerarse estaciones secas.
¿Qué está pasando en otras zonas del planeta?
Simbólico por lo lejano geográficamente hablando y sintomático por los efectos del Cambio Climático ya sufridos es el caso de Canadá, uno de los países con mayor cantidad de superficie cubierta por hielo en todo el planeta. Ya se ha convertido en uno de los más vulnerables al calentamiento global que tiende a dispararse.
Los patrones de temperatura y vida vigital se han desplazado en los últimos 30 años 700 kilómetros hacia el norte por el retroceso de los glaciares. Es el invierno canadiense la estación donde más han subido las temperaturas en los últimos años, situación que según la revista Nature Climatic Change lleva a que la diferencia térmica entre invierno y verano se reduzca en Canadá más que en el resto de lugares del planeta.
Otro ejemplo de lo que viene sucediendo es que plantas que antes no sobrevivían sobre el paralelo 57 hoy ya lo hacen sobre el 64, situación que está afectando a las costumbres de las aves migratorias o los periodos de hibernación y a la costumbre que en Canadá tienen a la hora de predecir el cambio estacional en base a sus viajes.
Y durante el presente siglo parece que la situación acabará extremándose, planteándose que, en el escenario de anomalía térmica global cercana a los +4ºC, el paisaje canadiense pueda acabar pareciéndose más al del sur de Francia o el Norte de España actuales que al protagonizado hoy por llanuras nevadas, lagos congelados y glaciares abrazando sus inhóspitas zonas montañosas.
Entonces, ¿las estaciones van a desaparecer o no?
No, no van a desaparecer. Y lo que sucedió durante el pasado mes de diciembre no tiene nada que ver con ello.
Y no lo van a hacer por dos motivos. El primero de ellos es que aparte de ser un fenómeno climático, las estaciones son un fenómeno astronómico, y hasta ahí no van a llegar las consecuencias del Cambio Climático. El segundo es que, a pesar de que el calentamiento global va a acabar generando modificaciones climáticas que conllevarán una mayor probabilidad de aparición de fenómenos extremos (sobre todo olas de calor) y que la diferencia de temperatura entre verano e invierno cada vez irá siendo menor, ninguno de los factores serán suficientes como para sostener que las estaciones desaparecen. Aunque sí es cierto que existe la posibilidad de que el área de influencia de los trópicos sea más grande conforme vaya avanzando el presente siglo.
Lo que sí es está sucediendo es que tanto el día más cálido del año como el más frío cada vez llegan antes, lo cual implica que el verano y el invierno a nivel climático también parezcan hacerlo. Ésta es la conclusión de un estudio conjunto realizado por los departamentos de Ciencias Planetarias de las Universidades de Berkeley y Harvard presentado en 2009.
En él, se afirma que el patrón de vientos conocido como Modo Anular del Norte sí ha sufrido una variación como consecuencia del Cambio Climático, siendo su papel determinante a la hora de definir las características del invierno del hemisferio norte.
Los picos de calentamiento están llegando más temprano y esto se une al hecho de que el Cambio Climático esté provocando que en zonas no tropicales la anomalía térmica del invierno (+1.8ºC) sea mayor que la del verano (+1ºC) mientras el calentamiento del mar, de momento es menor. Pero todo esto no pone en riesgo la existencia de las estaciones. Lo que sí hará será acelerar el cambio de era climática en el que se encuentra hoy el planeta.